Devolver la soberanía al ciudadano a través de la tecnología, por Ismael Peña López

Ismael Peña López es Doctor en Sociedad de la Información y del Conocimiento y Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Su trabajo se centra en el impacto de las TIC en la sociedad, así como en las instituciones educativas y políticas.

Peña López es, además, Director General de Participación Ciudadana y Procesos Electorales en la Generalitat de Catalunya. Su equipo trabaja, entre otros, en la puesta en marcha de una estrategia de participación ciudadana para hacer más cercana y comprensible la toma de decisiones públicas. “Aspiramos a transformar la Administración a través de la participación y transformar la Administración para hacer posible la participación”, explica. Su objetivo final: combatir los populismos y la anti-política.

¿Cómo ha transformado la tecnología la política?

Si tenemos en cuenta que las instituciones de la democracia – partidos, sindicatos, entidades de la sociedad civil, parlamentos, etc. – se fundamentan, en términos simplificados, en intermediar relaciones y gestionar un conocimiento que antes era escaso y caro de manipular, nos damos cuenta de que la tecnología no solo transforma la política, sino que dinamita los cimientos sobre los que está construido todo el sistema democrático. 

En términos prácticos, las posibilidades que la tecnología abre en política son una impresionante presión por la transparencia y la ética; la posibilidad de influir directamente en la agenda pública; la conversión de las minorías excluidas del debate político en masas críticas que pueden decantar tendencias; y la concurrencia de nuevos actores, en nuevos espacios y con nuevos instrumentos, en todas las fases de la política pública, desde el diagnóstico hasta la evaluación de impacto, pasando por el diseño, la deliberación y la toma de decisiones misma. Todo ello para bien y para mal, claro.

Los nuevos canales de información y comunicación digital, ¿mejoran o empeoran la calidad de la información política que llega a los ciudadanos?

Y con los nuevos canales de información y comunicación digital está sucediendo lo mismo. Las clases educadas utilizan los portales de transparencia y datos abiertos para informarse y sus contactos influyentes y redes sociales para influir en la agenda pública. Mientras, las clases más humildes se ven zarandeadas y apabulladas por información tóxica, que no tienen tiempo ni a menudo conocimientos para analizar a fondo, y con la que acaban formándose una opinión que, paradójicamente, suele ser contraria a sus propios intereses.

 

 

¿Cómo puede una sociedad democrática garantizar que dicha información y comunicación no vaya en detrimento del bien de los ciudadanos?

La mejor forma de controlar un gran poder, como el poder de informar o el poder de ser libre para informarse y comunicar, es ligarlo a una gran responsabilidad. 

¿Contribuye la tecnología al populismo?

Pero empodera en igual medida a los defensores de la democracia.

Lo que realmente contribuye al auge del populismo son un deficiente sistema educativo, un modelo económico que perpetúe o incremente la desigualdad y los malos diseños institucionales para representar a la ciudadanía y gobernar lo público que, en definitiva, consiste en corregir todo lo anterior.

En uno de sus artículos apunta que, con el tiempo, el populismo acaba derivando en fascismo. ¿Aceleran los canales digitales este proceso?

La primera, y coherente con la cuestión del multiplicar, es que dado que partimos de una situación de gran desigualdad social y de crisis de gobernanza global, son estas desigualdades y crisis de gobernanza las que están creciendo más rápido, mucho más rápido que los procesos de corrección de esas desigualdades o de rediseño de las instituciones de la gobernanza democrática. Así, la doble tendencia iniciada en los años 80 de des posesión de soberanía de la ciudadanía y la huida de ésta hacia los populismos está provocando, efectivamente, una creciente deriva hacia los totalitarismos.

¿Es necesario que la soberanía vuelva a los ciudadanos? En caso afirmativo, ¿cómo puede la tecnología ayudar a ello?

El otro camino, que en la era industrial era imposible y ahora se ha abierto, es la redistribución no solamente del acceso a los medios de producción sino del acceso a todo tipo de instituciones sociales, dado que la tecnología ahora lo permite: en una sociedad del conocimiento, cada vez más basada en lo intangible, es más posible que nunca distribuir las soberanías entre toda la ciudadanía.

Y cerramos el círculo: asumiendo más responsabilidades en la gestión de lo público podremos rediseñar las instituciones y, con ello, recuperar soberanía sobre lo público para recuperar soberanías sobre lo personal.

El próximo 3 de noviembre tendrán lugar las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. ¿Cómo está afectando la manera de hacer campaña y la comunicación política estadounidense al resto del mundo?

Si combinamos el poder económico, el tamaño en términos de población, y el poder en materia tecnológica, Estados Unidos está exportando una combinación explosiva al resto del mundo: una tecnología – que nunca, jamás, es neutra – con un fuerte componente individualista, apoyado por un modelo económico y legal que favorece este individualismo – a menudo a costa de lo colectivo – y con un caldo de cultivo de 320 millones de habitantes que le permite crecer en un entorno culturalmente homogéneo. 

Cuando ese modelo sale al mundo, está ya maduro y es lo suficientemente fuerte no sólo como un producto en un mercado, sino como un modelo cultural en una sociedad.

Por tanto, creo que centrarnos en las campañas y la comunicación política de Estados Unidos es ir a las formas, cuando es el fondo el que está transformando nuestras culturas: la soberanía sobre la tecnología y la soberanía sobre nuestras instituciones. Y una soberanía no entendida como algo de la nación, sino como algo de la comunidad.

Fuente de la Noticia

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