in

Analisis de Ricardo Ávila: el fuerte impacto del coronavirus en la clase media – Empresas – Economía

Analisis de Ricardo Ávila: el fuerte impacto del coronavirus en la clase media - Empresas - Economía

A mediados de enero, las cosas pintaban bien para Marlon Baena. Tras la intensa temporada navideña, los pedidos de una clientela más amplia seguían llegando a CRJ Moda, la empresa que había fundado en 2016 con el fin de elaborar ropa deportiva bajo la modalidad de ‘paquete completo’ para algunas de las marcas de confecciones más conocidas del país.

Aparte de haber conseguido aumentos del 200 por ciento anual en ventas durante los dos ejercicios anteriores o de haber salido de la casa en donde comenzó con un puñado de máquinas para instalarse en una bodega de 500 metros cuadrados cerca de la estación Cisneros del metro de Medellín, le satisfacía inmensamente haber formalizado a sus 45 empleados. Tales logros lo hicieron merecedor en 2018 del premio Famiempresario del año, otorgado por la corporación de desarrollo social Interactuar.

Sin embargo, los sueños de seguir expandiéndose se chocaron de frente con la realidad el mes pasado, tras la irrupción de la pandemia asociada a la covid-19. Las noticias provenientes de otros lugares lo llevaron, inicialmente, a congelar la contratación de personal y parar las inversiones planeadas.

Aun así, poco o nada pudo hacer para reaccionar ante la llegada de la cuarentena, que lo obligó a detener la producción inmediatamente.

Endeudarse no vale la pena si el problema de la falta de ventas es el mismo

Hoy no se hace ilusiones sobre lo que sigue porque cree que volver al nivel de antes tardará meses y en cualquier caso le será imposible cubrir costos. “Esto va para largo”, dice Baena.

Confiesa que le quita el sueño la suerte del equipo que formó. A menos de que la situación cambie de manera radical, no le quedará más camino que salir de trabajadores que hoy están en licencia no remunerada. Aunque reconoce que hay medidas gubernamentales bien intencionadas, sostiene que “endeudarse no vale la pena si el problema de la falta de ventas es el mismo”.

Más que estados financieros

Pensamientos similares pasan por la mente de Andrés Felipe Cortés, creador de Termiexpress, que se dedica a los acabados litográficos en la capital antioqueña. Sus logros también fueron exaltados en otro momento en que el futuro se veía diferente, cuando lanzó una línea de cuadernos y los números pintaban bien, hasta tener en nómina a 27 personas.

Ahora presta con un par de colaboradores servicios de mensajería que cumplen protocolos de prevención del contagio y explora el uso de su planta física para entrenar a equipos especializados en desinfección de oficinas. Sabe que a menos que encuentre una respuesta viable, solo logrará sobrevivir hasta mediados de mayo.

Beatriz Flórez, el alma detrás de D’Kaché Burger, que cuenta con cuatro restaurantes en el área del valle de Aburrá, tuvo que acelerar de manera intempestiva el plan de despachar órdenes a domicilio. Eso le permite mantener sus operaciones, aunque de manera muy reducida.

Cuando se enfrentó al mandato de cerrar por varias semanas el 20 de marzo, les dijo a los 19 jóvenes que estaban bajo la figura de prestación de servicios que no podían continuar, aunque esperaba recomenzar pronto. La prolongación del confinamiento hizo todo más difícil y ahora hace malabares para proteger a sus 25 empleados de tiempo completo, si bien sabe que le quedan pocas salidas. “Es que no hay de dónde”, cuenta.

A pesar de los reconocimientos recibidos, de las felicitaciones de los clientes, de los sueños de hacer más, el coronavirus tiene a estas firmas ejemplares en dificultades serias. Preocupaciones similares son hoy por hoy la constante en los más diversos puntos de la geografía nacional. Con excepción de algunos sectores que han salido indemnes de la parálisis o de aquellos que incluso están aprovechando las oportunidades derivadas de la crisis, incontables sociedades se enfrentan a una probable liquidación.

La lista es amplia y va desde el organizador de excursiones turísticas hasta el salón de belleza de la esquina, pasando por el fabricante de plásticos a pequeña escala, el desarrollador de ‘software’ o el proveedor de servicios de transporte, entre muchos otros. Todos entran dentro de la categoría de mipymes, el acrónimo de micro, pequeña y mediana empresa que responde al nivel de ingresos respectivo, de las cuales hay más de un millón y medio en Colombia.

