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«Con la tecnología de las zapatillas veremos algo que no es correr, no es atletismo, será otra cosa»

por Redacción BL
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La revolución de las zapatillas está rompiendo la manera de entender el atletismo. El doctor en fisiología Jordan Santos, que confiesa tener «una visión un poco purista y clásica del atletismo» y asegura que «no me gusta hacia dónde se están dirigiendo las pruebas de asfalto», conoce bien esta revolución y sus implicaciones. Su posición es clara.

 

 

 

Componente de mercado

 

 

¿Pasará con esas zapatillas lo que pasó con aquellos bañadoes de poliuretano que diseñó la NASA y que por su flotabilidad y por cómo resbalaba el agua hizo que se pulverizaran tantas marcas en natación y finalmente fueron prohibidos?

 

 

«Hay una diferencia sustancial. El atletismo tiene un componente de mercado enorme que no tiene la natación. No hay tantos nadadores, no hay carreras populares de natación donde haya miles de participantes cada fin de semana dejándose dinero en las distintas marcas. El récord de Kipchoge de Viena, bueno, que no es récord, tuvo una atención mediática que no tuvo el Campeonato del Mundo de Doha. Nike es una empresa muy poderosa, muchísimo más de lo que pudo ser Speedo para la natación. Además el propio presidente de la IAAF, Sebastian Coe, ha sido atleta de Nike toda su vida y probablemente hasta fechas recientes seguía vinculado a la marca. No creo que renuncien a todo este boom tan lucrativo».

 

La línea es difusa. Todas las zapatillas mejoran el rendimiento, si no todos correrían deslcazos, ¿Dónde está el límite de lo justo y lo permisible?

 

«La normativa de la IAAF (Federación Internacional) especifica que el calzado no puede aportar ninguna ventaja injusta, que solo está para ofrecer protección y estabilidad. Pero ¿qué es una ventaja injusta? No se define y la interpretación puede ser laxa. Se ha dado un salto no solo en el retorno energético sino también, por ejemplo, en la mejora de la economía de carrera hasta valores por encima del 4%, que para hacer un símil sería lo equivalente a las mejoras que dan algunas formas de dopaje convencional. Entramos en la línea de lo que sería el dopaje tecnológico y cuando un atleta puede estar descartado para la victoria o para los grandes resultados de inicio, sencillamente por el calzado que lleva en los pies, se pierde de alguna manera ese sentido, esa universalidad que tenía el atletismo como deporte puro».

 

 

 

Ventaja de partida

 

 

¿Podemos esperar un futuro como el de la F1, con grandes escuderías, cientos de ingenieros y biomecánicos trabajando en la tecnología del calzado?

 

«Hay un precedente: el récord de la hora del ciclismo. Con el boom de los años 90, los mejores ciclistas, incluso Miguel Indurain con su Espada, utilizaban bicicletas cada vez más extravagantes y estrafalarias, hasta que la UCI puso coto y dijo ‘cambiamos la normativa’. El recordman de aquella época era Chris Boardman, con 56 kilómetros; intentó el récord con una bici convencional, igual que la que usó Eddy Merckx décadas antes, y mejoró el récord por solo 10 metros, hizo 49 kilómetros. Desde entonces, a la opción de batirlo con bicicletas estrafalarias se le dio otro nombre: Mejor Esfuerzo Humano. El atleta va tumbado, la forma de dar pedales es distinta, las marcas son absolutamente estratosféricas, de más de 80 kilómetros, pero eso ya no es ciclismo. Probablemente pase algo similar en el atletismo. Pero quizá ya no sea correr, no sea atletismo, será otra cosa».

 

 

¿Dónde acaba la operación de marketing y dónde empieza un evento deportivo serio?

 

«Lo que hizo Kipchoge no estaba en el calendario, no había al menos tres rivales que disputasen la carrera, las liebres entraban de manera continua y no empezaban ni acababan la carrera, los avituallamientos se dieron de manera móvil, no era homologable. En mi opinión, la marca de Kipchoge en Viena está alejada del potencial real de lo que podía haber hecho. No hay más que ver cómo acabó el último kilómetro, por debajo de 2:40, dándose golpes en el pecho, saltando. Un atleta que corre un maratón por debajo de las dos horas no puede acabar así. No sé si no corrió más rápido para asegurar el tiro o para no conseguir una marca tan estratosférica, de 1h57, que levantase suspicacias. Ahora, si las Alphafly se permiten en una maratón comercial homologada como Berlín o Londres, a nada que pongamos a Kipchoge y a Bekele en un mano a mano con unas liebres muy potentes, el récord podría caer, lo que sería absolutamente increíble».

 

 

 

 

Ante este panorama, ¿dónde queda la ética y el principio de universalidad en el deporte?

 

«Lo ideal sería ver ganar al mejor en la pista y no al que tiene el mejor material. Pero siempre va a haber diferencias de partida, porque no todo el mundo va a tener el mismo acceso a la mejor dieta, entrenamiento o a las mejores instalaciones. Hasta ahora esas diferencias de partida eran mínimas. Ahora eso ha cambiado, porque una diferencia de un 4% entre unas zapatillas y otras hace que un atleta de Adidas no tenga nada que hacer contra alguien de una fisiología similar que calce unas Vaporfly. Se han visto atletas de élite patrocinados por Adidas o Reebok llevar Vaporflys pintadas con el logo de su patrocinador».

 

 

Dopaje tecnológico

 

 

¿Maldita o bendita tecnología? Siempre se asocia a dopaje, a trampas, a las apuestas.

 

«Para que algo sea considerado dopaje, bien sea alguna substancia, método o unas zapatillas, tienen que cumplirse al menos dos de los siguientes tres criterios: que suponga una ventaja o mejora en el rendimiento deportivo; algún tipo de riesgo para la salud; o que viole el espíritu deportivo. Estas zapatillas, claramente mejoran el rendimiento, no suponen ningún riesgo para la salud y queda la duda con respecto al tercer criterio. El debate está en ese tercer punto; cuando esté más definido, más claro, podremos determinar si este tipo de zapatillas podrían entrar dentro de lo que es dopaje tecnológico».

 

 

Todas las predicciones saltaron por los aires. ¿Qué puede depararnos el futuro próximo?

 

 

«Pensaba que el atleta que iba a bajar de las dos horas ya había nacido, que sería un keniata, que con los avances en entrenamiento y alimentación podría hacerlo en Berlín, hacia el año 2035. Kipchoge estaba corriendo en 2h02 o 2h03, además se encuentra en el ocaso de su carrera, porque es del año 85, ¿de repente corre dos minutos más rápido que hace tres años? La fisiología no cambia, pero corren más rápido. A nivel de entrenamiento, genética y nutrición, no estamos en el límite, pero no se esperan grandes saltos. Las barreras del deporte actual, los récords mundiales, son batibles, pero para mejorarlos en márgenes tan grandes tienen que venir por factores externos».

 

Fuente: Naiz.eus

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