El pasado 10 de febrero, después de siete meses de ejercer la dirección del servicio de inteligencia español de forma interina, Paz Esteban agradecía a la ministra de Defensa y al presidente del Gobierno su confianza por haberla elegido secretaria-directora del CNI. En su discurso destacó que ese gesto le daba a la institución la «tranquilidad» necesaria «para recorrer con normalidad esta etapa excepcional que hemos atravesado».
Lo que quizá no preveía Paz Esteban es que, en realidad, la etapa excepcional estaba por llegar. Hoy, dos meses y medio después de esas palabras, todo ha cambiado en nuestras vidas. También lo ha hecho el funcionamiento de la institución responsable de «facilitar al presidente del Gobierno y al Gobierno de la Nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones», según reza el artículo 1 de la Ley 11/2002 reguladora del Centro Nacional de Inteligencia.
Ser miembro del CNI es difícil, más aún en tiempos de pandemia. Las medidas de confinamiento llegaron a la Cuesta de las Perdices con anterioridad a la declaración del estado de alarma. La rotación de analistas y operativos para reducir el riesgo de contagio en una plantilla de miles de trabajadores se han hecho evidentes, al igual que las entradas y salidas escalonadas y el fomento del «teletrabajo» que, en una institución en que la primera máxima es la seguridad, es aplicado con todas las matizaciones posibles. Si hay algo en común a todos estos requerimientos es que el servicio no se vea disminuido en un trabajo que, más bien, es «un estilo de vida».
Las recomendaciones adoptadas en otras administraciones públicas, como la suspensión de pruebas selectivas, modalidades no presenciales de trabajo, la suspensión temporal de cursos y formación, reorganización de turnos y desplazamientos fuera del lugar de residencia, son también aplicables al centro, si bien están supeditados, como no puede ser de otra forma, al interés nacional.
Sin embargo, otros servicios esenciales de «la Casa» se han visto reforzados y viven estos días una actividad realmente frenética. Es el caso de la vigilancia informativa, la obtención de inteligencia económica, el asesoramiento a las altas instituciones del Estado y la protección del ciberespacio español.
El CNI no es ajeno a las campañas de desinformación que, aprovechando la pandemia, pueden poner en peligro la estabilidad del Estado. Al igual que sus homólogos europeos, «la Casa» identifica y controla las informaciones que puedan suponer una amenaza contra el Estado o contra la libertad de información de sus ciudadanos.
En este sentido, la colaboración y creación de grupos de trabajo con los países miembros de la OTAN y la UE está cobrando hoy más importancia que nunca. La Organización Atlántica, a través de sus ministros de Defensa, al que está adscrito el CNI, señala la importancia de «contrarrestar los crecientes niveles de desinformación y propaganda por parte de actores estatales y no estatales» que, en el actual contexto, hace que resulte una prioridad «combatir la difusión de narrativas dañinas y engañosas a través de la desinformación». Es una labor soterrada pero que, hoy en día, se ha manifestado tan o más importante que la transformación de los datos en inteligencia, labor primordial de cualquier servicio de inteligencia occidental.
Además de la lucha contra la desinformación internacional, el CNI está presente en los múltiples órganos de coordinación de la Administración, que se han visto reforzados a raíz de la pandemia. Es el caso del Departamento de Seguridad Nacional, que cuenta con la participación del CNI, y en el que se ha creado una célula especial de seguimiento de la crisis, tratando de focalizar los recursos de este departamento en el asesoramiento al presidente del Gobierno y en el que el CNI tiene un papel destacado. Este organismo ya advirtió en 2018 de las medidas que debían ser adoptadas en caso de pandemia.
La colaboración con el sector privado es otro de los trabajos que se han visto multiplicados durante los dos meses que estamos próximos a cumplir de pandemia y confinamiento. Tradicionalmente, el centro mantiene una relación constante con las empresas privadas, especialmente en aquellas consideradas estratégicas, bien sea por pertenecer a un sector en concreto, o por su especial importancia en el mercado. El intercambio de información entre estas compañías y la dirección del CNI se ha visto incrementado exponencialmente, tanto para la obtención de inteligencia económica sobre la evolución financiera de la crisis, como para conocer la exposición de las empresas estratégicas en una situación cambiante dentro y fuera de nuestras fronteras.
Junto a la labor preventiva y asesora, el CNI también está siendo clave en la protección del ciberespacio español. Es el caso del Centro Criptológico Nacional (CCN), órgano adscrito al CNI y encargado de garantizar la seguridad de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en las diferentes entidades del sector público y la protección de las comunicaciones entre las altas autoridades del Estado.
Cada conferencia de presidentes autonómicos, rueda de prensa, conexiones entre altos funcionarios o reuniones del mando único, por poner algunos ejemplos, cuentan con su supervisión, algo que a los mismos funcionarios les somete a un estrés permanente para evitar cualquier tipo de ataque a la comunicación, un vector fundamental y estratégico en esta “nueva normalidad” impuesta.
Junto a esta labor esencial, el CCN redobla sus esfuerzos en la defensa del ciberespacio español, tanto en el Sector Público como en los sectores estratégicos. Para materializar este propósito, elabora las recomendaciones de seguridad en el teletrabajo, alertando de las brechas de seguridad en las temidas video conferencias, «auténticas entradas para la fuga y obtención de información» y que pueden afectar tanto a empresas privadas «de las más conocidas del IBEX», como al «particular que toma el aperitivo virtual los domingos».
El mismo CCN ya alertó del repunte que había detectado en las campañas de malware que utilizan el Covid-19 como pretexto para infectar u obtener información de empresas y particulares españoles, tanto en territorio nacional como extranjero. La última de estas alertas informa sobre la afectación de código dañino detectada en ‘downloaders Guloader’, que el CCN ha identificado en España y Portugal y que, bajo la promesa de una falsa vacuna contra el virus, insta al destinatario a abrir un archivo adjunto.
Son los tiempos de la pandemia, que obligan a reinventarse en la nueva normalidad. Precisamente, la nueva directora secretaria señalaba dos aspectos para que el CNI pudiera convertirse en una maquinaria que funcionara más y mejor. Por un lado, hacerla más moderna, flexible e innovadora, y por otro, aplicar nuevos métodos y procedimientos de trabajo a una realidad cambiante que exige lo mejor de las instituciones. Lo que hace dos meses parecía una promesa se está convirtiendo hoy en una realidad sobrevenida para los más de 3.000 profesionales públicos de la inteligencia en España.