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DE ARENA, MAR Y DUENDES

DE ARENA, MAR Y DUENDES | Noticias de Buenaventura, Colombia y el Mundo

Vagos recuerdos tengo de mis idas a la playa en mi natal Buenaventura. Tendría 3 o tal vez 4 años. Vivíamos en el barrio Nayita y en mi memoria tengo registradas la ida a la Arenal. Era un camino con mucho monte a los lados, algunas zonas pantanosas y al final estaba la arena y el mar. Era el año 1968 o 1969.

Hoy, ya de adulto, cuando voy a alguna playa y encuentro un camino similar, inmediatamente mi subconsciente empieza a registrar la brisa y el olor salubre del mar de mi niñez. Como dicen por ahí, lo que vives en tus primeros 7 años de vida, queda registrado en tu mente y se vuelve una parte esencial de ti para el resto de tu existencia.

El Arenal fue una playa que tuvo Buenaventura por algunos años y que resultó del dragado que hicieron a mediados de la década del 60 de los barrios de palafito Cristo Rey y Balboa. Por cierto, hablando recientemente con hi hermano Diego, quien para 1968 tendría 14 años, me contaba que en Balboa quedaba la legendaria cancha de fútbol la Baraya donde jugaron grandes figuras como “Maravilla” Gamboa y Marino Klinger. Para ser más preciso, luego del dragado de estos dos barrios, y empezando la década del 70, se construyeron la Zona Franca, el Edificio de Puertos y se amplió el terminal marítimo para que más barcos pudiesen atracar en su muelle.

Termino cayendo en la tentación de dar datos históricos y alejándome de la razón de mi escritura, el Arenal. Aunque mis recuerdos son muy borrosos, como decía anteriormente, caminos similares de vegetación, arena y lodo, así como olores, inmediatamente me traen la fotografía de la Arenal. Los paseos con mis hermanos mayores y la fortuna de tener la playa a las espaldas de nuestro barrio.

Pero esas tardes de playa tuvieron un final muy rápido. Realmente no recuerdo la frecuencia con la que íbamos y por cuánto tiempo disfrutamos de esta arena y mar. Me imagino era un día como cualquier otro, cuando guiados por mi tia Emita, quien había llegado de Cali a visitarnos, fuimos a la Arenal. Yo era el menor de 5 hermanos y mi tia Emita era la mayor y la responsable de llevarnos y traernos. Y fue el regreso a casa lo que marcó el final de los paseos a la playa.

Después de haber disfrutado del sol, el mar y la arena, se decidió que ya era suficiente por ese día. Por el camino, según me cuenta mi hermana Amparo (quien tendría unos 16 años), yo, a mis 3 años, iba de su mano cuando llegamos a un punto donde el camino se bifucarba antes de subir a la calle principal del barrio Nayita. El grupo se dividió en dos, unos tomaron a la derecha y yo, según cuenta Amparo, me quise ir con el grupo de la izquierda (creo que desde chiquito me vienen esas tendencias). Me solté de su mano y cuando los dos grupos se volvieron a encontar, yo no estaba por ningún lado. Me les había perdido.

De inmediato se armó la de troya. Empezaron a gritar mi nombre, ¡Ernesto!, y a preguntar en algunas de las casas si habían visto a un niño de mis características, flaquito y de sólo 3 años. Me cuenta Amparo que el susto fue mayúsculo cuando mi tía Emma envió a la casa a mi hermano Mario (de 15 años) para saber si yo había llegado y regresó con la noticia que no, que yo no estaba en la casa. La tía Emita se quería morir y con más angustia siguieron en mi búsqueda hasta que le preguntaron a una señora que tenía fama de bruja, quien muy rigurosa, entre algunas cosas, les preguntó por mi nombre y apellidos y si yo estaba bautizado. Cuando le respondieron y le dejaron saber que yo había recibido el sacramento del bautismo, aparecí de la mano de un grupo de muchachos que me habían encontrado llorando encima de un árbol.

Les digo la verdad, lo único que registro en mi mente es estar sobre un árbol, pero nada más. De acuerdo a mi hermana Amparo, con quien hablé muy recientemente sobre este incidente, me contó que el responsable de aquel extraño hecho (según algunas versiones que le dieron en ese entonces), había sido un Duende. Pues así de maravillosa fue mi niñez, con historias de brujas, duendes y aventuras, pero sobre todo, con una playa, una arena, un camino y unos olores a mar que nunca se irán de mi memoria.

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