Cómo la tecnología ha cambiado nuestra forma de relacionarnos

Es muy probable que ahora mismo tengas en tus manos un teléfono móvil, ese dispositivo que nos acompaña en todo momento y que parece haber existido siempre.

Sin embargo, si tienes más de 25 años y echas la vista atrás, tendrás recuerdos en los que no había teléfonos móviles. No había grupos de WhatsApp, ni videollamadas, ni notificaciones, ni fotos que subir a Instagram porque, obviamente, tampoco había Instagram.

El teléfono móvil empezó a introducirse poco a poco en nuestras vidas a partir del año 2001, aunque, entonces, todavía no era el mismo smartphone que ahora sujetas en tus manos para leer este artículo.

Era un móvil con tecnología 2G, te permitía llamar, mandar SMS, hacer “perdidas” y recargar el móvil con un saldo que tendía a agotarse con demasiada facilidad.

Por muy raro que parezca ahora, recuerdo que había quien se resistía a caer en la necesidad de tener un móvil: “¿Para qué, si ya tengo un teléfono fijo?”. Esas personas no sabían que en unos años, el teléfono móvil iba a convertirse en un elemento imprescindible para encajar en el mundo actual.

Pude ver como todos los que se resistían acabaron cayendo, o puede que viéndose obligados a disponer de un móvil para poder utilizar los nuevos códigos de comunicación que aplicamos hoy en día.

Después del móvil simple llegaría el smartphone y, seguidamente, WhatsApp, Facebook, Tuenti (en paz descanse), Instagram y un sinfín de aplicaciones móviles para todos los usos que puedas imaginar. App para controlar tu periodo menstrual, app para pedir comida a domicilio, app bancaria para hacer transferencias, app para meditar, app para hacer ejercicio y, cómo no, app para ligar.

Como si de una revolución silenciosa se tratara, el smartphone cambió para siempre la forma que el ser humano tenía de comunicarse y relacionarse con las personas de su entorno.

Al cambiar la forma de relacionarnos, cambia inevitablemente la forma de conocer gente nueva y, por ende, la forma de ligar y encontrar pareja.

En este artículo viajamos en el tiempo, del pasado al presente, para acercarnos a cuatro testimonios diferentes, cada uno perteneciente a una generación distinta. De este modo podremos descubrir cuál era, desde su experiencia y punto de vista, la forma de relacionarse y conocer gente nueva.

Josefina, Ana, Fran y Elisa nos cuentan cómo era vivir sin móvil y cómo es ahora el conocer gente nueva en los tiempos del smartphone.

La generación del telégrafo

Josefina tiene 86 años y cuando era joven no existían los teléfonos móviles. A sus 20 años no necesitaba Instagram, Tinder o Bumble para conocer gente nueva, al fin y al cabo, en su Fortanete (Teruel) natal, se conocían todos y todas.

“Íbamos al baile los domingos, allí nos juntábamos los chicos y chicas y bailábamos mientras alguien tocaba la bandurria. A veces venía alguien nuevo de otro pueblo, era así como conocíamos a gente nueva”, explica la turolense.

Por muy extraño que pueda parecer ahora, cuando conocían a alguien nuevo no se intercambiaban el WhatsApp, ni se empezaban a seguir en Instagram, simplemente se volvían a ver en el baile de los domingos cada semana. Tampoco había contacto diario ni ninguna otra forma de comunicarse que no fuera en persona.

Si estás preguntándote por el teléfono fijo, tendrás que esperar un poco más, ya que aunque la primera llamada de teléfono en España tuvo lugar en el 1878, los teléfonos no empezaron a llegar a los hogares hasta mediados de los 60.

Josefina lo confirma: nadie tenía teléfono. Explica además que, para comunicarse con sus abuelos, que vivían en otro pueblo, tenían que usar el telégrafo, pero solo si era algo muy urgente.

“Mi padre visitaba al señor del telégrafo y le transmitía el mensaje que quería comunicar para que llegara al pueblo de mis abuelos”.

¿Y cómo ligaban? A muchos milenials nos parece una tarea imposible el hecho de empezar a conocer a alguien sin poder intercambiar ni siquiera un número de teléfono.

Cuando le explico a Josefina en qué consiste Tinder y le pregunto qué le parece, su respuesta es clara: “Yo crecí de otra forma, así que tampoco puedo decir si usar Tinder es bueno o malo, aunque me parezca un poco raro”.

Josefina empezó a entablar relación con el que se acabó convirtiendo en su marido en el baile del pueblo, aunque se conocían desde niños. Cuando decidieron inciar su noviazgo se veían todos los jueves y, como no, los domingos, el día del baile en el que los y las jóvenes del pueblo socializaban.

“¿Y si un jueves no podía ir a tu casa, ¿cómo te avisaba?”, le pregunto. Josefina se ríe y responde decidida: “Pues si no podía venir, no acudía y ya está. Así de simple”.

Llama la atención el contraste, la necesidad que hoy tenemos de recibir una respuesta instantánea a cualquier mensaje. El pánico a ser “dejado en visto” o a sufrir ghosting.

