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El cuidado familiar del hipertenso

El cuidado familiar del hipertenso | Noticias de Buenaventura, Colombia y el Mundo

La hipertensión demanda un gran apoyo familiar para el paciente, pero con mucha frecuencia las personas que conviven con el hipertenso no tienen conciencia de su importante papel en ese sentido.

Por ejemplo, aunque el control adecuado de las cifras de presión arterial resulta indispensable para aumentar la esperanza y calidad de vida del hipertenso, abundan los casos en que ese control no se lleva a cabo y los familiares cercanos hacen muy poco o nada para que se realice esa medición periódicamente.

Mientras tanto, suele ocurrir que el individuo hipertenso se despreocupa de su control, pues la elevación de la presión arterial habitualmente no produce manifestaciones clínicas relevantes y se puede tener la falsa impresión de que se encuentra controlada. Esto es algo que los familiares deben comprender, para estimular a que la medición de la presión arterial se convierta en un hábito y en un asunto que esté siempre presente en la cariñosa preocupación hogareña.

Esa “cariñosa preocupación” resulta decisiva en este aspecto, y en muchos otros, para lograr que el enfermo crónico mantenga perpetuamente lo que los médicos llaman “apego al tratamiento”.

Por lo general, durante los primeros tiempos después de haberse detectado la hipertensión, el paciente trata de seguir el tratamiento, en lo que se refiere al control, a los medicamentos, e incluso a la dieta y a los cambios de su estilo de vida, pero también es común que luego de unos meses comience a percibir su enfermedad como un factor que lo minimiza ante su familia y que atenta contra la estabilidad y las aferradas costumbres hogareñas.

En esa situación, a menos que el ambiente familiar se modifique para comprenderlo y apoyarlo, el paciente gradualmente irá declinando su apego al tratamiento. Los médicos consideran como pacientes con apego al tratamiento a los que siguen regularmente las indicaciones prescritas.

Se considera como apoyo familiar necesario para estos casos la adecuación de los hábitos de vida de las personas más cercanas a ellos, con vistas a estimularlos en el cumplimiento de las orientaciones de su equipo de salud.

El hipertenso debe sentir el apoyo psicológico de sus seres más queridos, los que contribuirán, por ejemplo, a evitar situaciones estresantes, compartirán con él en pareja o en grupo la práctica de ejercicios físicos y disminuirán al máximo el consumo de sal en la dieta para todos de manera preventiva.

La supresión en la dieta habitual de algunos alimentos, la modificación de la manera en que se condimentan y la ingestión diaria de medicamentos que requiere el manejo integral de la hipertensión, son objetivos a veces difíciles de lograr, sin una participación convencida del hipertenso y sus familiares, ya que implican modificaciones del estilo de vida, que deben lograrse de conjunto en la familia.

Imaginemos el caso extremo de un hipertenso que está empeñado en eliminar, o disminuir al menos, sus consumos de alcohol, tabaco y grasas, mientras la mayoría de sus familiares y amigos hacen ostentación de los “placeres” que “brindan” esos hábitos dañinos.

Los profesionales de la medicina afirman, con razón, que el secreto para convivir con la hipertensión arterial, como con otras afecciones crónicas que necesitan de un control permanente, está en saber transformar nuestros hábitos sin que ello se perciba como una pérdida o una obligación dolorosa.

Saber encontrar placer en los hábitos saludables es la base de un tratamiento integral, en el que el propio paciente y su familia son los verdaderos protagonistas.

Si su familia y su grupo de amigos lo entienden y acompañan, el individuo hipertenso podrá disfrutar de la comida en grupo, salidas y reuniones, sin necesidad de lamentarse o sentirse “distinto” al no poder probar lo que todos comen, ni “divertirse” de la forma en que los demás lo hacen.

Y detrás de todo ese proceso de cambio en el estilo de vida, han de estar el médico y la enfermera de la familia, quienes no deben ser nunca, como se ha dicho más de una vez, “meros observadores de la conducta del enfermo, sino componentes importantes en las decisiones y la conducta del paciente”.

El equipo básico de salud debe enseñar al paciente a actuar en beneficio de su propia felicidad. No se trata de que olvide su problema sino de que sepa convivir con él, y encuentre los motivos de felicidad que siempre brinda la vida.

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