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‘La transformación del país merece reconocimiento’

por Redacción BL
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‘La transformación del país merece reconocimiento’

Las siguientes son la palabras de Francisco Miranda Hamburger, director del diario de economía y negocios Portafolio, el pasado jueves en la noche, durante la entrega de los ‘Premios Portafolio 25 Años, cuya ceremonia se realizó en las instalaciones del Club El Nogal de Bogotá.

(Portafolio, 25 años premiando a los mejores). 

Esta noche es muy especial para nosotros: Premios Portafolio cumple 25 años. Mi contribución a esta larga tradición es, como todos saben, mínima y apenas comienza. Hoy estoy ante ustedes, celebrando esta vigésimaquinta edición, gracias al trabajo de mis antecesores en la dirección de Portafolio, Mauricio Rodríguez y Ricardo Ávila, así como de las cabezas de de la sala de redacción como Silverio Gómez, Édmer Tovar, Mauricio Galindo, Fernando Quijano y sus equipos de periodistas, los equipos comerciales y todos quienes contribuyeron en cada una de las 25 ediciones de estos Premios.

Ricardo Ávila, quien ocupó este atril por 12 años, nos acompaña hoy como miembro del jurado. Quiero invitar al auditorio a darle a Ricardo un fuerte aplauso.

Gracias Ricardo por la consolidación de los Premios Portafolio!

Han sido 25 años en los que hemos querido reconocer el valioso esfuerzo, el trabajo arduo y el compromiso social de centenares de empresas y personas que le han apostado a construir Colombia. Ha sido un cuarto de siglo en el que el dinamismo, la capacidad de reinvención, la adaptación y el emprendimiento han desfilado por esta ceremonia que hoy nos convoca.

Veinticinco ediciones de Premios Portafolio, incluyendo la de esta noche, que cuentan la historia del sector privado colombiano, la vida y obra de sus patriarcas y la enseñanza de la economía y los negocios.

Son las decisiones ejecutivas, las apuestas de negocios, las inversiones, las innovaciones, las enseñanzas y aprendizajes de docentes y estudiantes los verdaderos protagonistas año tras año de los Premios Portafolio.

Dentro de los 780 postulados y 50 finalistas de esta noche es evidente la diversidad en tamaños, sectores y modelos de negocios así como la vitalidad del sector empresarial de nuestro país. Nos acompañan hoy, incluso desde la mesa de los jurados, compañías centenarias y start-ups tecnológicas, sectores tradicionales y nuevas industrias, íconos empresariales y disruptores, aplicaciones móviles y astilleros, cemento y gigabytes.

Para quienes recientemente se preguntan, desde esferas como la política y el activismo social y con un tono crítico, sobre la contribución del sector privado y empresarial colombiano, los invitaría a recorrer la historia no sólo de nuestros Premios Portafolio sino también la de Colombia y su economía en estos últimos 25 años.

En este cuarto de siglo Colombia se ha transformado y transformar al país merece reconocimiento.

Se han transformado tanto las empresas como nuestra sociedad y nuestras comunidades. En estos 25 años la economía colombiana sólo ha tenido un año de crecimiento negativo, confirmando nuestra estabilidad. Esa dinámica de crecimiento más el aumento y mejor focalización del gasto social y los avances en formalización llevaron a que la pobreza monetaria pasara de la mitad de los colombianos en 2002 al 27 por ciento en 2018. Esto es el equivalente a más de un quinto de la población del país en media generación que ha escapado de las garras de la pobreza.

El país se ha transformado en numerosos frentes como la cobertura de servicios públicos básicos, la tasa de cobertura en educación primaria, secundaria y universitaria, el acceso y mejoramiento de viviendas y barrios y la adquisición por muchos hogares populares de bienes que hasta hace poco eran exclusivos de las clases medias.

(‘El diálogo social es el cortafuegos más poderoso’). 

Colombia se transformó de la mano de su sector empresarial y del trabajo y estudio duro de millones de colombianos que aprovecharon las oportunidades que una economía estable les generó. Asimismo, de la mano de un Estado capaz de tomar decisiones técnicas, evitar caer en el populismo, desarrollar una tecnocracia independiente y apostarle a unas políticas públicas orientadas a la reducción de la pobreza y al crecimiento económico.

