El calvario de cadete que sobrevivió a atentado en escuela de Policía

Daniel Murillo cierra los ojos y ve un carro en llamas. Los cuerpos de sus compañeros de la Escuela de Cadetes General Santander están destrozados y a lo lejos solo se escuchan gritos desesperados de auxilio. Su compañero Andrés Felipe Carvajal -quien fallecería diez días después- está sentado, desconsolado.

El recuerdo del atentado que ocurrió a las 9:30 de la mañana de aquel 17 de enero del 2019 no podría ser más aterrador. Daniel, de 21 años de edad, cuenta que tras abandonar la Escuela fue sometido a varias cirugías que lograron salvarlo de una invalidez inminente.

Al despertar, vio en la pantalla del televisor de su habitación en el Hospital el Tunal cómo los medios nacionales narraban el cruento ataque del Eln que acabó con las vidas de 22 de sus compañeros de la Compañía Gilibert. La imagen -que sigue girando en su cabeza como las manecillas del reloj de la Escuela- lo dejó sin habla durante al menos una semana.

Fue durante su estadía en la unidad de Cuidados Intensivos cuando Daniel le preguntó a Irma Villalba, su madre, si las fracturas de tibia y peroné en su pierna derecha le impedirían lograr el mayor sueño de su vida: graduarse como subteniente de la Policía.

«Él nos dijo que quería seguir en la Policía. Todos los días asegura que su deber, en nombre de sus compañeros fallecidos, es graduarse como subteniente de esa compañía, como homenaje, un honor hacia ellos”,
cuenta Tatiana Murillo, hermana de Daniel.

Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, ese sueño pareciera ser lejano.

Aunque Daniel se recuperó rápidamente de la contusión pulmonar y de las fracturas en la tibia y el peroné ocasionadas por el atentado, los médicos le pusieron una platina en la pierna derecha que su cuerpo no aceptó fácilmente y que le produjo largos episodios de dolor y fiebre.

El 4 de marzo regresó a la Escuela. Caminar en muletas por los mismos patios en donde vio morir a sus compañeros no era fácil, el miedo lo invadía por completo. Según denunció la familia del joven cadete, durante todo este tiempo no han recibido acompañamiento psicológico y la institución tampoco puso en marcha la plataforma de educación virtual que le había prometido a los alumnos que permanecieron varios meses incapacitados tras el atentado.

Cuando se sintió el estallido, tanto miembros de la policía como ciudadanos que se encontraban en barrios cercanos empezaron a registrar lo que habían presenciado u oído. 

“Nos dijeron que si él no entraba en esa fecha lo iban a aplazar. Lo más grave fue que el director de la Escuela no mostró ningún tipo de compresión con la situación de mi hermano y le hicieron una cantidad de parciales para nivelarlo cuando él ni quisiera había contado con el acompañamiento psicológico que lo ayudara a superar el trauma del atentado”, denuncia Tatiana.

Para Vanessa Celedón Medina, Magíster en psicología clínica, la denuncia de la familia Villalba es preocupante si se tiene en cuenta que el tratamiento psicológico con las víctimas y sus familias “debería llevarse a cabo hasta que la persona haya adquirido las herramientas mentales suficientes para prevenir una recaída emocional o hasta que el profesional lo considere conveniente”.

La experta agrega que es vital “involucrar a la familia en dicho proceso, porque también los seres queridos necesitarán un apoyo emocional y una orientación sobre cómo acompañar el tratamiento del afectado en su hogar”.

Pese a las dificultades físicas y emocionales, Daniel ganó los parciales y superó las pruebas de tiro, natación y equitación que le exigían en la Escuela para ser ascendido a alférez, título necesario para ser ordenado al año siguiente como subteniente.

Era tal su deseo de pasar las pruebas que se mandó a realizar unos tapones personalizados para no empeorar su trauma en el oído durante el examen de natación y terminó en la enfermería de la Escuela debido a las molestias que le quedaron en su pierna derecha tras la prueba de trote.

Todo parecía ir conforme a lo planeado. Las malas noticias llegaron en junio pasado.

La familia de Daniel había preparado todo para su esperado ascenso a alférez en la General Santander. Compraron un nuevo traje de gala porque el anterior quedó destruido en el atentado y adaptaron las botas altas que les habían exigido usar a todos los estudiantes que participarían en la ceremonia. El evento era un pequeño alivio en medio de la tristeza que invadía sus vidas desde hacía seis meses.

El día de la ceremonia, Irma y Tatiana se pusieron sus mejores trajes y viajaron durante más de cuatro horas desde su casa en El Guamo, Tolima, hasta la sede de la Escuela en el sur de Bogotá. Nada salió como lo imaginaban.

No lo dejaron graduarse con sus otros compañeros a pesar de la ilusión que le generaba poder participar en la ceremonia protocolaria.