Aunque las multilatinas o las compañías de mayor tamaño se lleven los titulares usualmente, este último grupo es clave para el funcionamiento de la economía. Para comenzar, porque las unidades que componen el renglón son las grandes generadoras de puestos de trabajo en el país, con una participación cercana al 90 por ciento en las plazas que ofrece el sector privado y de al menos dos terceras partes en el empleo formal.

Es incuestionable que la vitalidad del sistema capitalista se nutre de la iniciativa de los individuos que buscan volver realidad una idea y edificar sobre la misma. Aun aquellos que más han tenido éxito comenzaron en pequeña escala.

No obstante, la mayoría de quienes logran salir adelante se quedan como mipymes, aprovechando cualidades como versatilidad y agilidad, que en más de una ocasión compensan la falta de capital o músculo financiero. El tejido social y el propio vigor de los cascos urbanos de todos los tamaños se nutren de los empresarios pequeños, especialmente los que suplen falencias que las grandes corporaciones no logran cubrir.

Es incuestionable que la vitalidad del sistema capitalista se nutre de la iniciativa de los individuos que buscan volver realidad una idea y edificar sobre la misma

Ese es el motivo por el cual numerosos gobiernos se preocupan de que este sector no sea una víctima más de la pandemia. A fin de cuentas, lo que está en juego va más allá de una fría cifra económica, pues se trata de relaciones con múltiples ramificaciones en la dinámica de una comunidad. En cada paquete de ayuda anunciado, independientemente del hemisferio, hay partidas específicas con destino a los negocios de menos de diez, cincuenta o doscientos trabajadores.

Además, hay otro elemento que resulta clave, al menos en el ejemplo colombiano. Como afirma el exministro Mauricio Cárdenas, “la clase media en nuestro caso pertenece sobre todo al grupo de asalariados. Entonces, todas las medidas que se tomen para proteger el empleo formal son fundamentales, lo cual pasa por la liquidez o el financiamiento de las empresas, al igual que lo relacionado con la reducción del pago de parafiscales”. iable

Una conquista en riesgo

Lo anterior quiere decir que aquí está en juego la evolución de los indicadores sociales en Colombia, pues, por más obvio que suene, detrás de cada balance con cifras en rojo, de cada señal de iliquidez, hay gente. Puesto de otra manera, no se puede desligar lo que les pase a las compañías, y sobre todo a las mipymes, de la calidad de vida de millones de familias.

Diferentes mediciones muestran que a lo largo de este siglo el país consiguió avances inéditos en su historia. Desde el punto de vista de la pobreza, la población en dicha condición se redujo del 49 al 27 por ciento del total, entre 2002 y 2018, de acuerdo con el Dane. De manera paralela, la clase media casi duplicó su tamaño, al pasar de 16 a 31 por ciento en el mismo lapso.

Por su parte, la Comisión Económica de América Latina hace una división diferente, asociada a los ingresos. Según su enfoque, tomando como base los datos de la encuesta de hogares, en 2017 el 39,5 por ciento de los colombianos se encontraban en los estratos medios.

Lo que está en juego va más allá de una fría cifra económica, pues se trata de relaciones con múltiples ramificaciones en la dinámica de una comunidad

A su vez, Camilo Herrera, de la firma de investigaciones Raddar, le da un peso mayor al segmento, que abarcaría al 42 por ciento de los colombianos en 2019. El gasto de consumo de ese grupo de personas representa cerca del 55 por ciento del total, señala el experto. Resulta evidente que si los hogares de la categoría se ven obligados a apretarse el cinturón, se acelerará un círculo vicioso con secuelas de largo plazo sobre la marcha de la economía.

Debido a ello, resulta bastante lógico poner en marcha políticas de respaldo a las empresas, con lo cual a su vez se aminora el golpe de la pandemia sobre la clase media. Los especialistas señalan que transferencias directas a las personas no dan el mismo resultado, pues lo indispensable es no destruir puestos de trabajo cuya creación se demorará si las quiebras arrasan con miles de firmas.

