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Elecciones en EEUU: ¿la tecnología amenaza la democracia?

por Redacción BL
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La tecnología mucho se ha desarrollado y hoy -si no hay una reacción necesaria- se ha transformado en una amenaza para la credibilidad y legitimidad del sistema democrático (REUTERS/Mark Makela)

La tecnología mucho se ha desarrollado y hoy -si no hay una reacción necesaria- se ha transformado en una amenaza para la credibilidad y legitimidad del sistema democrático (REUTERS/Mark Makela)

Hace un cuarto de siglo, un politólogo francés sostenía que la representación democrática estaba en crisis por los grandes cambios que habían tenido lugar en el siglo XVIII, con la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa. Su tesis era que, dos siglos después, el mundo había cambiado mucho, pero el mecanismo de representación democrática seguía siendo el mismo.

El sistema de representación combina el voto con la elección de dos o tres niveles de representación. A finales del siglo XVIII, un votante normalmente pasaba toda su vida sin ver a su jefe de Estado. En esta situación, los niveles de representación, ya sean regionales o comunales, adquirían un peso mayor. En cambio, a fines del siglo XX, ya un ciudadano veía mucho más frecuentemente a su jefe de Estado por la televisión que a las autoridades regionales o locales. Esto había debilitado a los niveles intermedio de la representación y favorecido en cambio al máximo nivel. Recuerdo que en ese mismo momento escuché al presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, la siguiente anécdota: “Estuve la semana pasada en el nordeste, la parte más pobre de Brasil. Entré a un rancho y una mujer ya entrada en años, desdentada y analfabeta, me dijo ‘A vos te conozco de la televisión’. Esa mujer no sabía que era el presidente, tampoco votaba y no tenía idea de las autoridades estaduales y municipales, pero conocía la imagen del presidente”.

Ha pasado un cuarto de siglo desde ese momento, la tecnología mucho se ha desarrollado y hoy -si no hay una reacción necesaria- se ha transformado en una amenaza para la credibilidad y legitimidad del sistema democrático. En las democracias más avanzadas y con más continuidad, como son Estados Unidos y el Reino Unido, hemos visto en la última década situaciones que afectan la credibilidad de la democracia. Una ha sido el uso de los datos personales por parte de grandes empresas de internet para manipular la voluntad de los votantes a través de mensajes segmentados y dirigidos sin que ellos supieran, habían sido vendidos ilegalmente para ello. Las denuncias de que Rusia habría influido a favor de Trump en la última elección presidencial estadounidense, operando a través de las redes sociales, agrega el problema de un estado pudiendo intervenir el resultado electoral de otro, y esa acción se realiza fuera del marco legal. Ahora, frente a la elección presidencial de Estados Unidos, aparece la posibilidad de fraude por el voto por correo, denunciada repetidas veces por el presidente Trump, quien a su vez avanza en el control de redes sociales de origen chino muy populares en su país no sólo para evitar que influyan con datos que afecten a la seguridad, sino porque pueda haber manipulación electoral.

A ello se agregan instrumentos como las fake news y las deep fake que utilizan la mentira como instrumento de influencia sobre la voluntad de un votante. La segmentación de los indecisos permite la eficacia de estos instrumentos.

Todo este poder que puede influir -y ha verificación de que ya lo está haciendo- sobre la voluntad del voto; si los gobiernos democráticos no reaccionan, va a socavar su propia legitimidad y credibilidad.

La tecnología es un proceso irreversible que no se podrá frenar ni impedir en los próximos años, pero se trata de regularla, y este es el gran desafío de los estados democráticos. En este mes de octubre una comisión parlamentaria designada en Estados Unidos para investigar el monopolio de las empresas más importantes del sector (Google, Amazon, Facebook y Apple) dictaminó que ejercen un efectivo monopolio en el país y que es necesario modificar las leyes “anti-trust” para impedir esta situación.

En cuanto a la “nacionalidad” en el mundo de la tecnología, esto también ha comenzado a generar presiones, intereses e iniciativas. La más evidente es la propuesta en Estados Unidos para que un consorcio encabezado por Oracle, de ese mismo país, tome el control de la información que almacena de los 100 millones de usuarios que tiene en el país. Un proyecto similar está planteado por la empresa china WeChat, el llamado WhatsApp chino.

Para los servicios de inteligencia del mundo, el control defensivo y ofensivo en este campo ha pasado a ser prioritario.

Mientras la tecnología avanza muy rápido, los esfuerzos para regularla hasta ahora lo hacen más lentamente, así como también la adecuación de los mecanismos del ejercicio de la democracia a los cambios del siglo XXI.

El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

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