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Adicta al dolor – Noticiero 90 Minutos

por Redacción BL
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Adicta al dolor

Crédito de foto: Especial para 90minutos.co

“Mi corazón dolido aún se muere por ti.

Yo sigo convencida que nací para ti.

Mi corazón dolido aún se muere por ti.

Me sigue preguntando por qué tú eres así.

¿Por qué tú eres así, mi amor? Y yo te amo así”.

Hizo carrera en Colombia una frase sobre Faustino Asprilla que le han endilgado a tantos que ya no le pertenece a nadie. Solo a todos. “Al Tino no le dio la gana ser el mejor jugador del mundo”. Y tal vez lo fue, un par de semanas o meses. En algunos partidos. Pues se me ocurre parafrasear de la manera más vulgar y descarada esa idea con la protagonista de Collar de perlas, que tiene pegada la canción en voz femenina más exitosa de este año desgraciado. A Marbelle no le ha dado la gana ser la más famosa cantante de Colombia. Porque es la mejor de lejos. Y proyectar su carrera en Latinoamérica. Ni Arelis Henao, ni Paola Jara, ni Dora Libia, ni Lady Yuliana, ni Francy, ni todas las reinas, princesas y súbditas del despecho, le llegan a los tobillos a esta pequeña, porfía y grandiosa artista.

Debe decirse para comenzar que Maureen Belky se zafa del género popular exclusivamente, porque canta lo que sea. Se mueve con holgura por la balada, el bolero, la ranchera, la tecno carrillera, el pop, la guasca y todo lo que le pongan. O lo que ella decida, porque tras una vida manipulada por su mamá (q.e.p.d y le diseñó su vida como si fuera otro patrón de su modistería) esta mujer ahora hace lo que se le da la gana. Es tan polifacética con su voz como polémica con su vida. Fuma, bebe, hace escándalos y busca el Amor sincero sin tregua hace varios hombres. Además de actriz de su propia historia, jurado de reality, compositora de algunos temas y presentadora de magazines, esta mujer es un resumen de la pesadilla colombiana, porque a esta vaina no puede decírsele sueño.

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No la tiene fácil nadie en este país, sobre todo si nace en Buenaventura. Así hubiera sido una cuestión circunstancial producto del traslado del policía boyacense que le correspondió como papá, más que como padre. Todos sabemos que hay zonas de la nación que son castigo para cualquiera: para el policía, el militar, el médico, el docente o el periodista. De ese trasegar primario de su familia por el territorio para rebuscarse la vida, ha de venir esa intermitencia que en Marbelle puede llegar a considerarse inestabilidad, pero suele ser la dinámica del desapego que tienen la mayoría de artistas. Aparece y desaparece con la misma facilidad. Cuando nadie sabe de ella emerge un proyecto como Mujeres a la plancha o da por terminada una relación que había dicho era definitiva. Una mujer talentosa no necesita marido, con un buen amante le basta. Pero cuando se han tenido tantas limitaciones, los vacíos se llenan con cualquier cosa: trago o parejas. Y aplica para todas las personas.

Seis son los compositores de Adicta al dolor, el éxito que la hizo sonar de nuevo. Cinco hombres y Marbelle. Eso se nota. Es una oda machista y patriarcal. La infidelidad es el tema y comienza con un oxímoron lapidario: “Hoy yo quiero brindar, por tu maldito amor…”. Ningún amor si es verdadero puede ser maldito. Si así se considera, pues no lo es. No lo fue. No será nunca. Por supuesto, en las rupturas los argumentos son reemplazados por la acusación escueta de todo lo negativo y por eso no suele reconocerse nada auténtico. En esta canción, la cuestión es que la infidelidad no se transforma en desamor, sino en una aceptación que raya en la resignación. Y eso no está bien. Uno entiende que las figuras literarias de las canciones se refuerzan con las historias paralelas de los videoclips -cuando están bien hechos- y en este caso lo que en la letra es intangible: “De todo lo que me hiciste y nunca te arrepentiste…” en el producto audiovisual es maltrato verbal y físico directo. Una historia de vida, años de trabajo compartido que permiten el progreso económico de la pareja, que el hombre maltratador arrasa. Un cliché.

