Cómo enfrentar la incertidumbre de la vida

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Hace algunos años, creía firmemente en la idea de los propósitos de Año Nuevo. En mi TOC (trastorno obsesivo compulsivo) o como Michael Blumenstein lo llamaría, mi “be perfect”, hacía la lista de propósitos a finales de diciembre, para cada propósito asignaba un KPI. Éste incluía la frecuencia (diaria, semanal, mensual, bimestral) y de ese modo, el propósito estaría presente durante el año, determinando el tiempo que debía dedicar a ello y el resultado que obtendría.

Por si lo anterior no fuera suficiente, construía una hoja de Excel para llevar el control semanal de avances, cumplimiento, desviaciones, incidencias y ajustes.

No más propósitos

Foto: Photo by Isaiah Rustad vía Unsplash

Hace diez años, después de un profundo proceso de trabajo personal, decidí que no haría más propósitos de año nuevo, que al final del año tomaría unos minutos para preguntarme qué cosas me gustaría hacer en el siguiente y simplemente disfrutaría la posibilidad si se presentaba.

No hice grandes cambios en los deseos, escribir más, leer con diversidad, meditar, bailar y cantar, cuidar mis tiempos de soledad. Dejé de exigirme ir al gimnasio y me agradecí caminar más en el bosque. Dejé de preocuparme por los resultados del negocio y me ocupé más en las relaciones con los clientes, en crear cada día algo nuevo y disfrutarlo.

En ese tiempo, esta forma me conectó con la creatividad, la vida cotidiana, las necesidades reales de aquellos que me rodeaban, las mías propias. Definitivamente fueron años más plenos, con mejores resultados que los que medí y además me sentí más plena.

Los “conductores” de nuestras vidas

Foto: Photo by why kei vía Unsplash

Cuatro años atrás, Michael Blumenstein llegó a mi vida y le escuché enseñar acerca de los llamados “conductores” (ser perfecto, esforzarse más, ser amable, apurarse, ser fuerte, ser amable). Son cinco “programas” a los que podemos cederles realmente el control de nuevas vidas y que, si bien nos han sido útiles, el precio a pagar por su uso es muy alto.

Los ajustes que hice en aquel momento y que se convirtieron en aprendizajes relevantes fueron:

  • En vez de exigirme perfección y mediciones aprendí a aprender de las experiencias, a hacer lo mejor con lo que había y mirar al futuro con posibilidades. Todo fue “perfecto”.
  • Cambié el propósito de esforzarme más, aprendí a hacer las cosas con claridad y me sorprendió la facilidad del resultado.
  • Dejé de apurarme, aprendí a tomar mi tiempo, a pausar, a reflexionar, a conversar. Me sorprendió la rapidez de los resultados. Hice mucho más con calma que con prisa.
  • No traté de ser fuerte y pensar que tenía que hacer todo sola, aprendí a pedir ayuda y a valorar las contribuciones de los demás. Es impresionante lo fácil que puede ser la vida cuando se construye con otros.
  • Y finalmente dejé de pensar sólo en los demás y sus necesidades, en ser amable y linda para ser querida y empecé por cuidar de mí y mis necesidades. La gran sorpresa fue que muchos se sintieron más cuidados de esta forma que de la otra.

En total plenitud para la última lección

Foto: Photo by Nils Stahl vía Unsplash

Durante aquella época me sentía más plena, más viva, más clara, más productiva y más valorada que nunca. Fue tanta la plenitud, que recuerdo que a mediados del año comencé a vivir en una forma en que decía “si hoy muriera, podría irme en paz”. Y no dejo de ver que me sentía en “control”. ¡Lo estaba haciendo bien!

A finales del 2016, la vida tomó en 187 segundos lo que más amaba. Mi esposo Michael murió en mis brazos de un paro cardiaco fulminante, sin que pudiera hacer absolutamente nada. Y entonces aprendí la última lección. No importa cuánto crea que estoy haciéndolo bien, que estoy manejando bien las cosas, que tengo el control de lo que sucederá, esto no es cierto, la vida tiene el control de la vida, no yo.

Así que estoy entendiendo aquello que Michael decía de los objetivos, éstos no son para alcanzarse, son sólo faros de referencia para orientar nuestro camino.

Porque no importa cuán claro tengamos lo que queremos y cuánto trabajemos por ellos, no está en nuestras manos la certeza de obtenerlo, este es un gran mito que hemos comprado para sentirnos seguros, para generar la sensación de control, para exigirnos más, para creer que manejamos a la vida.

Menos propósitos y más oportunidades

Foto: Photo by Matt Sclarandis vía Unsplash

Quizá sea tiempo de darnos cuenta que la vida maneja a la vida misma y que nosotros sólo podemos vivir. ¿Cuál es entonces nuestra posibilidad? Recordar nuestra suficiencia, es decir, tener presente que estamos equipados para afrontar la vida con lo que sea que traiga con ella.

Probablemente entonces generemos menos propósitos y miremos más oportunidades. Tengamos menos control y desarrollemos más capacidad de reacción.

Desarrollemos menos certezas y más competencias ante la incertidumbre. Hagamos menos mediciones y generemos mayores resultados. Vivamos con menos control y más plenitud de vida.

La elección es tuya. El camino que selecciones, el mito del control de los propósitos o navegar confiadamente en el mar de la incertidumbre de la vida desde tu suficiencia.

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