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Soldado se infiltró en las Farc y rescató a su madre guerrillera

Soldado se infiltró en las Farc y rescató a su madre guerrillera

Soldado se infiltró en las Farc y rescató a su madre guerrillera

Un militar colombiano se internó en los dominios de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) con la sola consigna de rescatar a su madre, una guerrillera que ingresó contra su voluntad  a esta organización cuando era adolescente y que soñaba cada día de su vida con reencontrarse con sus hijos.

Una crónica del diario colombiano El Tiempo cuenta la historia de alias “Carmenza” y de su hijo, el soldado “Alexander”. Dadas las circunstancias sus identidades están protegidas.

“Carmenza pasó casi 30 de sus 44 años en las Farc. Durante esas tres décadas, no conoció más que las primeras promesas de revolución y las más recientes evidencias de barbarie”, menciona la publicación. “Parió tres hijos que, ante la dureza de las reglas internas de la subversión, tuvo que dejar al cuidado de unos amigos del hombre que en esos años era su compañero”, agrega.

La afligida madre trataba de comunicarse con sus hijos y lo consiguió a través de unas cartas. Fue allí cuando “Alexander” supo de la persona que le dio la vida, pero que lo abandonó. 

"En una de esas cartas estaba dibujado un corazoncito que contenía varias explicaciones que de niño quise tener. Fue hasta ese momento cuando supe que tenía dos hermanas y que a mi papá lo mataron. Mis sentimientos en ese momento era muy confusos; sentía alegría y tristeza al saber que mi madre estaba viva", narra.

Al cumplir 18 años, "Alexander" se enfiló en el Ejército. En una base militar del sur del país, vivió sus primeros años como soldado. Cuando fue vinculado a lo que él mismo llama el "servicio secreto", logró ubicar a alias "Carmenza" y tener unos datos más o menos confirmados sobre la zona donde adelantaba tareas como responsable del adoctrinamiento político en las filas del Frente 34 de las Farc.

Desde allí nació su más gran anhelo: rescatar a su madre. Un sublime deseo que conocían sus superiores y amigos. De pronto, lograron contactarse y después de algunos meses encontraron el mejor momento para fugar, a inicios de este año.

"Llegué con muchos nervios. Estaba muy ansioso de conocerla. Me privé, me temblaban las piernas, al final me caí de la emoción. Por fortuna, los guerrilleros se rieron pensando que estaba así por haber ingresado repentinamente a su organización", menciona "Alexander".

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