Tal es el propósito de los decretos de los últimos días, que van desde garantías para quien le pida recursos al sector financiero hasta esquemas de liquidez que sirven para pagar sueldos, pasando por el aplazamiento de las contribuciones a pensiones o la suspensión de ciertos parafiscales. Todos se enfocan en darles aire a las empresas en dificultades.

Mauricio Reina, investigador de Fedesarrollo, subraya que las medidas adoptadas por la administración Duque en los últimos días van en la dirección correcta. “Ayudarles a estos segmentos no solo resuelve una omisión, pues las decisiones iniciales del Gobierno se orientaron sobre todo hacia los vulnerables e informales, sino que además sirve para reducir el aumento del desempleo, preservar poder adquisitivo y mantener lista la capacidad productiva para cuando arranque gradualmente la actividad”, agrega.

La duda, en todo caso, es si lo hecho será suficiente. Como anota Reina, “muchas mipymes preferirán botar la toalla antes que pensar en endeudarse en esta situación”.

Un documento de la Universidad de los Andes planteó un esquema similar al puesto en marcha por Dinamarca, en donde el Estado asumió el costo de las nóminas a cambio de que no haya despidos. Más complejo aún es pensar en condonación parcial de préstamos.

Lo hecho sirve. La presidenta de Asomicrofinanzas, María Clara Hoyos, dice que “periodos de gracia amplios como los planteados y plazos más largos les van a permitir a muchas compañías sobrepasar estos dos o tres meses que quedan, mientras el negocio vuelve a reactivarse. Eso es clave porque el consumo comienza por aquí”.

Sigue la disyuntiva

Muchos desenlaces dependen, por supuesto, de las determinaciones que tome la Casa de Nariño con respecto al futuro cercano. De acuerdo con lo anunciado, el “aislamiento inteligente” comenzará el 27 de abril, pero los pormenores del mismo todavía no se conocen.

Y es que más allá del propósito de descongelar gradualmente las restricciones actuales, aquí se aplica plenamente el dicho según el cual ‘el diablo está en los detalles’. En partes de Europa como Austria o la propia España, más negocios no esenciales podrán abrir sus puertas. Algunos países de Escandinavia permitirán que los jardines infantiles operen de nuevo, mientras que Hong Kong acepta que los restaurantes atiendan al público, siempre y cuando exista una distancia mínima entre mesa y mesa.

Al respecto, la Organización Mundial de la Salud ha hecho sonar sus alarmas. El peligro es que el regreso de la cotidianidad venga acompañada de una segunda ola de contagios, tal como se ha visto en Singapur o Taiwán. Es incuestionable que, a falta de una vacuna, el virus podrá esparcirse con más velocidad si la gente vuelve a la calle.

El problema es que poner en hibernación a cualquier sociedad hasta que aparezca una cura es imposible, por múltiples razones. Además del impacto económico, del aumento en la pobreza o de las dificultades de incontables hogares de clase media al momento de honrar sus obligaciones, está el costo emocional cuyo saldo sube con el encierro. Los reportes provenientes de Wuhan –la ciudad de China donde comenzó todo esto– hablan de una población traumatizada, a la cual le tomará tiempo superar la experiencia de enclaustrarse por obligación.

En el camino quedarán muchos sueños rotos. Marlon Baena, quien comenzó a trabajar a los 15 años y se ha quebrado varias veces, sabe que de una u otra manera saldrá adelante “con la ayuda de Dios”. Pero, no obstante tener fe, insiste en que le preocupa el empleo. Nadie que jamás haya creado uno, sabe lo difícil que es abrir una vacante y la responsabilidad que conlleva, sobre todo cuando circunstancias extraordinarias como las actuales hacen que incluso los negocios prósperos y rentables de hace un mes ahora hayan dejado de ser viables.

RICARDO ÁVILA
Analista Sénior
Especial para EL TIEMPO

Fuente de la Noticia

Deja una respuesta

¡Se confesó! Julio Comesaña, técnico del Junior, habló de todo en plena Semana Santa

¡Se confesó! Julio Comesaña, técnico del Junior, habló de todo en plena Semana Santa

Alarma en Colombia por primeras muertes de médicos y reclusos por coronavirus | Sociedad | Edición América

Alarma en Colombia por primeras muertes de médicos y reclusos por coronavirus | Sociedad | Edición América