Coronavirus: contrarreloj en Leticia para detener la pandemia – Gobierno – Política

El miedo y la zozobra que rondaban por las calles de Leticia las últimas dos semanas por el acelerado aumento de casos positivos de coronavirus, tuvieron algo de alivio el pasado jueves. Ese día, los desesperados llamados de auxilio que clamaban por ayuda para la capital del Amazonas se hicieron sentir y su eco llegó hasta el alto gobierno.

Al caer la tarde, un avión de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) aterrizó en el aeropuerto Alfredo Vásquez Cobo de Leticia. En la aeronave llegó un equipo de médicos y enfermeras, un laboratorio móvil para pruebas de covid-19 y dos ventiladores.

“Tenemos un foco que merece toda nuestra atención”, dijo el presidente Iván Duque esa misma tarde en el programa institucional de la Presidencia de la República, quien agregó que se estableció un puesto de mando unificado para fortalecer los controles en la zona fronteriza. Hasta el viernes pasado había 105 casos positivos, cinco personas fallecidas y tres casos más en estudio.

A su turno, el ministro de salud, Fernando Ruíz Gómez, quien estará este domingo en Leticia, afirmó que van a revisar la situación epidemiológica, “fortalecer el cerco y hacer un ejercicio de capacitación a las poblaciones indígenas”.

La salud de las etnias es una de las mayores preocupaciones de ambientalistas y defensores de la amazonia, quienes a través de la etiqueta #SOSAmazonas en Twitter llamaron la atención del mundo por esta situación.

A Leticia llegaron 26 personas entre médicos, enfermeros y bacteriólogos; cuatro ventiladores para el Hospital San Rafael de Leticia y una máquina que puede procesar hasta 50 muestras diarias. Estará en funcionamiento una vez se realicen las adecuaciones de infraestructura necesarias.

Esto dio un respiro, es un alivio pero es incierto, -en las actuales circunstancias-, saber si será suficiente. La situación es grave, no se adoptaron medidas a tiempo, el virus tomó ventaja y además sacó a relucir las deficientes condiciones de la red hospitalaria que han vivido por años Leticia y el Amazonas, al punto que el mismo jueves el hospital San Rafael, de segundo nivel, fue intervenido por la Superintendencia de Salud, que encontró graves irregularidades.

Entre estas, le dijo la Superintendencia a EL TIEMPO, “Los pacientes que llegaban al hospital no tenían las debidas garantías de una atención de calidad porque, entre otras cosas, los equipos biomédicos no cumplían con requisitos para funcionar, no se les entregaban antibióticos y no se les suministraban medicamentos indispensables para salvarles la vida”.



Hospital San Rafael de Leticia (Amazonas)

Además, el hospital no garantizaba la calidad del oxígeno porque no contaba con la licencia sanitaria de funcionamiento expedida por el Invima. También encontró medicamentos vencidos y, debido a la mala planeación en la contratación, había un notorio desabastecimiento de insumos. “El hospital está en unas condiciones deplorables y no es justo con esa región del país”, dijo el Superintendente Fabio Aristizábal.

Al servicio de urgencias de ese hospital, ingresó el miércoles pasado Antonio Bolívar, reconocido por su papel de Karamatake en la película ‘El abrazo de la serpiente’. Bolívar, de 75 años, ahora es protagonista de esta tragedia. Falleció la noche del jueves por complicaciones en su salud debido al virus.

Como ha ocurrido en otras regiones del país, hay denuncias relacionadas con una nómina paralela en el hospital, que se volvió un fortín político, dicen. Las primeras ayudas que llegaron (mercados) para las familias más pobres se repartieron con criterio político, lo que desató protestas de la gente en barrios populares. Estos casos ya están en manos de la Contraloría.

Hoy, 14 meses después, el Gobierno Nacional empieza a pagar esa deuda. En noviembre de 2018, el presidente Iván Duque junto al ministro de Salud de la época, Juan Pablo Uribe, anunciaron durante un taller Construyendo País en la capital del Amazonas “un plan de acción inmediata para mejorar la capacidad resolutiva del Hospital San Rafael de Leticia”.

