El homenaje que le ofreció la Academia de Ciencias Económicas a Miguel Urrutia fue una gran oportunidad para repasar sus numerosas contribuciones en diversos aspectos de la economía, y su gran aporte en un área donde pocos economistas se atreven a incursionar: la cultura.
Combinó de manera admirable sus grandes responsabilidades como gerente del Banco Central con su clara estrategia de consagrar esta entidad como la gran promotora de los valores culturales del país, no solo en Bogotá sino en sus distintas regiones. Ese innegable logro se reconoció al denominar con su nombre el Museo de Arte, que forma parte del complejo cultural del Banco de la República.
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Por la relevancia que la desigualdad, la pobreza, la poca movilidad social que caracteriza a nuestro país, y la inmensa brecha rural que persiste en Colombia, resulta particularmente importante analizar sus aportes a estos aspectos sociales del desarrollo colombiano. Obviamente, sin desconocer sus análisis sobre distintas áreas de la economía y sus estudios de historia económica.
Para empezar, es fundamental destacar que Miguel Urrutia, en sus numerosos estudios sobre estos temas, parte de reconocer una clara relación entre lo económico y lo social que no subordina esto último al primero, a diferencia de lo que sucede con muchos de nuestros colegas. Parecería con frecuencia que aún prevalece en muchos de ellos la idea del trickle down, es decir, que basta con que la economía crezca porque algo les llega a los pobres. Lo que afirma Urrutia recuerda ese famoso artículo, que aun muchos ignoran, de dos famosas economistas feministas, Diane Elson y Nilufer Cagatay, denominado ‘El Contenido Social de las Políticas Macroeconómicas’ publicado en World Development Journal en el año 2000.
Por su claro compromiso con los análisis sociales del desarrollo colombiano, Urrutia se ha ganado el reconocimiento de ser ‘el primer economista social del país’. El repaso de tres de sus primeros trabajos lo confirman. Junto al economista canadiense Albert Berry, candidato al Nobel y más colombiano que cualquiera de nosotros, fueron los primeros en calcular el índice de Gini del país en 1976. Como ellos lo afirman, hasta ese momento, esas estimaciones solo las habían realizado misiones internacionales.
Su libro ‘Income Distribution in Colombia’ llega a una conclusión que desafortunadamente puede repetirse textualmente hoy: “Colombia tiene una distribución del ingreso extremadamente desigual”. Y agregaron que esta desigualdad, un Gini de 0,57 en 1964, es fuente esencial de la pobreza absoluta. Pero también destacan la brecha rural urbana, un tema muy serio vinculado a la concentración del poder y de la tierra; difícil encontrar un análisis más actual. Hoy, como ayer, la distribución de ingresos es un tema crítico para la política pública en Colombia.
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Su artículo ‘Política Social Prioridad de los 90’ publicado en 1978, vuelve sobre estos temas y tiene una visión optimista, pero le preocupan la capacidad de las instituciones frente a los desafíos de la seguridad y la justicia. Reconoce un mejoramiento en las condiciones de vida en las últimas décadas: en el Gini, salarios, vivienda y educación y analiza la importancia de la Transición Demográfica que se vivía en esos momentos. Tenía razón para su visión positiva; eran décadas de crecimiento que no hemos vuelto a ver: 5,51% promedio en la década 70-80 y 5,11% en la década 60-70 (Banco de la República, 1999).
‘Los de Arriba y los de Abajo’ (1984) una investigación empírica de movilidad social que llega a conclusiones interesantes. Afirma que el período 1965-1980 fue muy positivo para los pobres, pero no para la clase media, aunque los mayores beneficios fueron para los sectores más ricos.
Plantea de nuevo su preocupación sobre la brecha rural-urbana, tema que estamos lejos de resolver. Además, reconoce como un gran logro en este período la entrada de la mujer al mercado laboral y la asocia con mejora del ingreso familiar, especialmente en los sectores pobres. Concluye que sin crecimiento no puede mejorar la distribución, una discusión que hoy cobra vida.
La sola mirada a estos primeros trabajos de Urrutia, sin desconocer que continuó sus actividades como profesor y sus investigaciones, permite concluir la gran vigencia de sus trabajos. La desigualdad es hoy un tema de debate en el mundo y debería serlo también en Colombia. Solo basta mirar el libro reciente de Diego Sánchez-Ancochea profesor de Oxford, ‘El costo de la Desigualdad’ donde plantea que América Latina es la muestra de las consecuencias de ser desiguales. Y Colombia no es la excepción. Más que doloroso, vergonzoso.
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Banco de la República.
Archivo EL TIEMPO
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Según el Dane 2022, el Gini es 0,55 y hace 44 años Berry y Urrutia encontraron que era 0,57. Increíble, no hemos avanzado frente a la desigualdad. Y peor aún si reconocemos que Colombia ha crecido y hoy es un país de ingreso medio alto. Más aún, 2/3 partes de la población son pobres, 36,6% y vulnerables, 30,7, la clase media solo alcanza el 29,9%. Lo anterior plantea tres temas hoy impostergables: revisión del contenido social de la política macro, análisis de las estrategias de transferencias a los pobres, e identificación de las causas del surgimiento de los vulnerables como clase social.
La obra de Migue Urrutia, pero especialmente sus primeros trabajos, deben tomarse como punto de referencia para la construcción de lo que debe ser la agenda del país, no solo del gobierno, a partir de 2026. La razón nos muestra claramente las grandes fallas del desarrollo colombiano lleno de pobres y de vulnerables. Es decir, Miguel Urrutia hoy más vigente hoy que nunca.
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CECILIA LÓPEZ MONTAÑO
Exministra.
E-mail: [email protected]
