Abril 20, 2020 – 08:29 p. m.
Por:
Redacción de El País
Duván Zapata es uno de los delanteros más letales del planeta. Con 40 goles en los últimos dos años con la camiseta del Atalanta, el caleño se ha convertido en protagonista principal de las portadas de los medios italianos, que antes de que se frenara el fútbol por el coronavirus, mostraban al goleador de forma recurrente festejando desenfrenado con ese cuerpo de ‘Terminator’ que genera terror en las defensas contrarias.
El vallecaucano de 29 años, quien ya tiene lugar fijo en la Selección Colombia, ha forjado su carácter durante nueve largos años en el fútbol del exterior, donde vistió la camiseta de Estudiantes de La Plata, Nápoli, Udinese, Sampdoria y Atalanta, equipo con el que ha estado brillando de manera estelar desde el 2018, robándose el interés de otros grandes clubes europeos.
Seguramente todos esos equipos que le han venido siguiendo la pista al vallecaucano se preguntan de dónde emergió esa figura robusta que no se cansa de meter goles cada que salta a la cancha. Pues bien, a esas escuadras habría que decirles que la historia de Duván Zapata con las redes rivales comenzó a gestarse en la tarde del domingo 13 de febrero del 2011 en el estadio Francisco Rivera Escobar de la ciudad de Palmira, cuando un América prácticamente juvenil sufrió para vencer al Deportivo Pereira en un partido por la segunda fecha de la Liga.
La historia es la siguiente. Zapata había debutado años atrás con la camiseta escarlata (2008), pero no había tenido grandes oportunidades en el primer equipo. Sin embargo, en el inicio de ese torneo del 2011, la Dimayor le impuso al equipo rojo la sanción de no poder alinear a sus refuerzos para ese torneo debido a las deudas no canceladas.
Entonces, para ese partido frente a los ‘Matecañas’ en Palmira (El estadio Pascual Guerrero estaba en obras de remodelación para acoger el Mundial Sub-20), los ‘Diablos’, dirigidos por Álvaro Aponte, entraron al campo con un equipo guiado por la experiencia de Jorge el ‘Pelícano’ Banguero y alimentado por promesas como David Holguín, Diego Vergara, Avilés Hurtado, Luis Carabalí y Duván, el grandote Duván, que esa tarde comenzó a demostrar que tenía ese talento de volverse infalible cuando la pelota le llegaba al área, al marcar su primera tripleta como profesional.
Fue un partido dramático, como casi todos los de la ‘Mecha’ en esos tiempos de escasez y crisis deportiva. Los visitantes se fueron arriba en el marcador con un remate cruzado del delantero paraguayo Carlos Villagra, que, sin saberlo, hirió el orgullo de esos juveniles que querían demostrarle a la hinchada que su amor por la camiseta era inmenso.
Comenzó, entonces, la remontada. De los pies de Avilés salieron dos pases impecables para Duván que terminaron en el fondo de la portería que defendía el viejo ‘Prono’ Velásquez. El primero fue un balón bombeado que Zapata impactó con la cabeza y el segundo un centro de costado que el ariete remató a placer llegando a las cinco con cincuenta.
El tanto que completó la faena llegó en el segundo tiempo y nació, de nuevo, de los pies de Avilés, jugador que ahora se destaca en el fútbol mexicano. Tiro libre de costado y centro para el ‘Toro’ se zambullera y alcanzara a rozar la pelota para hacer que los hinchas americanos festejaran bajo el cielo encapotado de Palmira.
Duván, que celebró levantando su cabeza hacia el cielo, representó a lo largo de ese semestre (en el que hizo dos goles más) a ese humilde pero combativo América que soñaba con tiempos mejores que, por lo menos en ese momento, no llegaron, porque meses después el equipo iba a sufrir el desgarro de irse al descenso.
Zapata no estuvo en ese doloroso momento porque ya había desembarcado en La Plata para jugar en Estudiantes al lado de la ‘Bruja’ Verón y compañía, pero eso no evitó el dolor que sintió.
Ahora, nueve años después y en la élite, Duván sueña con volver algún día a vivir ese amor de enfundarse la camiseta roja y regresar a un equipo que pudo reponerse del mayor golpe de su vida para volver a la cima del fútbol colombiano. Él ya se los ha prometido, y de seguro se muere de ganas por cumplirles ese deseo.
