El mercado laboral ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Mientras empleos como el de sereno desaparecieron hace décadas, otros, como el de entrenador de videojuegos, eran inimaginables no hace tanto. Predecir el futuro del trabajo es misión casi imposible, pero sí se pueden atisbar ciertas tendencias.
Para el autor de The Future of Work, Jacob Morgan, la transformación actual se debe a cinco palancas principales: las nuevas actitudes moldeadas por las redes sociales; las nuevas tecnologías como el big data, internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), la automatización y los robots; los millenials (que ya suponen el 50 % de la población activa); la movilidad y el teletrabajo globalizado.
Aunque nadie sabe con certeza cuántos empleos se destruirán y crearán a manos de la automatización, es una preocupación muy extendida. El 60 % de los estadounidenses cree que la inteligencia artificial (IA) y la robotización podrán en peligro muchos puestos de trabajos, según una encuesta de 2018 de Indeed, una empresa internacional especializada en búsqueda de empleo.
Pero ese no es el único futuro posible para el mercado laboral. El vicepresidente de Marketing de Indeed, David Saries, ha detectado que trabajos tradicionales como profesores o en el sector de ventas y marketing son todavía solicitados por jóvenes en toda Europa. Y añade: «También hemos visto un gran crecimiento en empleos digitales, como desarrollador de videojuegos y diseñador de apps«.
Además, la introducción de nuevas tecnologías como la automatización puede mejorar la calidad de los empleos que ya existen. «La tecnología permitirá eliminar algunas tareas sin demasiado valor añadido y para las que la formación y la calificación son bajas. En los últimos diez años seguramente se han suprimido algunos puestos de trabajo, pero como consecuencia han surgido nuevas necesidades cubiertas por otro nivel», resume el director de Operaciones de los supermercados Bonpreu, Joan Sabartes.
Considera que este cambio de enfoque supone valorar «más el trabajo intelectual y menos la ocupación física, por lo que los trabajos serán más enriquecedores para las personas que los desarrollen e incluso la dedicación será diferente, ayudándonos probablemente a encontrar un equilibrio más racional entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre».
De hecho, afirma que la digitalización de su propia compañía ha generado «un impacto positivo en la evolución de la empresa, haciéndola más potente y competitiva» con «poco o ningún impacto negativo en el número de personas contratadas y una mejora en las condiciones de vida de los trabajadores«.
Pero, además de mejorar la calidad de los empleos existentes, la innovación también demanda nuevas profesiones. Solo en EE. UU., habrá 4,6 millones de nuevos puestos de trabajos sin cubrir en la industria 4.0 entre 2018 y 2028, según un informe de la consultora Deloitte.
Este plazo de 10 años indica que, aunque los avances tecnológicos pueden crear nuevos puestos de trabajo, a veces, tardan en llegar. «El mercado se autorregula, pero hay un tiempo de incertidumbre. La digitalización hace que a veces los procesos de recolocación sean más dilatados», afirma el responsable de Seguridad y Sistemas de Würth España, Manuel Martínez Carrasco.
La generación de nuevas oportunidades económicas asociadas a las redes sociales es un ejemplo de estas nuevas opciones. Saries confirma que en Indeed han detectado que algunos trabajadores amenazados por la automatización ya han empezado a buscar nuevas oportunidades. Ocurre con trabajadores del comercio minorista que exploran otros empleos en atención al cliente o como representantes de ventas, explica.
Una transformación desigual
Aunque, según Morgan, la automatización nos obliga a replantear los trabajos que las personas pueden y deberían hacer, esta transformación no va a afectar a todos por igual. Un análisis en Estados Unidos concluyó que la automatización se llevará por delante más empleo en zonas rurales. Este informe del grupo de investigación Brookings afirma que la automatización perjudicará más a las personas sin estudios superiores y a los jóvenes que empiezan su carrera con trabajos en servicios y ventas al por menor.
Para hacer una transformación digital inclusiva se necesita aumentar la inversión en infraestructura digital, asegurar que el marco de competencia promueva la innovación y que los trabajadores cuenten con las habilidades y la protección social necesaria para sacar provecho de la economía digital, según afirmó el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, en 2017.
En el caso español, esto supone un desafío porque «la inversión en tecnología ha estado bastante retenida durante mucho tiempo», indica Sabartes. En su opinión, «la sociedad debe incentivar la formación en tecnología y los centros tecnológicos adecuados con el objetivo de tener a los trabajadores formados en tecnología y que los proyectos tecnológicos se adecúen mejor a las necesidades del negocio».
Geográficamente, el empleo en las ciudades de menos de 100.000 habitantes será el más castigado por las nuevas tecnologías por su menor proporción de trabajadores cualificados frente a otros rutinarios como cajeros y procesadores de alimentos. Así será, al menos, en EE. UU., según un estudio del MIT Media Lab.
Esto se debe a que las personas menos formadas «tienen muchas más probabilidades de trabajar en trabajos ‘rutinarios’, que son más susceptibles de automatizarse, frente a los trabajadores con un título universitario o de posgrado», afirma el vicepresidente de Marketing de Indeed. Y añade que «los hombres también son más propensos a trabajar en trabajos rutinarios que las mujeres».
Para el responsable de Indeed, hacer la transición laboral más fácil requiere centrarse «en aquellas personas con mayor riesgo de perder el trabajo y pensar en la oferta de mano de obra, los salarios y la búsqueda de empleo». Y da un consejo a los trabajadores para adaptarse a un futuro donde su empleo actual pueda no existir: construir habilidades no rutinarias y transferibles que pueden aplicar a una amplia gama de ocupaciones. De esta forma aumentarán su empleabilidad y podrán aspirar a algunos de los 4,6 millones de empleos sin cubrir en el ámbito tecnológico estadounidense que estimaba Deloitte.
