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Acervo racista

Acervo racista
Imagen de Darwin Torres

“Parecen animales. Se les advierte y no entienden”- se le oyó decir a uno de los sicarios que el 24 de enero asesinaron a cinco afros en el corregimiento Chambimbal de Buenaventura. Según testigos, los criminales casi siempre son antioqueños, algunos son negros con acento paisa, todos foráneos que a sangre y fuego desde hace más de una década imponen su ley en la región.

Es este otro episodio sangriento de los que en el oeste colombiano han padecido sin tregua los indígenas, los afrodescendientes, los mestizos campesinos, víctimas de la barbarie histórica impuesta por generaciones de castas con acervo racista.

El primer acto genocida lo cometieron en 1510 troperos españoles al mando de los conquistadores Fernando de Encizo y Vasco Núñez de Balboa, que para usurpar los estratégicos terrenos que ocupaban los Kunas en las esquina noroccidental del golfo de Urabá, masacraron las huestes del cacique Cémaca y sobre su bohío levantaron la iglesia fundacional de Santa María la antigua del Darién, ciudad que duró solo una década porque se había convertido en la comuna libertaria de los compinches del insurrecto Balboa. Abandonada en 1514, algunos esclavos africanos huyeron al sur a fundar palenques en libertad cimarrona. Los Kunas esclavizados para mineros, incendiaron las casas abandonadas y recuperan los terrenos de lo que hoy es el municipio Unguía.

El descubrimiento del océano pacífico y de la riqueza aurífera del litoral más las noticias del imperio Inca, presuntos custodios del mítico Dorado, motivó expediciones ambiciosas. Francisco Pizarro, Sebastián de Belarcázar y Diego de Almagro, con ejércitos fuertemente armados, dirigiéndose hacia el sur en avanzada sanguinaria, fundaron sus ciudades a punta de desalojos, usurpaciones, violaciones, profanaciones, masacres y etcétera de crímenes que resultaría morboso mentar con tinta glauca detalles de la ominosa barbarie.

Falta explicar que los indígenas sometidos les eran útiles a los invasores por conocedores de los peligros y las cualidades de la naturaleza oriunda, por lo mismo cayeron en la oferta de los comerciantes de esclavos que vendían negros africanos a los conquistadores que iban hacia Quito y Perú y especialmente a los que requerían mano de obra en Popayán y Cali las prósperas ciudades que fundó Belarcázar.

Los esclavos indígenas eran buenos mineros, excelentes guías y expertos labriegos, pero también iracundos, de hecho hubo un levantamiento de Pijaos que se tomaron Popayán y mataron al gobernador Vasco de Quiroga. Por ello los negreros prefirieron la venta de africanos, que traían desde Cartagena y que también cazaban asaltando los palenques de los cimarrones fugados de sus amos cartageneros y sobre todo los libretos por el líder Benkos Biohó, que huyeron de la toma traicionera que hicieron los españoles del palenque de San Basilio.

Este historial esclavista explica la gran presencia de afrodescendientes en el litoral pacífico, así como el actual empoderamiento de las comunidades indígenas en los departamentos Nariño, Cauca y Chocó. También el racismo interiorizado como blasón de honor por las seculares sagas de hacendados que heredaron y mantienen la preponderancia en la región de sus ancestros coloniales.

Verbigracia, el tradicional comercio de esclavos africanos que inauguró en 1570 el negrero payanés Jacinto Arboleda, lo mantuvieron varias generaciones de la familia, incluso de modo furtivo después de que el presidente Mosquera aboliera la esclavitud, de esta práctica hizo leyenda el líder conservador Sergio Arboleda y Pombo, bisnieto del pionero esclavista y en cuyo honor lleva su nombre una universidad en Bogotá.

Ciertamente la navegación marítima por el Atlántico ha sido la principal porque es la ruta expedita para la comunicas con Europa colonizadora. La relación con los países orientales hasta ahora se está animando lo cual demuestra el racismo latente hacia los asiáticos por parte de los imperios occidentales. De hecho el puerto de Buenaventura en el Pacífico colombiano no fue construido por los españoles sino por gobiernos republicanos.

Tampoco se ha tenido la voluntad política para impulsar el desarrollo turístico en las bellas playas de la costa pacífica colombiana, ni de fomentar proyectos industriales sostenibles a partir de las riquezas naturales de la región, es porque subyace en nuestros gobernantes el acervo racista, del cual el centralismo también es un modo y porque para la tradición de hacendados antioqueños, caucanos y vallunos es preferible mantenerse en el modo feudal con servidumbre de indígenas, negros y mestizos bastardos.

Hay racismo sin duda en el abandono Estatal, hay racismo en la displicencia que demuestran las autoridades ante las problemáticas sociales y económicas de la región, hay racismo en la alevosía y la sevicia con que las bandas criminales de hoy en día someten a las poblaciones del litoral Pacífico.

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