El mundo de momento está perdiendo la batalla contra el cambio climático. En 2020, a pesar de los cierres de las economías, las emisiones apenas caerán entre un 2% o 3%, mientras que se necesita una baja de 7% u 8% cada año. Es por esto que, según Gustavo Mañez, coordinador de cambio climático en ONU Medio Ambiente, los países deben ejecutar medidas concretas, como ponerle fecha al fin de la exploración petrolera o a los motores de combustión.
(Reforzar el agro, en el plan de sostenibilidad de la banca).
¿Los cierres tuvieron un impacto positivo en la lucha climática?
Se constató una reducción de emisiones, y gran parte tenía que ver con el parón industrial en China, pero como ellos fueron los primeros en reactivarse, se pusieron a fabricar todo lo que no pudieron hacer antes. Hubo un pequeño decrecimiento, pero rápido volvió a subir. Se espera que 2020 tenga 2% o 3% menos emisiones, mientras que para llegar al escenario de descarbonización a 2050, se debe bajar al año entre 7% y 8%. Si parando todo solo se bajó eso, estamos mal respecto a lo que deberíamos estar haciendo.
¿Realmente estamos tan mal?
En los últimos cinco años, tanto en la sociedad como en los tomadores de decisiones, este es un tema que ya está en la agenda, y desde presidentes hasta alcaldes hablan del cambio climático. Pero a la pregunta de si las acciones son proporcionales a lo que hace falta, la respuesta es no.
Los impactos climáticos serán graves. En Centroamérica, en dos semanas tuvieron varios huracanes, y en Honduras hay más de 100.000 personas viviendo en albergues.Lo que está pasando es raro estadísticamente, pero va a ser lo normal. Las predicciones para este año en alza del nivel del mar o de eventos extremos se ha multiplicado, por lo que estamos mal, pero vamos a estar peor.
¿La clave ya es adaptarse?
Exacto, se deben frenar las emisiones, pero los efectos del cambio climático ya están aquí y hay que adaptarse. Por ejemplo, si se está a nivel del mar y se planea construir infraestructuras, quizá no tengan sentido, se va a incurrir en deudas y probablemente será para perder esa inversión.
¿Qué impulso puede tener el gobierno de Joe Biden?
Lo percibimos con optimismo, pues el cambio es enorme. Cuando uno ve los decretos, son medidas detalladas con mucho trabajo detrás. No es solo volver al Acuerdo de París, es una batería de normativas en todo sentido, desde la eficiencia energética hasta los estándares de emisiones e impulso de la movilidad eléctrica.
Y también el freno a la exploración de combustibles en territorio federal y el compromiso de que no van a financiar con ayuda pública proyectos de Oil & Gas por fuera, pues por ejemplo América Latina estaba llena de proyectos con plata pública estadounidense detrás, y eso se va a acabar.
Biden está inspirando, pues este liderazgo lo tuvo la Unión Europea los últimos años, pero el poder geopolítico de EE. UU. no es el mismo, y ya se ve como más países muestran más ambición que antes, incluso en la región.
¿Cómo valora el anuncio de Colombia de descarbonización?
Vemos un aumento en la ambición, y eso es positivo. Pero, con unos niveles altos de deuda, lo que se necesita es que la región se una para ir en conjunto ante los socios, asegurar que se van a cumplir los objetivos climáticos pero pedir ayuda para asumir los costos económicos, a través de renegociar la deuda, atraer inversiones en condiciones favorables o garantías, pues América Latina no lo va a poder hacer solo.
¿Qué efecto tiene no hacerlo?
Si países como Colombia no van en esa dirección, van a ser menos competitivos. El precio de la energía solar ya es el más barato en la región, por lo que si se mantienen en las energías fósiles y dirigen hacia allá sus inversiones de los próximos 50 años, van a ser los parias del mundo, y mucho menos atractivos.
Todo el mundo se está saliendo ya de las energías fósiles.
¿Colombia está en buen camino?
A pesar de la dependencia del petróleo, Colombia asumió un compromiso de porcentaje de renovables en la matriz energética, y es una cifra bastante alta, y sí se están tomando acciones para llegar allí. Es un país que está bien pilas en este sentido. Hace falta hacer más, pero por lo menos ven la oportunidad y toman acción.
¿Hay datos del impacto del cambio climático en la región?
Hay un informe del BID que dice que hasta el año 2100 le podría costar unos US$100.000 millones a Latinoamérica. Nosotros estamos analizando el impacto positivo si se dedicasen los recursos para la recuperación poscovid a sectores como movilidad eléctrica, renovables, eficiencia energética o adaptación de la agricultura, y por dólar invertido qué aumento de PIB y empleo se generaría. Los resultados son que se crea cuatro veces más empleo que con inversiones tradicionales.
¿Qué se necesita para propiciar un cambio importante?
A nivel país, al menos cumplir con los compromisos que ha adoptado cada uno. Es muy gustoso para un político hacer los anuncios, pero si se siguen dando permisos de apertura de plantas de gas, y eso está fuera del objetivo, no se va a cumplir, o si se está cambiando la flota de transporte, y se siguen comprando buses de gasolina. Hay que empezar a hacer cosas concretas, como ponerle fin a la venta de los motores de combustión interna, o ponerle fecha al fin de la exploración petrolera, para que las empresas tengan la seguridad jurídica y el tiempo para planificar la salida de ese negocio y la entrada en otras tecnologías. Eso hay que hacerlo.
¿Y a nivel de las personas?
Un cambio que tiene un impacto enorme es dónde se mete el dinero y las inversiones que se hagan con él. Si los bancos se dan cuenta que deben invertir en proyectos sostenibles, que pronto será obligatorio para operar, eso tiene el poder de cambiar la economía por completo, y eso está a la mano de la ciudadanía.
Rubén López Pérez