La ampliación y remodelación del servicio de urgencias, el mejoramiento de la infraestructura de cuidado intermedio, y la entrega de dos ambulancias, una terrestre y una fluvial, entre otros anuncios nuca llegaron. Además del hospital, hay una clínica privada, entre los dos suman 68 camas, 8 de cuidados intermedios y ocho ventiladores.

El 20 de abril médicos, enfermeras y auxiliares, incluido el conductor de la ambulancia del Hospital San Rafael, renunciaron ante la falta de garantías laborales y de equipos de protección contra el virus. Ningún médico del país se presentó la semana pasada a un concurso que se abrió para trabajar en Leticia.

Esta situación, y la muerte de un anciano que murió esperando la ambulancia, y cuyo cadáver estuvo más de cuatro horas en una calle de Leticia, fueron el detonante que prendió las alarmas e hizo que el miedo se apoderara de toda la población. Leticia es la ciudad con la tasa más alta de infecciones en Colombia, más de 80 por cada 100.000 habitantes.

Con medidas de contención tardías, las autoridades de Leticia se enfrentan a otra situación más difícil. “Esto es como un problema de seguridad nacional. Es como si nuestros países vecinos, Brasil y Perú, nos estuvieran apuntando y disparando con misiles”, dice Pedro Cuarán, habitante de Leticia.

La capital del Amazonas está en el punto geográfico conocido como la ‘triple frontera’. Limita con Brasil y Perú. Y con Tabatinga, la ciudad brasileña, son como hermanos siameses, no se pueden separar. Entre las dos suman unos 100.000 habitantes, comparten una gran actividad comercial y están dividas por una ‘línea invisible’ muy difícil de controlar por la que a diario circulan miles de colombianos y brasileños que con solo atravesar una calle o una quebrada están ‘en el extranjero’. Incluso se da el caso que muchas casas que tienen la sala en Colombia y la cocina en Brasil.

Medidas como la restricción del pico y cédula o el toque de queda poco han servido. En las mañanas es común ver largas filas de gente en supermercados, tiendas o entidades bancarias. Al principio la policía hacía controles pero con el paso del tiempo se han ido relajando, en algunos barrios son comunes las fiestas y hasta un torneo de fútbol organizaron en uno de ellos en plena cuarentena, nos cuenta un habitante de Leticia.

En la principal plaza de mercado la actividad continuaba como si no pasara nada, pero el jueves tuvieron que cerrarla pues una persona dio positivo. Está en proceso de desinfección y la reabrirán mañana lunes.



Así lucen las calles de Leticia, la capital del Amazonas, donde hay varias dificultades para enfrentar la pandemia.

El coronavirus entró a Leticia por Brasil y este sigue siendo el principal foco. La avenida Internacional, así se llama en Leticia, y la avenida Da Amisade, en Tabatinga, es la línea fronteriza de unos seis kilómetros y donde está el único puesto de control.

Del lado colombiano hay una patrulla del ejército que pide documentos a los pocos que cruzan por allí, pero la mayoría de la gente, tanto brasileños como colombianos evitan pasar por ese sitio pues hay muchos con antecedentes judiciales. Ese punto de muchos de la frontera sigue abierto, es el paso obligado de mercancías y alimentos que comerciantes llevan de una ciudad a otra.

Del lado brasileño al menos hay un equipo de médicos coreanos que hacen control, les toman la temperatura y les hacen llenar un formulario con datos a todos los que cruzan. Hay otros pasos como la quebrada San Antonio, uno de los tantos por los que se puede pasar de Leticia a Tabatinga o viceversa.

Sobre esa quebrada, en zonas inundables crecieron poco a poco barrios de invasión como El Águila o La Unión, de casas construidas en madera, sus habitantes viven seis meses sobre tierra y seis meses entre el agua, sin agua potable, sin alcantarillado y sin un sistema de tratamiento de aguas residuales.

