Sin dialogo no hay esperanza. Lo comprueban las experiencias que cada uno de nosotros hace diariamente. Necesitamos dialogar: escuchando y hablando con respeto, sin gritar, sin violencia. Dialogar es importante en nuestras familias, con los amigos, en el lugar de trabajo y sobretodo con los enemigos. En el marco de nuestras relaciones, si dejamos de dialogar, de pronto, diferentes y peores expresiones, llenarán este vacío.
Cuando se niega el dialogo, no se escucha a la otra persona. Solo se queda el pensamiento propio y, si los demás no lo aceptan, se pone mas soberbia en las palabras, hasta imponer con violencia un dictamen. Con la violencia, gana el más poderoso y engañador, el derrotado busca como tener más poder, igualmente violento, para salir del fracaso, y los pobres se quedan aun más afectados en los que necesitan para vivir. Estos pobres pueden identificarse con los campesinos en una área de guerrilla o de paramilitarismo (igual que adonde hay cualquier guerra de cualquier ejercito regular), como también con los niños de un hogar con padres conflictivos: las dinámicas que los afectan son las mismas.
Hay que felicitarse de que, en la Mesa de la Habana, sigan sentadas la delegaciones del gobierno nacional y de las FARC, poniendo garantías para la participación política, buscando que la necesaria oposición al gobierno se exprese con dialogo y no con armas.
Un triste aniversario nos recuerda todavía los peligros que podrían afectar otra vez un dialogo político constructivo. En la noche del 11 de noviembre 1988, se vivió en Segovia (municipio al nordeste de Antioquia) una de las peores masacres del conflicto colombiano. La Unión Patriótica, incipiente movimiento, resultado del proceso de paz entre las FARC y el gobierno de Belisario Betancur, obtuvo exitoso consenso electoral. Alguien estaba buscando hacer oposición dialogando más que disparando, pero a la contraparte no le gustó y a través de las armas buscó vengarse de la derrota política que habían padecido los partidos tradicionales. El 15 de mayo de 2013, 25 años después, la Corte Suprema de Justicia sindicó al político liberal César Pérez como autor intelectual de ese crimen de lesa humanidad y lo condenó por los delitos de homicidio múltiple agravado, lesiones personales agravadas y concierto para delinquir.
Sería una grande equivocación vincular todo éxito, para la justicia y la paz, a los 6 puntos de la agenda del “Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. Como la violencia del paramilitarismo no se ha acabado del todo con la desmovilización, muchas realidades ahora vinculadas con la guerrilla, seguirán afectando la justicia y la paz. Puede ser que pasaran otros 25 años antes de descubrir culpas y culpables.
El punto 3 de la agenda de la mesa de Habana titula: “Fin del conflicto” y al n. 1: “Cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo”. Con el cesar del fuego no cesarán los problemas, todavía mas personas dejaran de incrementar estos mismos problemas. Hay que esperar que las dos partes tengan determinación absoluta en este punto 3, que desafortunadamente no es el éxito final, sino solo un medio necesario.
Creemos que, si el dialogo tendrá un suficiente numero de estimadores (entre ambas la partes del conflicto actual) podremos luchar todos sin armas: no solo para un país mejor sino ya en un país mejor.