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¡ATRÁPENLA, QUE NO ESCAPE!

Durante toda la semana que acaba de terminar, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López fue tendencia en redes sociales y estuvo en la mira de muchos columnistas de opinión de los principales medios escritos del país. La razón, haberse encontrado con su esposa en un supermercado cerca de su apartamento violando de esta manera la restricción de salir en compañía para hacer compras esenciales.

Según las versiones de Claudia y su esposa, la Senadora Angélica Lozano, una de ellas que ya estaba llegando a su casa, se percató que la otra estaba en el supermercado cuando vio el carro en el parqueadero, tomando la decisión de ir en ayuda para subir las compras al vehículo. No importa como haya sido, pero coincidieron las dos al mismo tiempo en un lugar público rompiendo la ley.

Hasta ahí todo bien. Norma infringida, multa ganada y además pagada por la propia Angélica Lozano, quien reconoció ante las autoridades el haber violado la ley. Pero la reacción exagerada de cierto sector político y la del Fiscal General de la Nación, Francisco Barbosa, pasaron a otra dimensión, a una que pareciera ser de un episodio del programa de televisión Aunque usted no lo crea de Ripley, pero en realidad tiene una gran dimensión política: abrir un proceso de investigación a la alcaldesa de Bogotá por parte del fiscal Barbosa.

Por qué digo que todo esto es de una gran dimensión política, sencillamente porque una investigación abierta por la Fiscalía podría terminar en prisión del acusado o su muerte política. Ejemplos hemos tenido en el país, uno de ellos fue el caso del escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal cuando fue destituido de su cargo como gobernador del Valle del Cauca en 1999. La Fiscalía lo acusó de enriquecimiento ilícito por recibir un cheque de 5 millones de pesos en 1990 por parte de un miembro del cartel de Cali, y otro cheque de 7 millones de pesos en 1992, también por parte de esta organización delincuencial. Álvarez Gardeazábal argumentó que esos dineros fueron fruto de la venta de unas esculturas. Al año siguiente, en el 2000, la Corte Suprema de Justicia condenó al gobernador a más de 6 años de prisión. Todo este proceso también produjo la muerte política del escritor.

Y es que la élite vallecaucana no le perdonó a Gustavo Álvarez Gardeazábal que haya derrotado tan estrepitosamente a uno de los grandes barones electorales de la región, Carlos Holguín Sardi. No importaron los apellidos de rancio abolengo Holguín y Sardi ni la trayectoria política. Álvarez Gardeazábal ganó las elecciones por más de 700 mil votos, equivalente al 65%, la mayor votación para una gobernación en las elecciones de octubre de 1997; mientras que Holguín Sardi obtuvo sólo el 29% de los votos, con 300 mil sufragios.

Cuando el escritor gana las elecciones como gobernador, ya contaba con una gran popularidad a nivel regional y nacional por su postura contra la corrupción y sus buenos resultados en sus dos períodos como alcalde de Tuluá. Y en su ejercicio como gobernador de los vallecaucanos entre 1998 y 1999, su popularidad creció aun más. Para ese entonces, la clase dirigente nacional también lo tenía en la mira y era considerado como un peligro para el establecimiento tradicional colombiano.

Un dato más que curioso, mientras Álvarez Gardeazábal ejercía como gobernador del Valle del Cauca, paralelamente Álvaro Uribe Vélez se desempeñaba como gobernador de Antioquia y comenzaba a sobresalir a nivel nacional. A diferencia del gobernante vallecaucano, Uribe sí era bien visto por la clase dirigente tradicional. Los egoísmos de quienes ejercen el poder en Colombia nos privaron de tener en contienda presidencial en el 2002 a dos súper pesos pesados, bueno, a uno de ellos lo mantuvieron y lo coronaron rey, al otro lo habían noqueado y matado políticamente 3 años atrás.

La historia de Claudia López no es distinta a la de Gustavo Álvarez Gardeazábal. Claudia ha sido una mujer que ha ejercido la política de una manera honrada, transparente, que ha luchado contra el cáncer de la corrupción y ha entendido que el ejercicio de la política es el ejercicio de servir al pueblo. Así lo han visto sus electores que la llevaron al Senado en el 2014 y ahora al Palacio Liévano.

A Claudia le han tratado de hacer campaña sucia por su tono de voz, por no quedarse callada y ser frentera lo que le ha valido calificativos de gritona y loca. Cosa que no le dicen a sus adversarios políticos hombres, porque en nuestra sociedad patriarcal, está bien visto que un hombre grite y hasta amanece con darle en cara a su adversario. También la han atacado desde los sectores más conservadores debido a su orientación sexual como mujer lesbiana. La han tratado de descalificar como dé lugar, pero su tenacidad y su trabajo político la tienen hoy al frente del segundo cargo más importe de Colombia.

Lo del fiscal Barbosa es sólo una muestra de lo que se le viene a la alcaldesa porque buscarán su muerte política. Si bien es cierto que apenas lleva 4 meses en el poder, Claudia sigue dando buena lección sobre la manera de hacer política y así lo indican las encuestas, cosa que debe tener a los políticos tradicionales en una extrema preocupación, tanto que al unísono están gritando, “Atrápenla, que no escape”.

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