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Colombia, ante la trampa del ingreso medio, más allá de Corea | Finanzas | Economía

Colombia, ante la trampa del ingreso medio, más allá de Corea | Finanzas | Economía

La agenda del nuevo gobierno tiene en la transformación productiva de Colombia uno de sus ejes centrales. Incluso se ha particularizado como modelo la República de Corea, ejemplo habitual en la literatura sobre políticas de desarrollo productivo (política industrial para algunos).

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Sin duda, esta referencia es llamativa. Así, en 1960 el ingreso por habitante en la República de Corea era la mitad que el de Colombia. En 1980 el ingreso por habitante de ambos países se habría igualado y, tras ello, la brecha en favor de la economía asiática no habría hecho sino crecer, hasta representar en 2020 más de tres veces el promedio nacional.

Y, como se mencionó en la asamblea de la Andi, a mediados de la década de 1990 (cuando Corea dio el salto de ingreso medio a ingreso alto), su desigualdad era muy inferior a la observada en Colombia hoy (0,34 vs. 0,50 según el índice de Gini).

La referencia al caso coreano (Crespi, G., E. Fernández-Arias y E. Stein (2014), ¿Cómo repensar el desarrollo productivo? Políticas e instituciones sólidas para la transformación económica. BID y Palgrave Macmillan), uno de los más estudiados en desarrollo y destacado como caso de éxito de evasión de la denominada trampa del ingreso medio, aconseja no obstante ampliar el foco tanto en términos de políticas como de países.

El Centro de Desarrollo de la Ocde (Melguizo, A., S. Nieto-Parra, J.R. Perea y J.A. Pérez (2017). ‘No sympathy for the devil! Policy priorities to overcome the middle-income trap in Latin America’, Ocde Working Paper, No. 340), trabajó una metodología empírica para analizar qué diferencias sociales, políticas e instituciones hay entre los países que evadieron esta trampa del ingreso medio (definida siguiendo al Banco Asiático de Desarrollo) (Felipe, J., U. Kumar y R. Galope. (2017). ‘Middle-Income Transitions: Trap or Myth?’, Journal of the Asia Pacific Economy, 22(3): 429-453) la mayoría de Asia y Europa, de aquellos que permanecen por décadas ‘atrapados’, muchos latinoamericanos. Ello permite focalizar qué políticas y ámbitos de actuación están presentes con mayor frecuencia en los casos de éxito.

Según este análisis, la República de Corea mostraba allá por 1995 (el año de su graduación como economía de renta alta) niveles notablemente mejores que Colombia hoy en gobernanza, calidad de la educación secundaria, contenido de conocimiento en exportaciones y nivel de inversión pública y privada. Por cierto, la presión tributaria en Corea en 1995 era del 20,2%, frente al 18,7% de Colombia en 2020, es decir, no tan lejos como en las otras dimensiones mencionadas.

Esta pluralidad de ámbitos de acción pública debería ser complementada con una visión más amplia de casos de éxito. Sin duda, el caso coreano es un ejemplo habitual, y los niveles de cohesión y de equidad son objetivos loables, pero no hay una única senda de desarrollo (Lin, J.Y. (2012). New Structural Economics: A Framework for Rethinking Development, Banco Mundial).

Colombia se podría inspirar en países con estructuras sociales y productivas similares (también en algunos casos exportadores de materias primas) y que también han logrado dar el salto en estas últimas décadas.

(Además: Minsalud solicitó recetar anticonceptivos genéricos ante escasez). 

Del análisis de la Ocde se deriva que un grupo de referencia para Colombia podría ser el formado por Australia, Canadá, Dinamarca, Irlanda y Letonia (y personalmente sumaria hoy Israel por su liderazgo digital).

Realizando el mismo ejercicio comparando las políticas e instituciones de Colombia en la actualidad con este subgrupo de países relativamente similares alrededor del año en que cada uno dio el salto, el rezago a corregir sería especialmente claro en gobernanza y en calidad de educación secundaria (primera columna del gráfico adjunto). Abriendo la comparación al conjunto de las casi 40 economías que han logrado evadir desde 1950 se sumaría la necesidad de reforzar la recaudación tributaria total y desarrollar el mercado de valores.

Y añadiría un eje transversal de transformación digital. ‘La banda ancha es la nueva electricidad’, tuiteó hace un tiempo la vicepresidenta de EE. UU. Kamala Harris. Así, la conectividad para trabajar, estudiar y comunicarnos, unida a la transformación digital de los sectores productivos alrededor de los datos y algoritmos, son factores clave para mejorar las políticas públicas e impulsar la productividad y eficiencia de la economía.

En definitiva, la aspiración a una Colombia más productiva y equitativa y la llamada a políticas de desarrollo productivas modernas son buenas noticias. Siguiendo la evidencia internacional, es clave que las políticas redistributivas de ingreso y de gasto -apoyadas sin duda por la mayoría de la población- vengan acompañadas de esfuerzos comparables en educación (en especial en la calidad de la educación secundaria), refuerzo de la gobernanza y transformación digital.

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Los casos de países de Asia y Europa que apenas hace dos/tres décadas tenían retos de ingreso per cápita, productividad y desigualdad similares a los de Colombia, y que hoy lideran la economía global, han de ser un incentivo para intentarlo y para aprender de sus errores y de sus aciertos.

Ángel Melguizo
Economista y consultor en políticas públicas y digitales.

Fuente de la Noticia

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