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Buenaventura y… humo

Víctor Diusabá Rojas

 

Quería decir que Buenaventura es una de los casos de olvido estatal más patéticos, pero me topé con la columna de Ossiel Villada (¿Qué diría Petronio?) en la que el autor recuerda que “En la campaña presidencial del 2018 el entonces candidato Iván Duque fue a pedirles a los habitantes del Puerto que por favor lo adoptaran “porque yo me siento parte de esta tierra”.

No es Duque el único aspirante que ha hecho escala en Buenaventura. Y menos la excepción de quienes, ya en el ejercicio del poder, han vuelto allí, al Puerto. ¿A qué y con qué fines? Diría que con dos claros propósitos: uno, temas atinentes con el Puerto (eso que para el centralismo significa Buenaventura, un puerto y un negocio). Dos, a apagar incendios, a falta de agua, con lluvia de promesas.

Vean: El 24 de mayo de 1992, César Gaviria Trujillo anunció “un vasto plan de desarrollo para el Pacífico que incluye carreteras, recuperación de aeropuertos, acueductos, vivienda, electricidad y ferrocarriles, entre otros aspectos”. Y dijo “querer mejorar las paupérrimas condiciones de vida de los habitantes de la región” (El Tiempo).

El 2 de marzo de 1998, Ernesto Samper Pizano habló en Bogotá con el gobernador Gustavo Álvarez Gardeazábal y el alcalde Freddy Salas quienes pidieron su apoyo “con el fin de dar cumplimiento al acuerdo pactado con los organizadores del paro (el paro de ese entonces), que exigen pago de deudas salariales y una serie de reivindicaciones sociales que empiezan con el saneamiento económico del hospital de la ciudad (…) Ahora, el desafío es el cumplimiento de los acuerdos, que tienen un valor estimado en 30.000 millones de pesos” (El Tiempo).

El 19 enero de 2000 le tocó el turno a Andrés Pastrana Arango, quien además habló por su padre (Misael Pastrana Borrero) en el discurso que pronunció: “Mi padre dijo en este mismo lugar: ‘Tengo la inmensa satisfacción de que nunca en esta plaza y debajo de estos árboles he dicho una mentira, ni he hecho una promesa falsa al pueblo de Buenaventura’. (…) Mi gobierno -dijo Pastrana, el joven- le apuesta y le seguirá apostando con decisión al futuro de esta región ¡porque su futuro es el futuro mismo de la patria!”.

Enseguida, el 4 de junio de 2005, Álvaro Uribe Vélez fue a inaugurar la Casa de Justicia. Dijo allí: “…para que esta Casa produzca el mejor efecto (…) hagamos una acción envolvente en todos los barrios de Buenaventura, para capacitar a la población en negociación pacífica de conflictos. (…) Trabajaríamos con unas cartillas sobre negociación pacífica de conflictos, unos instructores, y en cada barrio formaríamos multiplicadores”.

Luego, el 6 de marzo de 2014, Juan Manuel Santos habló de actuar a fondo frente a una coyuntura muy parecida a la actual: “Buenaventura ha sido objeto de intervenciones en el pasado y ha tenido una serie de problemas en materia de orden público, estamos en proceso de hacer una intervención especial” (Diario La República).

Lo dicho: planes por aquí, desafíos por allá, apuestas por acá, condicionales en el entretanto, más procesos… Humo, mucho humo.

Incluso, humo de otros. El 5 de febrero pasado, Gustavo Petro puso este trino: “Nada más justo hoy que el paro cívico de Buenaventura. Un paro por la Paz y contra la exclusión”. ¿Un paro es la salida que se le ocurre a usted para ayudar a muchas de las 450 mil personas que viven doble confinamiento (el del Covid-19 y el decretado por las estructuras criminales)?

A todos ellos, y a este gobierno, al que le queda apenas un tercio de su período, vale más bien recordarles hoy las palabras de Monseñor Héctor Epalza Quintero (qepd), en entrevista a Ana María Saavedra para El País de Cali: “Que nos digan por qué no han cumplido, por qué no se respetan los cronogramas y (sobrevienen) esos alargues (que) son los que producen la corrupción, (cuando) salen con que la plata no alcanzó. Y siempre con disculpas, que desde que se hicieron el gato no come queso”.

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