Casos de desmembramiento de mujeres en el Valle, ¿qué hay detrás?

¿Qué hay detrás de las muertes de varias mujeres en el Valle del Cauca que, además de perder la vida, las partes de sus cuerpos son arrojadas a basureros, escombreras, sectores baldíos o incluso, dejadas en los propios hogares de ellas?

Hace una semana, el departamento se estremeció con el caso de una mujer de 29 años, Celmar Valencia Valencia, cuyo cuerpo apareció: una parte en su propia casa, en el barrio Alto Bonito, de Guadalajara de Buga y la otra parte, en una escombrera.

Este caso se une al de Lina Liceth Rivas, de 22 años de edad, cuyas extremidades aparecieron el pasado 1 de marzo, en el basurero Córdoba, en Buenaventura. Y en esa misma localidad, en el barrio Unión de Vivienda, la semana pasada también apareció un tronco, en avanzado estado de descomposición.

Si bien los casos de estas mujeres se presentan en dos localidades diferentes, los une la particularidad de que, los cuerpos son destrozados y repartidos en bolsas negras o costales, para ser abandonados en cualquier lugar.  Es ahí donde surge la pregunta: ¿por qué además de quitar la vida, se llega a desmembrar el cuerpo de la víctima?

Cuando ocurre un crimen de estas características, el primer actor que entra en la escena del crimen son los investigadores del Cuerpo Técnico de la Fiscalía, ellos se encargan de la inspección técnica a cadáver y recogen las partes para ser entregadas a Medicina Legal y proceder, de esa manera, a la identificación, pero comprender el universo que acompaña a ese verdugo esa es una tarea que ya recae sobre sicólogos y siquiatras forenses.

Para la sicóloga Natalia Barberena, maestrante en salud pública y profesional adscrita a Bienestar Universitario de la Universidad Santiago de Cali, “quien ejerce violencia hacia el otro, lo hace desde una situación de poder. Y el acto de desmembramiento lo veo como el deseo de quitar cualquier identidad a las mujeres. Desmembrar es también poner una dificultad en la identificación y eso da cuenta de una misoginia”, precisó la profesional.

Si bien cada caso es particular, hay comportamientos que pueden ser reconocidos como seriales y planificados. “Es llamativo que se esté encontrando un patrón de ubicación de los cuerpos, una vez han sido ultimados. Allí hay unas condiciones ritualizadas”, puntualizó la sicóloga Constanza Jiménez, especialista en familia con maestría en criminalística y ciencias forenses, quien en su trayectoria profesional ha manejado casos de violencia.

Jiménez recalca que al revisarse cada caso “hay que comprender el carácter delictivo de los hechos y revisar cómo el agresor planea y ejecuta” y aclara que no es necesario que el comportamiento del victimario esté directamente relacionado o asociado con el padecimiento de una enfermedad mental.

Frente a la conducta coincidente de los casos, en donde las partes del cuerpo son dejadas abandonadas, empacadas en bolsas negras o costales, Barberena señaló que ese comportamiento indica varias cosas: dejarlas en la casa muestra que puede ser “un conocido” de la víctima “o la tenía muy detallada” y también puede ser leído como “una burla a la familia”.

Mientras que dejar partes en otros lugares -en basureros, escombreras u ocultas debajo de otros elementos en terrenos baldíos-, revela odio hacia la mujer al abandonar las partes en lugares para residuos.

Si bien las investigaciones sobre cada caso avanzan, hay una dolorosa realidad: la comunidad y las familias piden la verdad sobre los hechos. Los colectivos de mujeres, por su parte, piden que se llamen las cosas por su nombre: feminicidio. Además, reclaman que se cuente la historia que hay detrás de cada víctima, que el foco se centre más en ellas y no en los escabrosos detalles de una escena del crimen.

fuente de la noticia: cali24horas

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