Cómo la búsqueda de flexibilidad laboral provocó un ‘revolcón’ hace 20 años | Empleo | Economía

Las relaciones entre empleadores y trabajadores han tenido cambios sustanciales en las últimas décadas, influenciadas por las tendencias que han mostrado las empresas y la economía.

La Ley 789 del 27 de diciembre del 2002, que sancionó el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez, dio nuevos pasos en ese sentido, teniendo en la mira la creación de empleos.

(Soledad: cada vez más común en empresarios en incertidumbre económica).

Esta norma, que en su etapa de discusión en el Congreso propició fuertes polémicas y, hoy todavía, despierta cuestionamientos por su efectividad, fue posterior a la Ley 50 de 1990, considerada para los expertos como una de las más radicales.

La concepción y la férrea defensa del proyecto que se convirtió en Ley 789 estuvo a cargo de Juan Luis Londoño, un economista social quien fue designado por Uribe como su ministro de Protección Social. Sin embargo, sus resultados no los alcanzó a medir porque falleció en un trágico accidente aéreo ocurrido el 6 de febrero del 2003.

La norma empezó a regir en enero de ese año para quienes entraba al mundo laboral y en abril para quienes ya fueran empleados a 31 de diciembre del 2002.

(¿Cuál es el trabajo que genera mayor infelicidad del mundo?).

La meta del Gobierno con la norma era combatir el desempleo, facilitando a los empresarios la contratación de personal. De esta manera, la meta concreta consistió en la generación de 550.000 empleos en cuatro años.

Una de las medidas centrales que se adoptó consistió en el horario de la jornada laboral. Si bien se mantuvo de 48 horas a la semana, se redujo el tiempo para el pago de horas extras y recargos nocturnos.

Fue así como la jornada ordinaria diurna se amplió en cuatro horas. Era de seis de la mañana a seis de la tarde y se modificó de seis de la mañana a 10 de la noche.

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(Consejos para mejorar la búsqueda de empleo en redes sociales).

En la práctica, lo aprobado por el Congreso implicó el pago de menos horas extras y menos recargos nocturnos, según se advertía en la información de ese entonces sobre la medida.

En este escenario, se dispuso que empleados y trabajadores pudieran definir de común acuerdo si acordar temporal o indefinidamente la flexibilización diaria.

La norma también dejó la puerta abierta para laborar mínimo cuatro horas y máximo 10 horas al día, sin lugar a ningún recargo por trabajo suplementario.

(Las reuniones ‘matan’ la productividad en el trabajo, según Mark Cuban).

Con estas medidas se buscaron efectos positivos en varias actividades de la economía. Por ejemplo, en el sector salud, cuya operación demanda servicio las 24 horas, se organizaron los turnos de trabajo.

Igualmente, se planteaba que establecer una jornada ordinaria hasta las 10 de la noche traía ventajas a actividades como las del ‘retail’ que no abren temprano en la mañana y que, más bien, por preferencia de sus clientes, concentra sus actividades hasta las 10 de la noche sin que eso represente el reconocimiento del recargo nocturno a sus colaboradores.

Otro cambio importante fue que el trabajo en dominicales y festivos, que antes tenía un recargo del 100 % sobre el salario ordinario, redujo ese porcentaje al 75 %.

(Las empresas creadas cayeron 3,6% a junio).

A los estudiantes del Sena que realicen sus prácticas en las empresas se les acabó la relación laboral, salvo los que ya están contratados. En virtud, de la norma únicamente se les paga el 75 % de un salario mínimo sin reconocimiento de prestaciones sociales, con derecho a aseguramiento en salud y riesgos profesionales.

Para estimular aún más el empleo, se dispuso que las empresas que contraten trabajadores de entre 18 y 25 años de edad y mayores de 50 años tendrán una reducción del 10 % en los aportes parafiscales (Sena, Bienestar Familiar y cajas de compensación).

La Ley 789 entró en vigencia con la oposición de las centrales obreras, que no estuvieron de acuerdo con la reducción en los pagos por festivos, dominicales y nocturnos, al argumentar que afectaba el ingreso de trabajadores de bajos recursos.

(Salario a personas con posgrados es el doble del promedio).

Los representantes de los trabajadores plantearon que la legislación laboral no estaba generando empleo de calidad y que lo que hizo fue abaratar la mano de obra, favoreciendo a los empleadores.

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El efecto de la Ley 789 ha tenido puntos de vista diversos.

En el 2004, la Andi, en su momento la Asociación Nacional de Industriales (Andi) y el Ministerio de la Protección Social, dijeron que el 64% de las empresas que habían creado nuevos puestos de trabajo, lo hicieron motivadas por la Ley. Y como contraste, un estudio contratado por el Banco Mundial mostró que solo el 3 % de las empresas consultadas creó empleos gracias a la norma.

(La salud mental, el nuevo foco de los líderes de las ‘startups’).

En 2005, el hoy exministro Alejandro Gaviria hizo una investigación que publicó Fedesarrollo para evaluar el impacto de dicha flexibilización.

Los resultados no sugieren un efecto sustancial de la reforma sobre la generación de empleo. Tanto la evidencia directa, basada en las respuestas de los representantes de las empresas entrevistadas, como la evidencia indirecta, basada en las diferencias sectoriales medidas a partir de la ECH (Encuesta Continua de Hogares), indican que los efectos sobre el empleo fueron marginales”, consignó.

CONSTANZA GÓMEZ GUASCA
Periodista de Portafolio

Fuente de la Noticia

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