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Por las calles de Buenaventura predica un sacerdote chiita negro

A veces, Munir Valencia prefiere no usar su vestimenta como sacerdote chiita en Buenaventura. «No falta la gente que crea que porque uno se viste así anda cargado de petrodólares», comenta sonriendo.

Es una prevención de seguridad para caminar por algunos sitios donde hay riesgos. Pero usualmente le gusta vestir el traje que lo distingue como el primer latinoamericano en desempeñarse como ‘sheij’ (sacerdote) de la escuela Huyyta Chiita.

No entra en el debate ni está de acuerdo con las guerras religiosas como la que vive esa comunidad en otro extremo del mundo.

Aunque el sueño de este hijo del puerto era ser sacerdote católico, el amor por una mujer hizo que todo le cambiara. Recuerda que ‘as Salam Alaikum’ (la paz de Dios sea contigo), fue la frase que le abrió la puerta a lo que, en su adolescencia, era para él un mundo desconocido y que hoy en día es su filosofía de vida.

«Una noche, mientras estudiaba con una compañera, quien ahora es mi esposa, escuché que dos de sus hermanos intercambiaron esa frase al encontrase y descubrí que su familia pertenecía al Islam.

Allí empecé a interesarme por cada detalle y a estudiar el Corán hasta que decidí hacerme musulmán», cuenta.

A sus 22 años empezó a entender que los chiita son los partidarios de Alá. Estudió teología en Argentina e Irak durante 10 años, gracias a una beca, y de su viaje llegó a Buenaventura convertido en el primer guía espiritual con título en teología islámica.

Actualmente, alterna sus labores sacerdotales con la enseñanza en la Universidad del Pacífico.

«Tengo un siglo atrás y otro adelante», dice, haciendo referencia a la fecha en la que partió en busca de su regocijo espiritual (1990) y en la que llegó a multiplicar sus nuevos conocimientos en el Puerto (2000), donde actualmente hay unas 300 personas practicantes de las creencias impartidas por Muhammad, su Dios. Con su esposa Munira Montaño, Munir (que significa ‘luz radiante’) tiene cuatro hijos, entre ellos unos mellizos.

«Mi esposa y yo somos docentes y es imposible que nuestras costumbres pasen inadvertidas en las aulas. Siempre nos están preguntando acerca de los atuendos y el Islám. Pero una pregunta usual es ‘profe, ¿cómo se escribe mi nombre en árabe?'», comenta entre risas.

En su historial como sacerdote tiene 50 matrimonios celebrados . Pese a que su núcleo familiar es musulmán, no tiene ningún problema en sentarse a la mesa con su padre pastor de la iglesia cruzada cristiana y su mamá, perteneciente a la católica. «En mi familia respetamos muchísimo las diferencias de culto.

Dios es solo uno, sin importar la manera como nos comuniquemos con él», dice. Y así lo demostró junto a los líderes espirituales de unas 14 comunidades de la ciudad que se reunieron en el Pre-parlamento de Religiones en la universidad de San Buenaventura en Cali, liderado por el Museo de Arte Religioso de Cali, donde expusieron sus creencias y oraron en su ‘propio idioma’.

Al principio, esta comunidad religiosa era solo de negros y no se aceptaban otras razas. Hasta cuando vino un árabe a Buenaventura y les dijo que eso iba en contra de la filosofía de los chiita. Munir fue a un viaje y entendió que «no importa cómo nos relacionemos con Dios. Todos somos iguales». 

El espacio para todos los cultos
Un lugar en el que las personas puedan despejar sus dudas a cerca de las religiones existentes, es una propuesta del Museo de Arte Moderno de Cali y la Secretaría de Cultura.

Sería un espacio integrador de distintas doctrinas. Alberto Vallejo, funcionario del Museo, informó que actualmente trabajan en la elaboración de un portal web en el que los interesados en conocer a cerca de las diferentes religiones puedan consultar.

Para Leslie Stewart, practicante de la religión Baha’i, quien partició en el preparlamento de Religiones en Cali, es el momento de trabajar por la unidad.

Ella hace parte de una comunidad de 300 personas en esta ciudad.    Guías de todas las creencias Un anderí (sotana), un calimafio (gorro) y un razo (abrigo) carcaterizan al padre Crisóstomo como sacerdote de la iglesia católica ortodoxa griega, a la cual pertenece hace 10 años.

Él es uno de los nueve sacerdotes de esa religión que hay en el país y el único en Cali, donde guía espiritualmente a unas 120 personas, de las cuales 18 son caleñas y el resto, rusas, griegas, servias y croatas. Pese a que es un sacerdote cristiano, es casado y tiene tres hijos, pues su religión lo permite.

Además ora en griego y usa pan para sus ceremonias litúrgicas. No obstante, tiene un objetivo común con el resto de sus compañeros y es fortalecer el espíritu de los miembros de su comunidad. Bautistas, Budistas, Tibetanos, Hare Krishnas, Hebreos, Metodistas, Anglicanos, Menonitas, Presbiterianos, entre otros, asistieron al Pre-parlamento, «un espacio donde la tolerancia y el respeto por la libre expresión y la diferencia de cultos fueron los protagonistas centrales y dejaron como enseñanza la importancia de unir esfuerzos por encaminar la sociedad hacia el mejoramiento contínuo», agregó el sacerdote. Marcela María Cardozo – CORRESPONSAL DE EL TIEMPO –  CALI

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