Entre todos trasformamos a Colombia en este cuarto de siglo. Hoy, que atravesamos como sociedad momentos de rabia, incertidumbre y descontento, es necesario que lo recordemos. Y la transformamos por las vías institucionales, en el ejercicio de la democracia, en el desarrollo de las actividades económicas bajo el marco de la legalidad y con el disfrute de las libertades económicas y políticas.

Pero la transformación fue incompleta, desequilibrada e insuficiente. Hace pocos días estalló en el país una oleada de protestas y marchas que evidencian una sensación de rechazo y un deseo de cambio.

Si bien el pesimismo no nació ayer, ni es exclusivo de este gobierno, y las motivaciones de los manifestantes conforman una amplia y variopinta gama, existe el fermento común de la desigualdad y esa sensación, dentro de los jóvenes, de que la cancha está desequilibrada en su contra.

Por qué si avanzamos, nos transformamos y hoy crecemos en medio del estancamiento, hay tanta rabia en las calles, podría preguntarse un observador externo. Porque, como dijo Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, “la historia del progreso es también la narración de la desigualdad: vías de escape para algunos, mientras otros se quedan horriblemente atrás”.

Aquellos que escaparon de la pobreza hoy temen volver a ella mientras que las rutas más conocidas de escape- un empleo estable y una educación accesible y de calidad- no están actualmente disponibles para todos.

Ese terror de estar quedando atrás es el combustible del actual descontento. Además de los más vulnerables, debemos voltear la mirada a los rezagados.

No es la única razón para protestar pero es una razón que no debemos nunca soslayar ya que no se arregla en una mesa de negociación con los promotores del paro ni tampoco en un acuerdo con todas las fuerzas políticas. El descontento no viene con manual de instrucciones de manejo ni es idéntico al de otros países. Más que una batalla de ideas o de modelos económicos, el Gobierno Duque una batalla contra el descontento.

Hoy más que nunca debemos recordar la transformación de Colombia en estos 25 años.
Porque en los aciertos y en las falencias de ese cambio reciente de nuestra sociedad están las semillas para abordar los ajustes y las reformas. Aciertos como la confianza en el sector privado y empresarial como motor de la economía y generador de riqueza, mientras otros países optaban por otros modelos económicos.

Falencias como la persistente inequidad en el sistema de pensiones, el de salud, la administración de Justicia y entre las distintas regiones y entre hombres y mujeres. Falencias como la incapacidad de poder enfrentar de una manera creíble y contundente a la corrupción. Falencias como el regreso al desempleo de dos dígitos que golpea duramente a jóvenes y a mujeres en el más colosal desperdicio de talento de nuestra economía.

Hoy más que nunca no podemos olvidar de dónde hemos venido y cómo hemos cambiado.

Porque cualquier esfuerzo por escucharnos e implementar reformas debe construirse sobre lo que hoy tenemos y sobre lo que nos falta, que es mucho.

Todos en este auditorio estamos familiarizados con los buenos datos de la economía en este año. Crecemos a un ritmo promedio superior al 3 por ciento en medio de una región camino al estancamiento, movidos por la inversión y el consumo.

Sin embargo, la invitación es a no caer en triunfalismos. Podemos reconocer esta senda positiva sin desconocer los riesgos fiscales y de empleo que enfrentamos.

Podemos aceptar que el crecimiento de hoy es insuficiente y lejos de nuestro potencial y buscar canalizar las rabias y las frustraciones. Podemos apoyar la urgencia de reformas, tributarias y socioeconómicas que ya transitan en el Congreso, y advertir una alerta sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas a partir del año entrante. Podemos promover incentivos y estímulos fiscales para crecer al mismo tiempo que señalamos la necesidad de compensar el recaudo.

No podemos olvidar de dónde venimos porque corremos el alto riesgo de darle la espalda a años de dinamismo económico por dejarnos llevar por la polarización.

