Redacción
Ya lo has hecho: le has dado el ’sí quiero’ al hombre de tu vida; llegas al hotel, te despojas del vestido que has escogido con tanto mimo, lo dejas sobre la cama… Y ahora, ¿qué? El vestido de novia está elaborado con tejidos y materiales muy caros y delicados, y es imprescindible ‘regalarle’ unos cuidados básicos para que aguante el paso del tiempo como debe ser… ¿Sabes cómo evitar que se llene de polvo en el fondo del armario?
Lo primero de todo, guárdalo en una amplia bolsa de plástico transparente y llévalo al tinte. Por mucho cuidado que hayas tenido, lo más probable es que los suaves tonos marfil que tenía al principio hayan adquirido un tono parduzco y muy poco chic… Una limpieza a fondo le devolverá su color. No olvides: cerciórarte antes de que todos los bordados de cristal y demás apliques estén en su sitio.
A la hora de guardarlo la mejor opción es una caja de cartón resistente, especialmente si tiene cola. Los vestidos de novia suelen pesar bastante, por lo que dejarlos colgados en la percha acaba deformándolos. Asimismo, la típica bolsa de tintorería o incluso la bolsa en la que te lo vendieron, puede ser perjudicial con el tiempo para el tejido, ya que impide que ‘respire’ adecuadamente. Lo mejor: envuélvelo en papel de seda para que absorba la humedad y ventílalo de vez en cuando para que la tela no se apelmace.
Mientras aún lo lleves puesto, debes intentar mantenerlo en buen estado hasta que acabe la boda. Intenta evitar las zonas ajardinadas y si te manchas de manera evidente (vino, café, chocolate…), ignora el impulso de lavarlo: el agua actúa como un ‘imán’ para la suciedad, y será peor el remedio que la enfermedad. Nuestro consejo: pide a una de tus damas de honor que vaya ‘armada’ con un quitamanchas instantáneo ‘por si las moscas’.