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Educación y tecnología, los otros rezagos que la pandemia evidenció

Educación y tecnología, los otros rezagos que la pandemia evidenció

Anastasia recarga medio cuerpo sobre su escritorio tras un prolongado bostezo. Se sostiene la barbilla con la mano mientras mira con desinterés a la profesora que no para de hablar a través del monitor de la computadora. A veces la imagen se congela o simplemente los gigas contratados se rinden y la sacan de la plataforma. Tiene 12 años y la transición de la primaria a la secundaria la vivió en medio de la pandemia. No hubo despedida ni encuentros o reencuentros; sin embargo, Anastasia es una niña privilegiada o eso le dicen. Puede seguir cursando primero de secundaria, pero no le importa confesar que muere de aburrimiento. Sus ojos no saben mentir: lucen llorosos entre el brillo de las pantallas que mira todo el día y el prolongado cansancio que nueve meses de encierro forzado han logrado acumular.

Según informes de la Unicef, el cierre de escuelas afecta todavía a 500 millones de estudiantes en todo el mundo. Alrededor del 30% de esta cifra se encuentra en Latinoamérica, donde más del 90% de los estudiantes aún no regresan a las aulas. La pérdida media de días de escolarización de los menores es cuatro veces superior a la de los estudiantes del resto del mundo. En otros países, las escuelas se han reabierto gradualmente desde el inicio de la pandemia, pero en la región, la gran mayoría permanece cerrada.

Para la doctora Gabriela Delgado Ballesteros, investigadora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (UNAM), el rezago no será igual al número de meses confinados, sino se multiplicará por años. Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en la región sugiere que siete meses de cierre de las escuelas resultará en un importante aumento en el número de estudiantes de secundaria que caerán por debajo del nivel mínimo de competencia en lectura, pero más allá de no alcanzar las metas de formación escolar básica, se calcula que más de 3 millones de niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe podrían nunca regresar a la escuela.

Las desigualdades

Para Delgado, la pandemia puso en evidencia las brechas inmensas que existen en nuestra sociedad. “Estamos en un serio problema, pero lo más fuerte es lo que viene: la pandemia de las desigualdades. La educación por tablet, computadora o televisión marca aún más estas desigualdades”. Según una encuesta de la Universidad Iberoamericana (ENCOVID-19), sólo 40% de los estudiantes mexicanos informó tener en casa una conexión estable a Internet, 38 % de los estudiantes que aprenden desde casa lo hacen a través de teléfonos móviles y 32 % siguen las clases a través de la televisión. “No todas las personas tienen la posibilidad de tener uno de estos aparatos, pero hay personas que ni siquiera tienen luz. Esto ciertamente va a determinar muchísimo más deserciones y abandono escolar”, subraya.

La especialista señala que la pandemia no sólo puso una lupa en el acceso desigual a la educación, sino también en la calidad de contenidos que no están adecuados a las situaciones y contextos de las niñas y niños en México. “Las brechas de desigualdad también se expresan en los razonamientos”. Explica que uno de los grandes retos de la pandemia es elaborar nuevos contenidos educativos que sean útiles en circunstancias de emergencia, como las que atravesamos ahora, pero que también se vuelvan más efectivos en general, en el sentido de no sólo brindar información, sino fortalecer las experiencias. “La ciencia se construye, no se aprende”, subraya.

En este momento, una de las grandes carencias que permea de manera generalizada tras la emergencia por el Covid-19 tiene que ver con la falta de sociabilización. Delgado refiere autores clásicos, como Rousseau, que ya desde hace un par de siglos destacaban la importancia de estos contactos como un elemento básico de la pedagogía. “Lo más importante de la educación es la sociabilización y esta se da fuertemente en la llamada primera infancia y en la adolescencia. La importancia de poder compartir los errores con los compañeros permite el debate; en el error hay aprendizaje colectivo que genera discusión sobre los diferentes puntos de vista de un fenómeno”, señala y agrega que cuando un niño o una niña sólo escucha a alguien en una pantalla, es aún más complejo que se genere la posibilidad de experimentar.

El punto de vista de la entrevistada coincide con el reciente informe “Educación en pausa”, generado recientemente por la UNICEF, donde se señala que en términos generales, el cierre de las escuelas está teniendo un impacto negativo importante en el aprendizaje de cada estudiante y en su capacidad para desarrollar habilidades sociales y pensamiento crítico, sobre todo en los más pequeños.

Por otra parte, según proyecciones de la UNESCO, cuanto más tiempo permanezcan cerradas las instituciones educativas, es menos probable que los estudiantes más vulnerables regresen a clase, incluidos quienes tienen alguna discapacidad, son migrantes o pertenecen a comunidades indígenas. Para Delgado, la pandemia también puso una nueva lupa en la condición de las niñas, pues su acceso a la educación sigue siendo más complejo por el tipo de trabajo doméstico que tienen que realizar. “Las niñas van a ser las más afectadas en los grupos de las clases más marginadas”, puntualiza.

Potenciar capacidades

Delgado Ballesteros comenta que la otra gran brecha que se puso en evidencia es la forma con la que fueron educadas otras generaciones, una pedagogía totalmente rígida que aún prevalece en la asimilación de nuevos conceptos e incluso en la asimilación de las nuevas herramientas tecnológicas indispensables no sólo para vivir en el día a día, sino como aliadas permanentes en los procesos educativos. “Los niños nacen con la tecnología, pero muchos de los que enseñan no tienen este acercamiento; es así, que además de cambios de contenidos se requiere una capacitación urgente de los que se dedican a la educación y con la conciencia de que no es lo mismo educar a un adolescente en preparatoria que a un niño y una niña en primaria o secundaria”. Añade que en estos últimos permanece la curiosidad, pero también la incredulidad para poder cuestionar; algo que debe ser aprovechado para potenciar sus capacidades.

“Los cambios deben abarcar contenidos y capacitación de personal, pero eso es realmente lo más sencillo. Lo complejo es que todos los espacios tengan accesibilidad a Internet. Dicen que lo mejor contra el Covid-19 es lavarnos las manos, pero hay lugares donde ni siquiera hay agua. Lo mismo sucede en la educación. Le han apostado a la televisión y las computadoras, pero hay lugares en donde ni siquiera hay luz”. Delgado asegura que en un país con muchos lugares donde el Estado no ha garantizado los insumos mínimos para la supervivencia, es complejo confiarse en una educación basada en fibras ópticas.

Según el informe en pausa de la Unicef, más allá del impacto inmediato, las consecuencias financieras de la crisis educativa impactarán a las economías de la región en los próximos años. Según datos del Banco Mundial, el cierre de las escuelas podría costar hasta 1.2 billones de dólares en los ingresos eventuales de por vida de los niños, niñas y adolescentes que ahora se ven privados del aprendizaje formal, lo que equivale al 20% de las inversiones que hacen los gobiernos de la región en educación básica.

Frase

“Además de cambios de contenidos se requiere capacitación urgente de los que se dedican a la educación y con la conciencia de que no es lo mismo educar a un niño que a un adolescente”. Gabriela Delgado. Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (UNAM).



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