Tal vez el éxito de Adicta al dolor sea la mediatización de eso que los medios llaman violencia de género. Me disculparán las feministas, pero la violencia no tiene género. Hay personas -independientemente de su sexo o sus preferencias sexuales- que resuelven sus conflictos de forma violenta y personas que no. Se ha criminalizado a todo el género masculino. Su superioridad física y su torpeza sentimental pueden ser las razones, pero se desconoce que el maltrato psicológico de las féminas es un arte milenario que erosiona como la gota la roca. Un amigo dice que la aritmética de las relaciones no le cuadra. Todos los hombres son infieles (perros), dicen las mujeres. ¿Y con quiénes? Responda usted con honestidad por favor. Alguien miente. Oculta. No alardea. Julio César les llama el género morrongo. Bueno, para ser consecuente la morronguería tampoco tiene género.

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La violencia es una lacra y debe erradicarse. No importa el género del puñetazo. La sangre tampoco tiene género. Una frase de la tercera estrofa es otra perla: “Todas tus conversaciones con tus ex ya me las sé”. Las mujeres no suelen soportar que su pareja hable con sus ex, pero cuando la sacan definitivamente de su vida le piden que sigan siendo amigos. Entonces. ¿Al fin qué? Podemos ser amigos de ellas, pero no de las anteriores. Y ni hablar del respeto y la confianza. Revisan más celulares que un servicio técnico y clonan más redes que los chinos marcas. La antítesis de la canción es que, a pesar de todo, esta mujer ama al hombre que la maltrata. Noble y sumisa lo descubre sin descubrirse. Si cuando se llora se lava el alma, Marbelle en este video se la despercude. Fuma, bebe, reprocha y se reprocha, alega y pelea, golpea y se derrumba. Y, al final, acepta su destino fatal: “Mi corazón dolido aún se muere por ti. Yo sigo convencida que nací para ti”.

Hombre no. O el amor no es maldito o ella en realidad sí es adicta al dolor y lo promueve. Prefiero lo primero. El amor es sublime, total, absoluto, invencible, avasallador. Cuando se ama de verdad no suele pensarse en el final. El amor es eterno mientras dura, cantó Vinícius de Moraes. Aunque Jotamario Arbeláez le metió un latigazo nadaísta: El amor es eterno, mientras dura dura. Lo contrario al amor verdadero es la pasión o el simple deseo. Un coito no es amor, así como un mensaje no es infidelidad. La interpretación es magistral y la puesta en escena algo sobreactuada, pero con todos los ingredientes del machismo que se promueve en los imaginarios sociales. Con violines, trompetas y un lamento extendido inigualable, se confirma la excelsa calidad interpretativa de Marbelle. Superó a Andrés Cepeda con su versión de Besos usados y a Pipe Bueno lo hace ver malo con el dúo del clásico Pa´ todo el año.

La canción coincide con el tiempo de la pandemia y el incremento de la violencia intrafamiliar y bidireccional en Colombia. Otra razón que puede explicar el tremendo hit de esta pieza musical. Ella entretanto tanto anda feliz con su novio ventiañero y con ganas de otro hijo a los 40, de otro tatuaje, de otro proyecto, de otra polémica, de otra cirugía, de otro porro y no precisamente el del compás partido. De otra actividad que confirme su idea de éxito: estar a gusto con su propia vida. Y que quienes la critican por ordinaria, por petisa, por gorda, por vulgar, por borracha, por haber vivido cerca de la galería Santa Elena en Cali, por haber convertido su vida en un infierno al lado de un policía con rango, por ser uribista, racista, por sus desnudos, por sus portadas en una veintena de revistas y por haber estado a punto de abandonar su carrera para irse de mesera a Ibagué, no reconozcan su talento le importa un pito. Tal vez por todo lo anterior no se le da la gana ser la más famosa cantante del país con proyección latinoamericana. Puede ser soberbia o ignorancia. O simplemente amor, propio. Y ese es el más ciego de todos.


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