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chatarrerías

Pequeños mundos, llenos de historia popular hecha pedazos por el tiempo, el uso, el descuido, el olvido… 

 

Mirando al interior de una chatarrería, no se puede pensar que exista algo que allí no se pueda encontrar. Si no esta ya al alcance de la mano, ingresando, cerca de la puerta, sin duda el pedazo que necesita queda escondido en la esquina mas recóndita del cuarto.

 

Preguntando a los empleados por algo, a veces, le contestan inesperadamente: no hay. ¿Como así?  ¡No es posible! y a uno le da la gana de buscarlo solo, en lugar del tendero resignado: es cierto que se encuentra, pero más allá, solo hay que pisotear hierro y ensuciarse las manos corriendo trozos de historia, hasta llegar al tesoro escondido, al pedazo de hierro tanto buscado. 

 

Pequeño templo anti-consumista, la chatarrería recuerda que la basura no es el final de todas las historias, que reciclar es posible y útil. Lugar de encuentro solidario, donde muchas cosas que se quedarían inutilizadas en casa propia, pueden volverse útiles por otros, a los que irán buscando algo, porque no tienen suficiente plata para permitirse echar a la basura cosas viejas y necesitar así de comprarlas nuevas. 

 

Hay que visitar de vez en cuando una chatarrería, para recordar que: sí, hay algo que se puede conseguir; sí, hay algo que se puede hacer; sí, hay algo que se puede cambiar. Cuando en un deposito de chatarra se descubre un mensaje de esperanza, es cierto que se encuentran más oportunidades en la vida diaria de cada uno, que pedazos de hierro en una chatarrería. 

 

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