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Con la tecnología, las personas con discapacidad pudieron estar activas y contenidas

Con la tecnología, las personas con discapacidad pudieron estar activas y contenidas

La cuarentena obligó a las escuelas especiales, institutos y centros de día, a los que asisten diariamente personas con discapacidad, a cerrar sus puertas. Este hecho provocó que los docentes y profesionales agudizaran su ingenio para continuar la relación y no perder esas rutinas que para esa población son tan necesarias, como mantener la sociabilidad. Cada equipo de trabajo coincidió en que a través de internet y las redes sociales lograron ese objetivo y, a pesar de las dificultades que encontraron al principio, ahora la mayoría continúa con sus terapias, talleres y clases.

 

CET «Vita»
Pedro Spocetti es kinesiólogo y uno de los directores del Centro Educativo Terapéutico “Vita”. Contó que asisten 64 alumnos, desde los 10 años hasta alguno de 40 con discapacidades motrices y neurológicas. “Este cambio fue todo un desafío para nosotros que tenemos el espíritu de trabajar en grupo. Aunque nos veíamos limitados, nos dimos cuenta de que a través de la pantalla podíamos hacer lo mismo que les dábamos en las aulas. Y la devolución que tuvimos de todos fue muy buena”, comentó.  
Lo primero que hicieron fue armar grupos de WhatsApp según cada una de las salas y, a la vez, diseñaron un canal de YouTube. “Tuvimos que aprender a grabar y editar los videos de cada profesor y después les mandamos el link a todos los chicos y chicas que asisten al centro”, agregó. También dijo que “al principio, como era algo novedoso, algunos estaban más reticentes a trabajar, pero ahora todos esperan para ver las clases y cumplir con las consignas en sus casas”. 
“Pero lo mejor —añadió— es que les pedimos que se graben haciendo las tareas, así después las subimos a las redes”. Incluso contó que ahora hacen un programa de radio todos los viernes, que se llama “Cuchá, cuchá”, y que no estaba en su rutina.

 

 

Con la aplicación Zoom realizan charlas virtuales, en las que participan todos los integrantes de alguna escuela o centro terapéutico para apoyar la sociabilidad.

 

 

Centro «Ailén»
Al Centro Terapéutico “Ailén” de la ciudad de La Punta asisten unas 30 personas, desde los 7 años hasta adultos de 40. En ese lugar trabaja un equipo de 20 personas entre profesionales, docentes y administrativos. Valentina Palermo es parte de la dirección y explicó que “ninguna de las actividades se dejó de brindar y ningún profesional dejó de trabajar durante estos meses. Nos tuvimos que adaptar a estas nuevas medidas y lo hacemos de la mejor manera posible, hasta que podamos volver a vernos otra vez en el centro”, comentó. 
“A nivel grupal —dijo la psicóloga— utilizamos la aplicación de videollamadas Zoom. Además, todas las semanas les enviamos a cada domicilio una cartilla con actividades y el material necesario para que las realicen”. Asimismo, aclaró que de manera individual concretan las terapias de psicología, fonoaudiología y kinesiología. 
“La devolución con las familias es relativa porque hay grupos que están muy contentos con estas aplicaciones y otros a los que les cuesta más. Hay semanas que tenemos mejores resultados que otras, pero para nosotros es importante usar los medios virtuales para poder vernos. Es lo que más nos funciona para sostener la sociabilidad”, sostuvo Palermo.

 

 

También brindan por distintas plataformas las  terapias que cada uno  necesita, como  psicopedagogía, psicología, fonoaudiología o  kinesiología.

 

 

 

«La Esperanza»
Emilia Bertolino es trabajadora social del Centro de Día “La Esperanza” y explicó que hacen pocas tareas a través de internet “porque la mayor cantidad de personas que asiste al centro no cuenta con los recursos tecnológicos necesarios. Por eso, nos manejamos más con cartillas que les entregamos todas las semanas en sus casas”, dijo. Señaló que, en su mayoría, son adultos mayores que no tienen herramientas digitales, y que a su vez están bajo el cuidado de otros adultos mayores, quienes no manejan tecnología.
Según comentó, unas 130 personas asisten diariamente al centro entre niños, niñas, adolescentes y adultos mayores, cuyas edades van de los 10 hasta los 70 años. “Lo que tratamos durante esta etapa con los adultos mayores es reforzar las tareas diarias que tienen más incorporadas, como la higiene personal, hábitos de alimentación y rutinas ocupacionales. Después hay otros a los que podemos incentivar con los talleres de producción de salsas, mermeladas, dulces o recetas caseras. Algunos también han podido armarse una huerta en su casa. Lo que tratamos con ellos es que logren la mayor independencia y autonomía dentro de sus posibilidades”, contó Bertolino.  
  
«Senderos del Sembrador»
Karina Guerschberg es la directora general del Centro de Día “Senderos del Sembrador” de la ciudad de Vicente López (Buenos Aires). “En ‘Senderos’ tenemos una visión un poco distinta a otras organizaciones y nos alejamos de la idea de que las personas con discapacidad tengan que mantener una rutina. Nosotros pensamos que las personas con discapacidad intelectual y autismo, sobre todo, deben hacer tareas predecibles, pero también es cierto que el mundo en el que viven es cualquier cosa menos un espacio previsible”.
Por eso, indicó que si bien estas personas “tienen dificultades para comprender los entornos, porque son muy rígidos y se aferran a las actividades repetidas, creemos que si todo el tiempo les proponés eso, en el momento que esa rutina se vea interrumpida por algo, si la persona no tiene ninguna herramienta para resolverlo entrará en una situación de crisis”.
Otra cosa que no avalan en ese centro “es que las personas se pasen toda la vida haciendo tratamientos si no son muy necesarios, como psicología o kinesilogía.  Porque en vez de un proyecto de vida tienen un proyecto terapéutico”.
Además, Guerschberg destacó que pusieron en práctica dictar actividades desde las distintas plataformas y redes sociales. “Ya las veníamos usando desde antes, porque creemos que la tecnología es una parte fundamental de la vida actual de las personas. Y lo veníamos haciendo de forma diversa y con una diferencia, ya que muchas disciplinas lo hacen para el tratamiento o la fase educativa. En cambio, nosotros lo hacemos con los mismos fines que cualquier otra persona: en nuestras computadoras, los chicos y chicas acceden a internet, pueden hacer videollamadas, usar YouTube o Spotify. Es decir que hacían uso libre de la tecnología o con adecuaciones cuando era necesario”.
 

 

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