Parece leerme el pensamiento porque seguidamente explica: “Éramos muy felices. Era nuestra vida, no échabamos nada en falta porque no conocíamos otra cosa, no necesitábamos nada más. Ahora parece raro que viviéramos así, pero para nosotros era lo normal”.

Josefina se siente orgullosa de la época en la que vivió, pero al mismo tiempo ha sabido adaptarse a los nuevo códigos de comuniación de la época actual. Ella misma me explicaba que, a pesar de no ver muy claro el tema de las aplicaciones para ligar, le encanta usar WhatsApp.

Sus amigas de edades similares no tienen WhatsApp, con ellas habla ahora por teléfono: “Me puse WhastApp porque tengo una familia muy grande y así podemos hacer grupos y mandarnos mensajes, dsfruto mucho. Es increíble que puedan leer los mensajes al momento de mandarlos”.

La generación del teléfono fijo

Saltamos a los años 60, época en la que el teléfono fijo empezó a ser cada vez más popular en los hogares españoles. Aunque el sistema de telefonía existía desde antes gracias a las centrales automáticas, el modelo de teléfono que veis en la foto permitió que se convirtiera en un dispositivo común en casi cualquier casa.

Hablamos con Ana, nacida en 1964, cuando empezó a salir y conocer a gente nueva, el teléfono fijo era la forma de comunicación más popular. Ana no iba al baile como Josefina, pero salía a bares y discotecas con sus amigas en la ciudad que la vió crecer, Zaragoza.

Puede que eso no haya cambiado tanto a como es hoy en día (al menos antes de la pandemia), salir con amigas y conocer gente nueva con una copa en la mano, aunque Ana explica que antes era la única opción posible de socializar ya que “socializar desde casa era imposible”.

Sin embargo, lo que sí ha cambiado es la forma de mantener el contacto con esas personas nuevas.

“A veces conocía a algún chico, pero no le daba el número de teléfono fijo. Simplemente quedábamos en un lugar y hora dentro de una semana. Por ejemplo, acordábamos vernos en el mismo bar, a las ocho del sábado siguiente”, explica Ana.

Como explica la zaragozana, si la relación avanzaba, entonces se daban el número fijo. Cuando le pregunto si no resultaba extraño que respondiera a la llamada de tu nuevo ligue tu padre o tu madre me responde que no, que era lo normal y que no había más opciones.

“O bueno, tal vez sí que había otra opción”, dice Ana. Seguidamente narra como se carteaba con algún novio que tuvo, algo que era normal si la persona no vivía en la misma ciudad.

“Tuve un novio italiano y nos escribíamos cartas, te contabas toda tu vida, lo que hacías, lo que te gustaba… Me hacía mucha ilusión cada vez que recibía una carta”.

El testimonio de Ana muestra como la comunicación no era tan urgente como lo es ahora. Podías conectar con alguien y no volver a hablar con esa persona hasta dentro de una semana o incluso más tiempo, y si tenían que usar la tecnología para comunicarse era para dar un mensaje concreto: “Quedamos a esta hora en tal sitio, pero no llamaba para contarme la vida con nadie”.

Como habréis podido imaginar, Ana no conoció a su actual marido en Tinder, ni en Instagram, ni en Facebook (tendremos que volver a saltar en el tiempo para ver estas aplicaciones en nuestra historia). Tampoco se siguen en Instagram, aunque la Ana de 2021 sí que tiene una cuenta en la red social.

“Nos presentó una amiga. El primer día no nos intercambiamos el número de teléfono, quedamos directamente a la semana siguiente para ir al cine”. Cuando le dio finalmente el número de teléfono, se llamaban una vez a la semana, “pero nada más”.

Años después, llegó el teléfono móvil y la historia volvió a cambiar.

La generación del SMS

1995. Nace la telefonía móvil digital en España. Entonces no lo sabíamos, pero este aparato acabaría modificando la forma que tenemos de comunicarnos para siempre. Mientras el salto entre la generación de Josefina y la de Ana, en términos de comunicación, no es tan brusco, el salto que vamos a dar ahora nos sitúa en una posición radicalmente diferente.

Para entender este salto, hablo con Fran, nacido en Alicante en 1986, quien tuvo la oportunidad de conocer de forma consciente y plena el salto tecnológico que supuso el teléfono móvil en nuestra forma de comunicarnos.

Los primeros móviles no eran como los de ahora, sin embargo, cada año evolucionan de forma más rápida, de la primera red 1G hemos dado paso recientemente a la 5G, pero para eso, tendremos que volver a saltar en el tiempo.

De momento nos quedamos en el 2G, cuando los móviles nos dejaban mandar SMS, lo que en sí, fue un salto avismal. ¿Mandar mensajes y que la otra persona los reciba al momento? A la Josefina de veinte años le hubiera sonado a ciencia ficción.