Por puentes de madera sobre esos caños nauseabundos cruzan a diario centenares de colombianos. Estos pasos no los controlan las autoridades. En esa línea invisible que separa a Colombia de Brasil está también la quebrada Urumutú, otra zona de invasión en la que viven unas 3.000 personas, todas ellas viven del comercio informal y el Mototaxismo. Hay casas o inquilinatos en donde viven hasta tres familias o unas 20 personas, y curiosamente esos barrios que crecieron en zona de alto riesgo fueron ‘legalizados’.

En Tabatinga la ‘vida es más barata’. Los comerciantes de Leticia traen alimentos para surtir las tiendas y supermercados; y los brasileños vienen a Leticia por frutas y verduras, compran al ‘menudeo’. Un kilo de arroz brasileño cuesta 2.500 pesos allá, traerlo a Leticia desde Bogotá, ese mismo kilo cuesta unos 7.000 pesos.

El arriendo de una vivienda ‘regular’ en Tabatinga cuesta unos 250.000 pesos, pueden tener aire acondicionado, nevera y otros electrodomésticos con esa plata; en Leticia, cuesta el doble, 500.000 pesos, más los servicios públicos, el kilovatio de energía es el más caro de Colombia. “El que vive del rebusque se va a vivir allá”, dice un mototaxista.

Por eso miles de nacionales viven en Tabatinga, pero trabajan en Leticia y es la razón por la cual hay un flujo constante de gente atravesando la frontera. El comercio de Tabatinga se surte de Manaos, capital del estado Amazonas que hasta el viernes registraba 3.491 pacientes con covid-19, y 357 personas fallecidas.

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no es precisamente el más comprometido en la lucha contra la pandemia, e incluso ha desestimado la gravedad del coronavirus. Los aeropuertos están cerrados pero el transporte fluvial por el río Amazonas se mantiene desde Manaos hasta Tabatinga, que hasta el viernes tenía 54 casos positivos.

Esa es la vía de contagio y por ahí llegó el primero de 30 casos que se originaron en Tabatinga. Se trató de un médico de la única clínica privada de Leticia, el doctor Beleño, quien atendió a una paciente brasileña. Si sirve de consuelo, Leticia tiene mejores hospitales que Tabatinga, eso dicen sus habitantes.

Uno de los principales focos de contagio en Tabatinga es su principal plaza de mercado, conocida como La Feira, a las afueras del lugar en un mercado informal, sobre el piso o en mesas de madera, los peruanos que vienen de Santa Rosa, una isla que se formó en medio del Río Amazonas, hoy en disputa entre Colombia y Perú, venden lo que les dan sus cultivos, yuca y plátano. Ahí también llegan las mercancías en barcos desde Manaos y siguen llegando viajeros.

No hay ningún tipo de control con el agravante de que hace ocho días el único hospital no recibe ningún paciente por lo que tienen que irse a Leticia. Por eso no le falta razón a Pedro Cuarán, desde Tabatinga y Santa Rosa, los ‘misiles’ silenciosos del coronavirus están apuntando hacia Colombia.

Las 22 comunidades indígenas que habitan en el Amazonas están en un grave riesgo, eso lo han denunciado las comunidades y varias ONG y lo sabe el gobierno. El presidente Iván Duque dijo el jueves que se buscarán mecanismos de aislamiento para protegerlas, “para evitar que tengamos un contagio con nuestra población ancestral”.

Fuentes en Leticia le dijeron a El Tiempo que ya el virus llegó a esas comunidades. “Ya empezó y si se riega el virus va a matarlas todas, será un exterminio de los pueblos indígenas”.

La situación se agrava porque estas comunidades viven en sitios muy alejados en donde no cuentan con ningún tipo de servicio de salud y la asistencia se pueden demorar varios días en llegar. Están ubicadas en ocho corregimientos o áreas no municipalizadas a dónde ni siquiera han podido llegar.

10.000 mercados, pues se necesitarían al menos 15 vuelos para repartir unas 200 toneladas de alimentos.

El médico Pablo Martínez, integrante de la Organización No Gubernamental (ONG) Sinergias, conocedor de la amazonia ya había lanzado una señal de alerta hace varios días: “lo que va a suceder en Leticia puede llegar a ser desastroso”.

POLÍTICA

Fuente de la Noticia

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