La incertidumbre sobre el futuro laboral y el papel de los robots, la automatización y la inteligencia artificial es elevada. Saries confirma: «Es posible que estas tecnologías hagan perder el trabajo a muchas personas y nos obligue a repensar por completo el papel del trabajo. O podría crear nuevas ocupaciones que apenas podemos imaginar hoy, incrementar la productividad y generar más oportunidades».
El empleo en la era poscoronavirus
A todas estas tendencias que moldearán el mundo laboral por los avances tecnológicos, hay que sumarle los efectos de la pandemia de coronavirus (COVID-19). Además del enorme problema sanitario, esta crisis está impactando enormemente en el panorama laboral.
Alrededor de 400 millones de empleos a jornada completa se han perdido a nivel mundial en la primera mitad de 2020 y las mujeres han sido las más perjudicadas por la pandemia, según la Organización Internacional del Trabajo. El empleo ha cambiado de la noche a la mañana con una crisis sobrevenida, la mayor desde la Gran Depresión de 1929, en palabras del Fondo Monetario Internacional.
Además, la pandemia ha acelerado algunas de las tendencias laborales que ya se venían cociendo. Por ejemplo, la COVID-19 ha acelerado la destrucción de empleos a manos de robots, porque cada vez más empresas los utilizan para tareas rutinarias y de riesgo para evitar contagios. En cambio, ha frenado el crecimiento de la brecha laboral entre las grandes ciudades y las regiones de alrededor.
Esto último se debe a que la pandemia nos ha hecho conscientes de que «no es tan necesario estar presente en macrourbes», afirma Martínez Carrasco. En su opinión, «esto rompe con la tendencia de centralización de personas y empleos y permite expandir los recursos. El teletrabajo nos está mostrando que ciertos trabajos se pueden descentralizar». De hecho, para Sabartes, esta crisis sanitaria «puede ser una gran oportunidad para hacer ciudades más sostenibles, limitar el transporte y la movilidad de las personas y, por lo tanto, eso será bueno para la sociedad. La riqueza se distribuirá y los recursos no se desperdiciarán».
Los datos de Indeed confirman que la crisis económica está afectando más a las cinco principales capitales europeas [Berlín (Alemania), Londres (Reino Unido), Madrid (España), París (Francia) y Roma (Italia)] que al resto del mercado laboral de sus respectivos países.
El efecto es «especialmente pronunciado en los empleos del sector servicios que se ejercen cara a cara» como camareros y trabajadores del sector turístico, «lo que refleja que la cantidad de clientes en el centro de las ciudades ha disminuido de media más en las capitales que en otros lugares», explica Saries. Los empleos del sector de la belleza y el hostelero son muy sensibles a las restricciones relacionadas con el coronavirus, añade el directivo de Indeed.
En términos demográficos, el coronavirus servirá para que «las ciudades medianas crezcan, ya que, además de poder trabajar a distancia, la gente querrá tener ciertos servicios al alcance que solo se podrán tener en ciudades de tamaño medio y bien comunicadas», añade el director de Operaciones de Bonpreu.
Como señala Saries, el teletrabajo en las grandes ciudades son malas noticias para restaurantes y establecimientos de entretenimiento en los centros urbanos. Y explica: «Esta es una recesión de las grandes urbes a nivel mundial. Cuanto más tarde en recuperarse los empleos de atención presencial al cliente, mayor será el riesgo de que desaparezcan de los centros de las grandes ciudades o se desplacen a otros lugares».
Para el responsable, queda claro que la irrupción del coronavirus en las tendencias del mercado laboral ha provocado numerosos cambios. El primero es una rápida disminución en la contratación. Saries detalla: «Los empleos publicados cayeron más de un tercio en las mayores economías del mundo en cuestión de semanas, una bajada mayor y más rápida que la de la crisis financiera de 2008».
Esta merma en la publicación de ofertas de trabajos fue menor en países con una mayor proporción de la fuerza de trabajo capaz de trabajar desde casa, destaca. Es decir, que la digitalización ha protegido el empleo de la crisis provocada por el coronavirus.
A largo plazo, el directivo de Indeed espera que la crisis «nos dé una ocasión para evaluar las actuales desigualdades de oportunidades». Las minorías y los jóvenes han sido los más afectados por las restricciones sanitarias en la mayoría de los países y son los que tendrán más probabilidades de estar desempleados. Además, afirma que también son los que lo tienen más difícil para poder teletrabajar.
Está por ver si los avances tecnológicos, la crisis sociosanitaria y las políticas económicas que se tomen para amortiguar estas situaciones pueden revertir o incrementar otra tendencia previa: mientras la productividad de los trabajadores aumentó un 69,6 % entre 1979 y 2019, el salario por hora solo subió un 11,6 %. Así que parece que, aunque los trabajadores producen cada vez más, los sueldos no están aumentando en consecuencia.
A nivel general, parece que el panorama laboral está yendo a peor: menos empleos, peor pagados y mal repartidos. No obstante, a pesar de la amenaza de la automatización, también queda claro que la tecnología tiene el potencial de convertirse en una aliada laboral capaz de reducir la concentración poblacional en las macrourbes y de generar nuevos trabajos y de mayor calidad. Ahora, solo hace falta que empresas y gobiernos tomen nota y aprovechen este potencial para que la actual transformación del mercado laboral dé lugar a un mundo mejor para todos.