«Cuando llegamos, vimos a mi hermano sentado en la gradería. No lo dejaron graduarse con sus otros compañeros a pesar de la ilusión que le generaba poder participar en la ceremonia protocolaria. Era un logro después de todo lo que había superado”, recuerda Tatiana.

Aunque la General Santander explicó en su momento que la decisión de no dejar participar a Daniel en la ceremonia se debería a que él no puede estar mucho tiempo de pie, la familia aún se pregunta “por qué lo humillaron al no entregarle el sable e imponerle la tercera estrella cuando estaba ahí sentado y uniformado”.

Tatiana cuenta que le dolió mucho ver a su hermano ahí sentado mientras nombraban a cada uno de sus compañeros. “No lo tuvieron en cuenta. Después de que salimos de la ceremonia llegó un mayor de la Policía y le dijo a Daniel que qué hacía uniformado si la orden era que tenía que quedarse en su cuarto”, recuerda.

El joven cadete recibió el grado por “ventanilla” y tiempo después salió a vacaciones. Le esperaba otra cirugía.

La familia del joven cuenta que durante todo este proceso ha recibido un gran apoyo de la Brigadier General Juliette Giomar Kure Parra, directora de Sanidad de la Policía y exdirectora de la Escuela de Cadetes.

Según la familia, Giomar los ha ayudado a programar las cirugías en época de vacaciones con el objetivo de no causar traumatismos en la jornada educativa de Daniel. Gracias a ello pudo recuperarse de la operación en la pierna entre febrero y marzo y concluir su tratamiento en el oído en junio pasado.

El joven estaba celebrando en noviembre que pudo concluir sus materias y entregar su proyecto de grado, cuando, de nuevo, fue sorprendido por la desgracia.

La ortopedista le informó que la platina que le colocaron en la pierna no había sido bien asimilada por el cuerpo y que esto le había provocado una infección que debía ser atendida con urgencia.

Daniel Murillo ha contemplado abandonar sus estudios, dice su familia, por las trabas que le pone la institución.

Daniel entró a cirugía el 27 de diciembre y duró quince días hospitalizado. Le tocó pasar navidades y Año Nuevo con su familia rodeado por las frías paredes de un centro médico.

«Gracias a Dios cuando le retiraron la platina la tibia y el peroné ya habían soldado lo suficiente para que él pudiera caminar tranquilamente. Le quedó faltando otra cirugía en el oído pero dijo que no se la iba a hacer todavía porque quería recuperarse para hacer los exámenes preparatorios que eran ahorita en enero”, comenta Tatiana.

Las malas noticias continuaron. La familia asegura que el miércoles pasado la Escuela les comunicó que aunque aceptarán la incapacidad por la última cirugía, el joven no podrá estar en la ceremonia de ascenso en junio próximo porque no presentó los preparatorios en la fecha estipulada.

Según el plan de estudios de la General Santander, después de esos exámenes los cadetes que aspiran a ser subtenientes deben realizar unas pruebas en terreno y después brindar apoyo a las unidades urbanas durante varias semanas.

Pero los tiempos a Daniel no le cuadran. “Le hicieron un daño muy grande cuando le dijeron que no podrá graduarse. Nosotros no pedimos que le den todo regalado pero sí que se acoplen a la situación de él, que lo dejen presentar las pruebas a su tiempo. Mi hermano dice que no quiere seguir siendo policía si lo aplazan, si le niegan después de todas las dificultades sufridas y el esfuerzo, cumplir su más grande sueño”, expresó Tatiana.

La hermana del joven asegura que después de tanto tiempo decidieron elevar su voz de denuncia porque se sienten olvidados por el Estado. “Si callo, a Daniel lo aplazan y lo excluyen, lo declaran no apto”, agrega.

Ante los cuestionamientos de los Murillo Villalba, la Escuela de Cadetes General Santander aseguró que cuentan con el registro pormenorizado de todas las ocasiones en las que les han brindado el acompañamiento psicológico y médico a Daniel y su familia a lo largo de este año.

La institución indicó que los exámenes preparatorios estaban programados para diciembre y fueron aplazados para enero por temas de “dinámica institucional. Es decir, se le dio más tiempo a los jóvenes para que realizaran las pruebas”.

Según la General Santander, al comité académico es a quien le corresponde decidir, de acuerdo con las excusas médicas presentadas, el futuro de Daniel en esa institución. Una de las posibilidades es que el cadete presente los exámenes preparatorios en los próximos meses.

EL TIEMPO pudo establecer que el joven se reunió en la tarde de este viernes con miembros del comité académico de la Escuela en busca de una posible solución a su situación.

JULIÁN VIVAS 
Redactor de NACIÓN

Fuente de la Noticia

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