Conclusiones de la reanudación del fútbol en la Bundesliga en época de cuarentena – Fútbol Internacional – Deportes

Alguna vez la pelota iba a volver a rodar, y rodó, y los futbolistas volvieron a enfrentarse, a luchar y a golpearse, como siempre, porque eso sigue siendo inevitable; y volvieron a anotar los goles que se imaginaban desde la casa, y a celebrarlos sin saber bien cómo hacerlo, improvisando el ritual, con roces de codos, con aplausos tímidos, aunque algunos no pudieron evitarlo: se abrazaron, sí, se abrazaron y hasta besos se dieron, sí, besos. El regreso de la Bundesliga demostró que el fútbol cambió, aunque la esencia sigue siendo la misma.

Alemania es la prueba para el fútbol del mundo. La experiencia que en todas las ligas esperaban para sentir que pueden ser un poco alemanes. La atención estaba puesta en el protocolo, en los detalles: la desinfección de la pelota, la distancia entre los sofisticados asientos de avión de los suplentes (como para sentirse que no juegan, pero van en primera clase), el control de la hidratación, las entrevistas con largos micrófonos desde una tribuna, las mascarillas de todos menos de los jugadores, técnicos y árbitros, es decir, casi todos sin mascarillas, en esos coliseos desiertos donde se multiplicaron los ecos con acento alemán.

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Lo novedoso fue el rigor del protocolo afuera de la cancha, porque adentro todo fue muy parecido a lo de siempre: las barreras sin medidas de distanciamiento (porque cómo sería), la fricción permanente entre rivales, las manos permanentemente en la cara, como el arquero del Schalke, Schubert, que así se lamentaba cada que se equivocaba, como para cubrirse de la vergüenza.

Pero la gran expectativa pasaba por los goles, y no tanto por si eran bonitos o complejos o elaborados, sino por cómo los iban a festejar. Las cámaras y la mirada mundial estaban atentas a ese primer héroe del desconfinamiento.



Todos los deportistas cumplen con la smedidas

Fue Haaland, el atacante noruego el encargado de romper el artificio. Anotó el primer gol de esta reanudación, el primero de Borussia Dortmund en la goleada 4-0 contra el Schalke. Entonces, el delantero fue hacia la tribuna, como siempre, solo que ahora nadie lo miraba ni le lanzaba aplausos ni gritos. Celebró solo, y cuando sus compañeros, sedientos de gol, llegaron a su encuentro, dio unos pasitos atrás, como para recordarles que eso estaba prohibido, que las cámaras furtivas estaban pendientes. Es decir, la humanidad. No se abrazaron. Ni lo hicieron después cuando Guerreiro anotó el segundo, ni en el tercero cuando Thorgan Hazard (que iba a ser suplente y jugó porque su compañero Reina se lesionó antes del partido) se arrodilló con los brazos arriba, porque los abrazos al cielo no se los pueden quitar a los futbolistas

 ‘Qué ejemplo, cumplieron los protocolos, es que son alemanes’, decían los fanáticos en redes, pero mientras tanto en otro estadio sucedía todo lo contrario. El Hertha Berlín goleó al Hoffenheim 0-3 y sus jugadores no pudieron contenerse, se les salió la emoción, y hasta el afecto, cuando en el segundo gol se fundieron en un abrazo efímero que generó todo tipo de comentarios

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Es que suprimir la emoción del gol será la gran tarea del nuevo fútbol. Y si los alemanes no pudieron, habrá que imaginar qué pasará en el resto del mundo.  Falcao, un experto del gol y de las celebraciones, fue contundente: “Viendo el retorno del fútbol me pregunto: ¿existirá una razón técnica para que no se permita el abrazo en los goles? Durante todo el partido estamos en constante contacto. En un tiro de esquina están los defensores encima tuyo, en las barreras están todos juntos”, afirmó.

No todos están contentos. Los fanáticos radicales, los que acostumbran a generar escándalo y presión desde las tribunas, con su parafernalia y sus gritos, no comparten que los partidos se reanuden sin su presencia. Por eso, en este fin de semana de la vuelta al juego hubo manifestantes que con sus pancartas le dijeron ‘No al fútbol sin hinchas’. Se resisten a convertirse en telespectadores y se niegan a colaborar en la industria y en el negocio de la TV en torno al deporte

Esos fueron los condimentos de la vuelta al fútbol. Por lo demás, se vieron partidos normales. Lo realmente raro es que la humanidad se haya sentado al mismo tiempo a ver un juego entre Borussia Dortmund y Schalke, que normalmente no atraparía mucha atención. ‘Es que es un clásico alemán’, dirán con sapiencia los nuevos expertos en la Bundesliga, que ahora son millones. Pero sin mentirnos, la mayor atención estaba en si los jugadores se abrazaban o no, si se daban la mano o no, si escupían o no, en si había protestas o no. 

Claro, está el tema de las tribunas vacías, que es algo que no deja de ser raro para el fútbol, aunque no sea la primera vez que un partido se juega a puerta cerrada. “Echamos mucho de menos a nuestro público. No había ningún ruido. Tiras a portería, hacer un superpase, marcas, y no pasa nada. Es muy, muy raro”, reconoció el entrenador del Borussia Dortmund, Lucien Favre.

Así, sin el ruido de estadio y con jugadores que recién empiezan a soltar sus músculos maltratados por el encierro, la pelota volvió a rodar en la Bundesliga. Es el comienzo de una experiencia que el mundo quiere seguir.

PABLO ROMERO
Redactor de EL TIEMPO
@PabloRomeroET

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