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Abuso de la tecnología: deshumanización social

Parece oportuno comenzar este artículo con una frase del reconocido economista E.F. Schumacher: «En el momento presente hay muy pocas dudas de que toda la humanidad está en peligro mortal, no porque carezcamos de conocimientos científicos y tecnológicos, sino porque tendemos a usarlos destructivamente, sin sabiduría». En su maravilloso libro Lo pequeño es hermoso, expone esta idea acerca del uso y el abuso de la tecnología moderna, y también muchas otras ideas no menos importantes y muy adecuadas para los momentos que estamos viviendo.

Habla Schumacher de la diferencia entre conocimiento y sabiduría, y añade: «Sin sabiduría el hombre se ve obligado a construir una economía monstruosa que destruye el mundo, y a buscar satisfacciones fantásticas como la de poner un hombre en la luna». Sin duda, son palabras para reflexionar acerca de los muchos avances científicos y tecnológicos del último siglo, y que no tratamos aquí de obviar ya que son muy evidentes sus aspectos positivos, en especial cuando se emplean con sabiduría. ¿Qué quiere decir esto?, que los conocimientos en sí mismos se pueden utilizar para un mayor bien de la humanidad, para liberarla de la ignorancia, la injusticia, la esclavitud, la violencia, etc., o bien para controlarla, incluso someterla, llegando a una deshumanización social de la que hablan tantos autores.

En efecto, muchos aspectos de las diversas administraciones públicas y entidades privadas, al hacer uso (más bien abuso) de los avances tecnológicos, están llegando a esa auténtica deshumanización social, como por ejemplo, cuando el ciudadano necesita o desea ponerse en contacto con ellas y solo logra hablar con un robot o una fría cinta grabada que le marean de un lado para otro sin conseguir que le ayuden o le informen. ¿A quién beneficia esto? Desde luego al ciudadano, no, él se siente más bien impotente, frustrado y decepcionado; en cambio, a las administraciones públicas y entidades privadas les ahorra personal y les genera más ingresos, y por supuesto, causa más paro. Estos hechos son los que hacen decir a Schumacher que la humanidad está en peligro mortal, porque tendemos a usar los conocimientos científicos y tecnológicos destructivamente, no para el beneficio del ciudadano.

Son muchos los autores que han advertido sobre este peligro de las nuevas tecnologías utilizadas sin una verdadera formación. Uno de ellos es el psiquiatra, psicólogo y neurocientífico alemán, Manfred Spitzer. En su libro Demencia Digital: El peligro de las nuevas tecnologías dice: «Quien deja que piensen por él no llegará a ser ningún experto», y añade que los alumnos deben aprender a pensar por sí mismos, a crear sus propias herramientas o a aprender a hacer un uso adecuado de las que ya tienen a la mano. Y sobre los ordenadores, puntualiza: «Los ordenadores pueden tener ventajas, pero una de las desventajas más importantes es el hecho de que no fomenta la formación de jóvenes, sino todo lo contrario: la inhibe. Aquellos niños que hacen uso de los medios digitales a una edad temprana, pueden estar ocasionando que su crecimiento (su madurez) se vea atrofiada, y pueden llegar a producirles trastornos de atención y de lectura».

¿Hasta dónde podrá llevar este uso inadecuado de los avances científicos y tecnológicos? No parece fácil preverlo, lo que parece evidente es que las nuevas generaciones están siendo víctimas inconscientes de los múltiples atractivos creados por los medios digitales, las redes sociales y todo lo derivado de la tecnología. Pero, en el fondo, ¿a qué puede obedecer esto? Para cualquier educador la razón no puede ser otra que el fracaso de la educación convencional, generadora de egoísmo, ambición, búsqueda del éxito social, y que se asemeja más —como recuerda el físico F. Capra— a una fábrica (en la que los alumnos son objetos de consumo), que a un centro educativo, donde ha de prevalecer el niño como persona humana y en el centro de la educación.

Un cambio profundo en la educación sería la solución a este grave problema que sufre hoy nuestra sociedad, enseñando a los niños y los adolescentes, entre otras cosas, a realizarse como seres humanos responsables, sensatos y solidarios, a hacer un uso responsable de todos esos medios, de esos avances tecnológicos, que tienen un gran poder destructivo si los utilizamos sin sabiduría, como recuerda Schumacher. Pero parece que estamos lejos de llevar a cabo esta verdadera educación, a juzgar por los intereses que privan en la mayoría de los políticos y los gobernantes, e incluso por una cierta apatía que domina en buena parte de la población.

Finalmente, como educador, deseo que los gobernantes, los padres, los maestros y profesores, y en general todos los educadores, desarrollen la conciencia y la responsabilidad social que les corresponde, para tratar de cambiar esta sociedad que, a veces, da la impresión de haber perdido el norte y de caminar hacia un precipicio, hacia ese «peligro mortal» de Schumacher. ¿Tendrá algo que ver la pandemia mundial del coronavirus con ese peligro mortal? No lo tomemos a broma.

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