Redacción
La semana pasada se llevó a cabo la tercera Cumbre de Petróleo y Gas, que convocó a la industria colombiana de hidrocarburos para debatir tanto temas técnicos como las visiones hacia el futuro.
La pandemia del coronavirus ha golpeado intensamente al sector energético a nivel global. De acuerdo a la Agencia Internacional de Energía, la demanda mundial de crudo disminuirá un 8 por ciento y la de energía del 5 por ciento.
Para la muestra un botón: Ecopetrol producía 735 mil barriles en el primer trimestre de 2020 y en octubre, aunque mejorando, la producción fue de 689 mil.
El hecho de que el 2020 se perfila como uno de los peores años de la industria petrolera en décadas ha activado la discusión global sobre no solo el futuro de los hidrocarburos sino también el rumbo de la transición energética.
Colombia no está ajena a este debate. En momentos de una crisis de magnitudes históricas, no sobra recordar que los hidrocarburos representan el 3,4 por ciento de la economía nacional, el 47 por ciento de las exportaciones, el 40 por ciento de la inversión extranjera directa y el 80 por ciento de las regalías.
Por esa razón el petróleo y el gas jugarán un rol protagonista en la reactivación económica del país. Al menos ocho proyectos de exploración y producción de hidrocarburos integran el plan del Gobierno Nacional, el “Compromiso por Colombia”, con una inversión total de 9,2 billones de pesos, 1,7 billones entre 2021 y 2022.
La ruta del Ministerio de Minas y Energía gira en torno a la exploración costa afuera en el Caribe (1.900 millones de dólares en 2021), los yacimientos continentales (940 millones de dólares), las tecnologías de recobro mejorado y el avance en los pilotos de fracking (400 millones de dólares).
A pesar del choque severo a la demanda global que desató la pandemia, los problemas estructurales de la industria antes del coronavirus y los potenciales cambios de consumo energético en la post-pandemia, la exploración y producción de hidrocarburos seguirá en el centro, y en especial en Colombia, por más años.
Lo anterior no borra, al contrario resalta con mayor intensidad, la necesidad de la transición hacia otras fuentes de energía. Las divergentes estrategias corporativas de gigantes como Exxon y BP reflejan este dilema actual de la industria petrolera: ¿qué tan renovable es el futuro y cómo construir una canasta mixta de inversiones en crudo, gas y renovables?
Ecopetrol también enfrenta esas decisiones. En reciente entrevista con este diario, su presidente Felipe Bayón anunció que la producción de gas aumentará al 30 por ciento de la operación. Esto confirma al gas como el hidrocarburo “bisagra” entre el crudo tradicional y un futuro más “verde”. Las renovables asimismo hacen parte del plan de reactivación gubernamental: 25 proyectos por 18 billones de pesos.
Por ende, la cuestión no radica tanto en si habrá una transición energética sino en cómo el Gobierno y la industria trazan localmente el camino hacia esa transición. Camino en el que el Gobierno, las empresas y las regiones productoras enfrentarán disyuntivas y escogencias que no necesariamente conduzcan al bienestar general de la economía nacional y de la sociedad.
La política petrolera colombiana- como lo ratifica el plan 2040 de la Agencia Nacional de Hidrocarburos- le apuesta al aumento de las reservas de crudo y gas- que incluyen bloques costa afuera y los yacimientos no convencionales.
Elevar la producción- mientras se avanza en energías renovables- no va en contravía de esa ruta hacia la transición. Simplemente reconoce que el petróleo y el gas son no solo claves para la reactivación de la economía sino también la plataforma de lanzamiento de ese futuro energético más renovable.
Francisco Miranda Hamburger
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