9 min read
Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.
La nueva realidad a la que hemos ingresado a nivel global desde hace seis meses a causa de la pandemia del COVID-19, puede asemejarse a un escenario donde los humanos y las organizaciones, cual titanes y unicornios, no solo coexisten en un entorno distinto sino luchan por sobresalir y asegurar su supervivencia en medio de una irrefrenable transformación digital y una acelerada cuarta revolución industrial.
Sin embargo, en este contexto también hace lo propio por sobrevivir un modelo de negocio aparentemente sencillo donde predomina una dosis de experiencia, intuición y resiliencia, los cuales sirven para el aprendizaje de errores y para asegurar la continuidad del negocio, en medio del cierre o la transformación de innumerables establecimientos.
Hablamos de los infaltables tenderos o bodegueros, que poseen un inmenso potencial por explorar para que puedan empoderarse y profesionalizarse, ya que en estos momentos gran parte de ellos se desempeñan sin mayores técnicas y herramientas de última generación que puede permitirles profesionalizarse y hacer más productivo el tramo de la cadena de valor en que se desempeñan.
A pesar de que la emergencia sanitaria paralizó a casi la totalidad de sectores económicos y productivos del país, las tradicionales bodegas o tiendas de barrio no se detuvieron ni un instante a pesar de las limitaciones y las restricciones sociales impuestas desde el inicio de la pandemia para prevenir la propagación del virus.
La resiliencia de los tenderos y bodegueros nos han dejado lecciones inspiradoras para repensar la relación entre supervivencia, pensamiento y acción en medio de una pandemia, ya que estos verdaderos “cuenta propia” no solo se han asegurado un medio para autogenerarse ingresos, sino han conformado una gran fuerza económica en sus respectivos países.
La importancia de este modelo de negocio está reflejada en diversas estadísticas de mercados sudamericanos, las cuales indican que las ventas de las tiendas o bodegas pudieron haber decaído significativamente en la actual coyuntura, pero en conjunto conforman una gran fuerza económica.
Según un estudio de la consultora Fundes, las bodegas o tiendas de barrio representan el 40% de las ventas de comestibles en Latinoamérica, lo que los convierte en una gran fuerza económica.
La resiliencia de los tenderos y bodegueros nos han dejado lecciones inspiradoras para repensar la relación entre supervivencia, pensamiento y acción en medio de una pandemia / Imagen: Depositphotos.com
A “levantarse más temprano”
El denominador común detrás de las historias de cada bodega es la necesidad de autogenerar su propia economía, además de ser parte de una herencia familiar o una oportunidad de sacar una familia adelante, además de la fuerza para sobrepasar obstáculos y crisis con limitados recursos y mínimo apoyo de los canales tradicionales.
En medio de las restricciones sociales impuestas por la cuarentena en Perú, principalmente en la fase 1, tuve la oportunidad de conversar con varios amigos tenderos -de diferentes ubicaciones geográficas de Lima-, sobre sus expectativas en cuanto a la continuación de sus negocios y las adecuaciones de la cadena de abastecimiento que les permita seguir atendiendo a sus clientes.
Gran parte de los entrevistados señalaron desde el inicio de la pandemia no habían paralizado y sus ventas seguían manteniendo casi los mismos niveles, con la diferencia de que ahora era necesario “levantarse más temprano” para acudir a buscar mercadería en vista que muchos centros de producción de artículos de consumo masivo estaban operando al 30% de su capacidad, lo cual ocasionó algunos retrasos en la recepción de sus pedidos.
Igualmente se vieron obligados a trabajar menos horas debido a las limitaciones impuestas por la emergencia sanitaria y el “toque de queda” en las noches.
Además, refieren que se sienten “privilegiados y agradecidos” porque a pesar de las restricciones sanitarias impuestas, ellos podían seguir trabajando abasteciendo a la población de productos de primera necesidad, mientras que otras actividades económicas estuvieron paralizadas o lentamente se van reactivando, sin contar que en muchos casos se vieron forzados a cerrar.
