Así se lo informó al Gobierno central al notificarle que no quiere seguir con el contrato de concesión del tren, aduciendo que se le ha incumplido y que por tanto no puede cumplir en una especie de “Tongo le dio a Borondongo”.
Aduce el concesionario Fenwick Colombia —que pertenece a la multinacional Suiza Impala— que la minería ilegal cuyos socavones ponen en riesgo la estabilidad de la carrilera, las invasiones a lado y lado de la línea férrea y las pintorescas brujitas que andan por la vía sin control alguno, constituyen un impedimento que no ha hecho posible que cumplan con el transporte del millón de toneladas mensuales y el cual en el último año se redujo de 30 mil a 10 mil toneladas/mes.
Y como aquí parecen existir razones de parte y parte, lo mejor será reunirse y que la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), por un lado, y los concesionarios, por el otro, se muestren mutuamente los dientes para tratar de ponerse de acuerdo.
De no ser así, se buscará un tribunal de arbitramento, llegándose incluso a un proceso que, como muchos, terminará perdiendo el Estado, pagándoles a los suizos una jugosa indemnización mientras que otra vez el tren quedará abandonado y la opción de transporte entre Buenaventura y La Tebaida volverá a dormir el sueño de los justos. Y, de nuevo, Buenaventura pagará los platos rotos.
A todas luces, esta situación debe arreglarse porque el principal puerto de este país no puede seguir dependiendo del transporte de carga únicamente por carretera y la opción del tren resulta más económica y funcional.
El nuevo viceministro de Infraestructura, Dimitri Zaninovich, que es un conocedor a fondo del tema del Pacífico, tiene la oportunidad de demostrar su interés y arraigo por esta tierra intercediendo para que no se suspenda la operación y no se pierdan los muchos millones de dólares que han invertido Gobierno y concesionarios. Que se descarrile el tren del Pacífico sería una frustración más de las tantas que afligen a esta región del país.
Fuente: El Espectador