Será la primera intervención de un presidente en esta edición del encuentro internacional, marcada por el covid-19, en la que los discursos iniciales serán pregrabados.
Por primera vez en los 75 años de historia de la institución, los líderes de los 193 estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas pronunciarán sus discursos en la sesión de apertura del debate de la Asamblea General en video y no en persona, debido a la pandemia de coronavirus.
Jair Bolsonaro ha comenzado su discurso hablando del impacto de la pandemia y lamentando «cada muerte ocurrida» a causa del covid-19. «Desde el principio alerté en mi país de que había dos problemas: el virus y el desempleo, y que ambos debían ser tratados simultáneamente», aseveró el mandatario brasileño.
Con respecto a las medidas adoptadas para limitar la propagación del virus, «el distanciamiento social y las restricciones de movilidad», Bolsonaro subrayó que la vigilancia de su cumplimiento se delegó a los 27 gobernadores regionales del país.
A continuación, el presidente de Brasil acusó a «algunos segmentos de los medios de comunicación» de «politizar el virus«, y de «extender el pánico entre la población». «Con lemas como ‘quedaos en casa’ o ‘ya cuidaremos de la economía más tarde’ casi han traído el caos social al país», añadió.
Bolsonaro aseguró que la pandemia le ha enseñado «una gran lección»: «No podemos depender de unos pocos países para la producción de insumos esenciales para nuestra supervivencia«, dijo, para quejarse a continuación de que el precio de la hidroxicloroquina –una substancia que se ha revelado ineficaz contra el coronavirus e incluso potencialmente tóxica– experimentó una subida del 500%.
A continuación, el líder ultraderechista aseguró que su Ejecutivo ha puesto en marcha «medidas económicas que evitaron males mayores», entre las que destacó ayudas asistenciales «a los pobres» y a 200.000 familias indígenas.
Bolsonaro indicó que desde su Administración «se han destinado 400 millones de dólares para la investigación, desarrollo y producción de la vacuna de Oxford contra el coronavirus».
Incendios y deforestación de la Amazonia
El mandatario quiso destacar también que en Brasil, a pesar de la crisis, «la producción agrícola nunca se ha detenido».
Sobre la gestión de la crisis medioambiental de la Amazonia brasileña, Bolsonaro aseguró que su Ejecutivo es «víctima de la más brutal campaña de desinformación«, por parte de organizaciones locales que querrían, a su modo de ver, desestabilizar el Gobierno y el país.
Para el presidente de Brasil, los incendios en esa región del país se producen siempre «en las mismas áreas» y se deberían a la acción de «brasileños de ascendencia indígena» que «queman sus tierras de cultivo en busca de sustento». También culpó a la «tala ilegal» de árboles y a la «biopiratería» de la deforestación de la Amazonia.
Los incendios forestales en esa región selvática de Brasil aumentaron un 30% en el 2019, al pasar de los 68.345 registrados en 2018 a 89.178, según datos del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE).
Bolsonaro también señaló que algunos grandes incendios, como los ocurridos últimamente en el Pantanal, el humedal más grande del planeta (que abarca parte de los estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul) se deben a «la inevitable consecuencia de las altas temperaturas locales sobre la acumulación de materia orgánica en descomposición».
Con 5.603 focos registrados hasta el pasado 16 de septiembre, los fuegos de este mes serán los mayores de la historia de este humedal.
Refugiados venezolanos
Bolsonaro aprovechó su discurso para referirse al «compromiso» que mantiene su país con el «apoyo a los refugiados venezolanos» que acceden a territorio brasileño a través del estado fronterizo de Roraima.
El mandatario ultraderechista señaló que su Ministerio de Defensa coordina una operación que ya ha recibido a más de 400.000 ciudadanos de Venezuela «desplazados a causa de una profunda crisis política y económica» de la que responsabilizó al Gobierno de Nicolás Maduro, al que denominó «la dictadura venezolana».
Unos 4.000 soldados brasileños formarían parte de esta «Operación Bienvenida», que Bolsonaro encuadra dentro de la «agenda humanitaria» de su Administración.