Hace unos días el presidente Duque denunciaba a los pirómanos que buscan ganar con violencia lo que no ganaron en las urnas. Pirómanos con ganas de incendiar la sociedad colombiana siempre ha habido, con la palabra, con las armas y con ambas. El problema es cuándo miles y miles de ciudadanos se convierten en yesca, madera seca, fácilmente combustible, rápidamente propagable. El mensaje a los oídos del Gobierno es claro: el diálogo social es el cortafuegos más poderoso.

Una de las decisiones del Gobierno para enfrentar el descontento es la convocatoria de una gran Conversación Nacional. Como escribió el teórico político británico Sir Bernard Crick en su “Defensa de la Política”: Si el problema fundamental de la sociedad es que las demandas son infinitas y los recursos escasos, la política, y no la economía, es la ciencia maestra».

Acierta el Gobierno en activar un mecanismo de diálogo social de esta naturaleza política y ha acertado en el perfil de los moderadores. Pero no puede ser cualquier escucha sino que debe contener varios elementos: una escucha incluyente, regional, fuera de la Casa de Nariño, con agenda acotada, bajo la sombrilla del Plan Nacional de Desarrollo y restringida por la viabilidad técnica y presupuestal.

La Conversación Nacional constituye tanto una promesa como un riesgo. Es sin duda una ventana de oportunidad para construir entre todos- los que marchan y los que no marchan, los opositores al gobierno y los que lo respaldan, los de la cacerola y los del casco- una hoja de ruta que nos devuelva la esperanza, recupere la confianza y apacigue la frustración de un bloque de la sociedad. Como afirmó el presidente francés Emmanuel Macron al iniciar su propio proceso de escucha, el gran debate: “Así es que pretendo transformar la rabia en soluciones con ustedes”.

La Conversación Nacional es asimismo un espacio para que el Gobierno, y el resto de la sociedad, se encuentre con los jóvenes, esta nueva generación que nos reclama no sólo un campo de juego más equilibrado sino también una sensibilidad diferente hacia el género, el trabajo, los animales y el ambiente.

El Gobierno está en mora de entender que a la nueva generación hay que escucharla y ésta, en mora de entender que la escucha es una vía de dos carriles.

Sin embargo, una discusión abierta y sin límites es un gran riesgo para esta salida política así como un debate sin las necesarias restricciones presupuestales y viabilidades técnicas. La tecnocracia no necesariamente está opuesta a la política. Al contrario, enmarca las aspiraciones y ayuda a identificar lo que perdemos y los que ganamos con cada decisión.

El papel y la participación del sector empresarial en la Conversación Nacional son de la máxima importancia.

Prácticamente todos los puntos de la agenda definida tocan al sector privado. La mejor manera de combatir ese creciente sesgo antiempresa que se percibe en algunos sectores políticos y sociales es mediante la activa participación en los espacios de debate tanto de las grandes empresas como de las pequeñas y medianas.

Tras 25 años la historia de los Premios Portafolio se seguirá escribiendo. Nuestra invitación es a no olvidar cómo los valores del emprendimiento, el trabajo duro, la disciplina y la innovación contribuyen a un mejor país, a una sociedad más próspera y más lista a adoptar cambios dentro de la democracia.

Aprovecho para felicitar a los ganadores que en poco tiempo serán anunciados. Detrás de cada una de las 780 postulaciones a los Premios Portafolio está una apuesta a crecer, una historia de progreso y una decisión de confiar en Colombia. Revisarlas es la mejor manera de entender por qué nuestro país tiene futuro, por qué debemos proteger lo logrado para adaptarnos, por qué debemos reformar para poder conservar.

En momentos de incertidumbre y de frustración es aconsejable levantar la mirada del suelo y recordar el punto de nuestro destino. Queremos una Colombia que derrote la violencia, justa, equitativa, productiva. Una tierra de oportunidades para todos que cierre las brechas sociales y económicas entre los colombianos, resistente al populismo e inmunizada contra la polarización.

Mientras recordemos el camino recorrido en estos 25 años, contaremos con las lecciones, el entusiasmo y la apuesta a futuro para seguir transformando a Colombia.
Muchas gracias.

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