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La tecnología no pide permiso, solo avanza

por Redacción BL
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la tecnologia no pide permiso solo avanza

La tecnología no ha dejado de avanzar desde que alguien hizo rodar una piedra colina abajo o encendió fuego. Allí donde haya un cerebro capaz de usar herramientas, y herramientas, la tecnología seguirá avanzando incluso cuando otros cerebros se opongan. No importa cuántos médicos estuvieron en contra del tren a vapor: era útil, y por eso se usó, ignorando todas las recomendaciones sanitarias, que fueron bastantes.

Los pasajes que más me llaman la atención de la historia son, precisamente, aquellos en los que la ética del momento es violada para dar con un avance revolucionario que, a menudo, salva vidas. Y aunque casi todos acuerdan que aquel acto fue cruel, no pueden sino alegrarse de que hubiese ocurrido en un pasado lo suficientemente remoto como para beneficiarlos. Y no hablo de nazis.

Uno de los casos más curiosos es el que Edward Jenner perpetró en 1796. Un acto poco ético incluso para la laxa moral de aquel entonces respecto a los ensayos médicos: inoculó a James Phipps (un niño) una sustancia extraída de las vesículas de la vaccinia de las manos de una ordeñadora. El niño no contrajo viruela, y desde entonces una mejora del tratamiento nos ha librado de ella.

Quizá haya pasado desapercibido, pero intentaré sintetizarlo: tenemos vacunas porque un joven doctor usó  a un niño pobre de ocho años como conejillo de indias.  Hace algo más de dos siglos un tarado mental se saltó todas las reglas éticas presentes y futuras, arriesgando la vida de un niño… y salvándonos a todos en el proceso. Este y otros hechos similares ejemplifican lo que vengo a decir.

La tecnología no pide permiso, solo avanza. Da igual que te opongas a los niños probeta. Alguien, en alguna parte, usará técnicas para generarlos. Hoy día hay millones de ellos. Tantos que no les llamamos “niños probeta”. En su lugar se usa el término “fecundado in vitro”. Lo que en su momento fue visto como una aberración, y que hoy sigue penalizado en algunos círculos, es algo totalmente normal. El uso de tecnología poco ética suele tener ese efecto de aceptación.

En paralelo a Jenner, pero con dos siglos de diferencia, encontramos a He Jiankui. He Jiankui no pidió permiso a nadie cuando en 2018 manipuló ADN humano. Al poco, lo confesó en un evento: había modificado el ADN de dos gemelas, algo prohibido en todo el planeta (salvo en contados lugares). China era uno de los lugares donde precisamente sí estaba prohibido.

Pero He Jiankui desoyó las advertencias de la comunidad internacional o la ética profesional básica. Quería hacerlo, tenía las herramientas para hacerlo, y lo hizo. El por qué lo hizo fue evidente: porque podía. Aunque hubiese leyes en contra, era capaz de hacerlo. Disponía de los medios, y es posible que con este acto haya salvado millones de vidas en el futuro. Como poco, habremos aprendido lo suficiente como para recordarle como a un Jenner.

Siempre habrá algún loco con la herramientas necesarias como para avanzar en ciencia y tecnología, en ocasiones de forma completamente legal y ética, como es el caso de la robotización. La tecnología ya nos ha demostrado que dentro de poco podrá haber historias escritas por máquinas, dejando a cualquier escritor humano tan por detrás que será incapaz de competir con ellas.

Aunque el grueso de escritores del planeta, así como todas las editoriales y buena parte de los lectores, estén en contra, bastará un solo programador trabajando en solitario con las herramientas adecuadas para destrozar con el trabajo de su vida el trabajo de todas nuestras vidas. Y es muy probable que de este sufrimiento instantáneo surja, en unas décadas, algo mejor.

Imágenes | Mykola Makhlai

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