El denominador común detrás de las historias de cada bodega es la necesidad de autogenerar su propia economía / Imagen: Depositphotos.com
Búsqueda de “mejores precios”
Si bien es cierto que todos ellos son clientes de grandes proveedores de marcas de consumo masivo, los que les entregan mercadería en sus tiendas, siguen considerando que es mejor acudir a los centros de venta mayorista para buscar mejores precios y contar con un importante stock de parte de sus productos. En esta búsqueda la máxima que siempre tienen presente es “hay que saber comprar”, y también “saber vender”.
Uno de los recursos usados para mitigar el impacto de caídas en las ventas fue vender productos de librería, bazar y artículos utilitarios de limpieza. Además, una gran fortaleza en estos tiempos es tener un “delivery” repotenciado y entrenado que cumpla con los protocolos sanitarios exigidos.
A los bodegueros peruanos la pandemia y la cuarentena no parece haberlos dejado en pánico o zozobra. Era y es la oportunidad de demostrar resiliencia y poner en marcha las lecciones aprendidas de crisis personales, familiares o nacionales, ya que el Perú vivió años de violencia y crisis económica. Igualmente debían y deben demostrar que no son conformistas, que tienen rápida adaptabilidad, que no existe tiempo para lamentaciones y que en base a la realidad deben trazarse metas alcanzables.
En los últimos años muchos de ellos atravesaron grandes desafíos y abruptas caídas, que hicieron tambalear y poner a prueba la dirección del buque que ellos tenía bajo la marcha.
También ha sido difícil para muchos de ellos pasar de sistemas manuales de facturación a lo electrónico y control de stock con código QR, medios de pago sin contacto, billeteras electrónicas y apps para uso de sus pedidos mayoristas que son de gran ayuda, pero están trabajando en el proceso de adaptación mientras que otros han migrado a cambios que se imponen como necesarios para seguir vigentes.
Metas realizadas
Buena parte de los bodegueros peruanos han pasado de ser una pequeña tienda a un “minimarket” con historias de éxito que han demandado entre 10 a 30 años. Ello les ha permitido construir su propia vivienda o comprar un departamento y vivir mejor, así como brindar a sus hijos una mejor educación, acceso a salud privada, no tener sobreendeudamiento, entre otras realizaciones que evidencian su superación personal, producto de su emprendimiento.
La estrategia que han implementado para esta transformación es ofrecer una venta por conveniencia y de servicio de valor agregado, donde el cliente puede pagar más teniendo como retribución la inmediatez, cercanía y soluciones.
Así siguen siendo la opción para las personas de todas las generaciones que desean satisfacer una necesidad inmediata recurriendo a la bodega más cercana de su hogar, o en otros casos hacer pedidos mediante redes sociales o una llamada telefónica.
A ello se suma también el ofrecer productos especializados o muy segmentados que son elegidos en base al conocimiento de consumo de sus clientes. Algo que puede ser más sencillo de conocer, como dice la frase “A ojo de buen cubero”, y sin contar con un programa de CRM integrado.
Como corolario es oportuno señalar que si los tenderos tuvieran más impulso al progreso, acceso a formación con programas de calidad educativa en temas de Marketing, Trade Marketing, Visual Mershandising, Canvas, Design Thinking, Lean Startup, Contabilidad, Administración, entre otros, podríamos hablar de toda una potencia por desarrollar para que contribuya a un crecimiento y desarrollo económico acorde a los tiempos actuales.
Este desarrollo tendría que ser ágil, dinámica, interactiva y ser puesto en práctica con trazabilidad.
Estos tradicionales comercios siempre han enfrentado el riesgo de desaparecer producto de la innovación y de inversiones de grupos económicos poderosos. Quizás hoy sea la oportunidad de que puedan visionar y fortalecer alianzas estratégicas y negocios que los consolide como modelos de comercio perdurables, además de tradicionales y familiares.