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Ellos son los sobrevivientes del barrio Risaralda

por Redacción BL
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casa de los Peralta Sánchez

Liliana Cardona Marín

El Diario se adentró en la ciudadela Cuba, por la vía que conduce a los 2.500 lotes y llegó a la comuna El Oso, allí pasa desapercibido un pequeño grupo de casas que dieron refugio y la forma de empezar una nueva vida en 1977, a 20 familias que protagonizaron por segunda vez la tragedia de la avalancha del río Otún sobre las casas levantadas en su margen izquierda.

Se trata del barrio Cinco de octubre, nombre que le dieron para recordar que la naturaleza no perdona la intromisión del hombre en sus terrenos y que parte de sus familias vieron por última vez la luz del sol ese 5 de octubre de 1976. Son solo dos manzanas A y B, cada una tiene 10 casas, al pasar la calle aunque parezca anecdótico es otra nomenclatura Calle 71 con carrera 30 y también otra historia, son las casas de las familias reubicadas de Charca Negra.

En una casa de esquina, como si le hubiesen dicho que lo iban a entrevistar esperaba sentado el señor Guillermo Henao, él junto a sus padres y un hermano resultaron ilesos de la tragedia que se llevó 17 casas del entonces barrio Risaralda. Henao era un niño, pero tiene los recuerdos intactos y su mirada se va justo al momento en que a las 10:30 de la noche, su papá alertaba a los vecinos para que salieran, porque el río se les venía encima.

María de los Ángeles y sus ocho hijos

En una casa medianera del frente del barrio vive una tierna abuelita con sus hijas. Su historia es digna de contar, porque ella había llegado 10 atrás al Risaralda, a un lote que había conseguido su esposo y en el que como ella misma lo dice construyó un rancho. Para la fecha de la avalancha ya era una viuda con ocho niños que alimentar y cuidar, razón por la cual no podía trabajar. “Cuando el papá de él (señala a Guillermo Henao) empezó a gritar, yo me iba a devolver a sacar a los niños, pero (muestra con sus manos) el agua se me vino encima”.

María de los Ángeles Miranda, perdió dos de sus hijos en la tragedia, uno más quedó con secuelas, “Él cae en cualquier parte y fue después de eso, porque él no era así”. Estuvieron un año en dos colegios diferentes, en lo que Julia, la hija menor que tenía cinco años en 1976, denomina inquilinato; los salones eran las habitaciones, pero compartían los baños y la cocina. Desde Apía, cada ocho días la familia les enviaba algo de mercado, porque al pasar de los meses las ayudas fueron mermando hasta el punto que “Nos tocaba hacer filas larguísimas solo por una panelita”.

La familia que perdieron los Peralta Sánchez

Dos esposos muy entrados en años cuentan cómo a doña Lucila, la pierna se le partió en tres partes y por eso la hospitalizaron dos meses en el hospital San Jorge, cuando los bomberos la encontraron relata: “empezaron dizque a bañarme con una manguera para ver quién era. Como me cayeron encima unos bloques que nos habían regalado, no podía voltear la cabeza para ver de dónde era que me llamaba mi mamá antes de morirse”.

Los Peralta Sánchez tenían tres hijas de siete, cuatro y dos años, solo encontraron con vida a la menor, a Lucero la encontraron atrapada en el barro y tapada con una ponchera, ya tiene 47 años y es abuela, se dedica al servicio doméstico. Ese día murieron aparte de las niñas, los dos padres de don Hernán, una sobrina y la madre de doña Lucila.

¿Cómo es vivir en el 5 de octubre?

“Todos somos un mismo sentir, sabemos del dolor del otro”, explica Guillermo Henao y comentó también que cuando entregaron las casas, los patios no tenían división y todo se veía, al comentarlo sonríe. Estas casas las entregaron prefabricadas en dos secciones; en la primera, estaba la sala, la cocina y el baño, en la otra dos habitaciones.

Destacado

Cada uno de los terrenos de las casas del barrio Cinco de octubre, mide 6 por 12, pero a ellos les entregaron construido la mitad. Mientas que los lotes de sus vecinos de Charco Negro miden 5 metros por 10.

Dato

De las casas originales solo dos se conservan tal y como las entregaron, una de ellas es la de Hernán Peralta y su esposa Lucila Sánchez, en eternit anclado con grandes tornillos y las ventanas de persiana de acrílico.

Cifra

81 personas perdieron la vida la noche del 5 de octubre de 1976, en el asentamiento que se denominaba Risaralda.

Dato

Las investigaciones hablan que para ese entonces las pérdidas materiales se calcularon en $5 millones.

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