Redacción
El diario estadounidense The Wall Street Journal, visitó la conflictiva zona de Bunaventura, y relata la barbarie de las bandas criminales.. “Los sicarios de Buenaventura ilustran los retos para el próximo presidente de Colombia”, así titula un artículo publicado hoy por mencionado diario.
«Todas las víctimas dicen ‘por favor no me mate’ y gritan y lloran», dijo Pedrito, uno de los sicarios de La Empresa una de las pandillas que aterroriza esta empobrecida ciudad portuaria en el Pacífico colombiano. «Pero simplemente hago mi trabajo», dice el relato de la periodista Sara Shaefer.
Los escépticos señalan a jóvenes como Pedrito, cuya vida violenta es uno efecto secundario de las última gran desmovilización, en la que 30.000 hombres de un grupo paramilitar dejaron las armas. En 2006, conforme los últimos combatientes entregaban sus revólveres y pistolas en un proceso que duró tres años, el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez prometió que los ex milicianos encontrarían trabajo e incluso crearían sus propios pequeños negocios.
Así mismo, la columnista María Anastacia O’Grady asegura en las páginas de opinión que “con los diálogos de paz en Colombia, a Juan Manuel Santos le sale el tiro por la culata (…) Los ataques de las Farc contra oleoductos y torres de electricidad aumentaron mientras en La Habana seguían hablando de paz con el gobierno colombiano”.
La autora dice que si Juan Manuel Santos hubiera logrado que las Farc dejaran las armas, pagaran por sus crímenes en la cárcel y dejaran la vida delictiva, “sería ahora un héroe nacional”, pero 34 meses después de la apertura de los diálogos no lo ha logrado, lo cual dificulta su campaña electoral.
“Sin embargo, después de 34 meses de negociaciones, la mayor parte en La Habana, Santos aún no tiene un acuerdo y la seguridad en el país se está deteriorando. Los colombianos están cada vez más insatisfechos con el comandante de las fuerzas armadas y ven aún con mucha cautela su diálogo con delincuentes. Esta combinación podría costarle la reelección”, argumenta O’Grady.