Fran cuenta que cuando empezó a salir de fiesta y conocer a gente nueva, era normal intercambiarse el número de móvil: “Te enviabas SMS y llamabas de vez en cuando, pero no era un contacto tan constante como ahora, había más tiempo para seguir haciendo tu vida, además, los SMS costaban dinero”.

Fran tenía 15 años cuando el 3G llegó a nuestras vidas. Aquí vino la verdadera revolución: Internet en nuestros móviles. Cumplió 23 cuando WhatsApp pudo instalarse por primera vez y 25 cuando llegó la app para ligar más popular de todos los tiempos, es decir, Tinder.

El éxito de Tinder hizo que empezaran a surgir aplicaciones similares: Bumble, OkCupid o Grinder, apps que el alicantino admite haber utilizado.

“A mi ex novio lo conocí en Grinder. Quedamos para algo casual, y al final acabamos teniendo algo serio”. Fran es la muestra de cómo cambió la forma de ligar, conoció a alguien a través de una aplicación y acabó teniendo una relación seria de tres años.

Aún así, admite que al principio veía este tipo de apps de otra forma: “Antes tenía una especie de lacra el quedar con alguien por Internet, era como algo que estaba mal visto. Pero he notado que con el paso del tiempo está cada vez más aceptado”.

Ahora, cuando conoce a alguien nuevo nunca da el móvil al principio, “solo el Instagram, y si la cosa va a más, le doy el WhatsApp”.

Ana y Josefina nos contaban que podían pasar semanas sin volver a ver esa persona con la que empiezan a conectar. Fran, sin embargo, explica que el proceso ha dado la vuelta totalmente: “Ahora puedes estar hablando con una persona que conoces por Internet todos los días dos meses seguidos y nunca llegar a quedar. No es tan necesario el contacto físico para mantener una relación”.

Fran piensa que el construir las nuevas relaciones de esta forma puede dar pie a idealizar: “Al fin y al cabo es comunicación escrita, no puedes ver sus gestos, como habla… todo esto nos trampa un poquito”.

Aún así, destaca el lado positivo de la nueva forma de conocer a gente online: “La experiencia es positiva porque rentabilizas el tiempo. Antes invertías mucho en una persona para darte cuenta de que era lo que buscabas a los dos meses. Ahora, como la comunicación es más fluida puedes hacerte una idea del perfil de esa persona más rápido”.

Fran pudo vivir la transición del mundo sin móvil al mundo del 5G. ¿Se relacionará igual que una persona que desde muy pequeña vio los móviles en su día a día?

Hablamos con Elisa para averiguarlo.

La generación del smartphone

Elisa nació en tiempos del 2G, y fue creciendo a la par que las nuevas tecnologías. Tuvo su primer móvil a los 12 años y empezó a utilizar Instagram con solo 13. Hoy, tiene 18 años y nos cuenta cómo esa misma red social es la forma de ligar más popular entre personas de su generación.

Cuando le pregunto por apps para ligar, me dice que no, que eso es algo de personas más mayores: “A partir de 25 creo que se usa más, nosotros usamos Instagram”.

Seguidamente se acuerda de que sí que usó Tinder una vez, pero “no fue para ligar, me hice una cuenta con mis amigas para conocer a gente en Jaca”.

La joven explica cómo la aplicación te ofrece un sinfín de herramientas que los de su generación usan para ligar: la posibilidad de abrir preguntas para que te respondan, la barra de me encanta, el dedícame una canción, todo puede convertirse en una forma de hacer que esa persona que te guste se ponga en contacto contigo.

Aunque Elisa cuenta que disfruta saliendo a terrazas, a bares y discotecas (en tiempos de no pandemia), la forma principal de ligar sigue siendo Instagram. Además, en caso de conocer a alguien nuevo en persona, nunca le daría su número de móvil, le pediría que la siguiera en Instagram.

A diferencia de las dos primeras generaciones que aparecen en este artículo, Elisa explica que cuando conoce a alguien nuevo es normal estar en contacto diario. Lo que no quiere decir necesariamente que hablen, puede ser a través de un “me gusta”, o de comentar en una foto que acaba de subir.

Lo cierto es que los códigos de comunicación han cambiado, ahora es grosero que te dejen en visto o que no interactúen de alguna forma para hacerte saber que están ahí. “Puedes dar me gusta a un mensaje que has mandado por privado para que la otra persona sepa que no la estás ignorando, solo que no sabes qué decir”, explica Elisa.

Cuando le digo que antes, podía pasar hasta una semana sin que alguien hablara con su pareja, Elisa reacciona diciendo que “lo de ahora es ridículo, pero es lo normal”.

Ridículo o no, el móvil llegó para quedarse y cada vez evoluciona más rápido. No me sorprendería el tener que añadir en 20 años una nueva generación que tiene códigos para ligar totalmente diferentes a los de Elisa.

Josefina, Ana, Fran y Elisa, son el reflejo de cómo la tecnología ha cambiado la forma que tenemos de relacionarnos, comunicarnos y conocer gente nueva para siempre. Mensaje leído.

Fuente de la Noticia

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