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EL COVID-19 Y SU ESTELA DE MUERTE

Imagen tomada del portal www.iotsworldcongress.com

Estamos terminando el 2020 atrapados en la crisis de salud más espantosa que ha tenido todo el mundo, algo nunca visto en la historia de la humanidad. El Coronavirus logró lo que muchos creíamos era ficción, que sólo se creía que podía pasar en una película de Hollywood, algo que no se haría realidad. Pero no, se hizo realidad y no hay rincón en el mundo donde no haya llegado este virus a hacer sus estragos.

Nueva York, donde vivo, se convirtió en el epicentro del Coronavirus por algunas semanas. Daba realmente miedo salir a las calles y por 3 meses estuve confinado en casa, trabajando remotamente y comunicándome por teléfono con mi familia, amigos, a la oficina y con mis clientes. Tengo que recordar muy especialmente a Lorena Borjas, mi compañera de trabajo quien fue desgraciadamente una de las primeras víctimas mortales del Covid-19 en esta ciudad. Una mujer que luchó por sus derechos, por salir adelante, una mexicana de armas tomar, quien se convirtió en la mamá de las mujeres transgénero que llegaban a Nueva York, en su mayoría huyendo de sus países de origen por ser víctimas de discriminación, transfobia y violencia.

Pero la estela de muerte proseguía su camino en Nueva York y varios familiares de personas conocidas encontraron su final en la soledad de un hospital y sin la posibilidad de ser despedidos por sus deudos, a quienes semanas después se les entregaban las cenizas. Al mismo tiempo veía las noticias de cómo el virus iba afectando poco a poco a Colombia. El temor normal por mis seres queridos que viven allá, por mis amigos y tanta gente que amo. A diferencia de los Estados Unidos, en Colombia la medida de la cuarentena obligatoria tuvo el efecto que se quería, que la pandemia fuera afectando poco a poco y no como pasó por acá, que en unas pocas semanas se vivió un contagio masivo y miles de personas murieron víctimas del Covid-19.

A pesar de las medidas, el virus comenzó a afectar a amistades en Colombia y muchas veces a todo el núcleo familiar. La mayoría han superado el Coronavirus sin pisar un hospital, mientras que otros amigos no han tenido tanta suerte porque necesitaron de una unidad de cuidados intensivos. Lastimosamente, algunos de ellos – padres, hermanos, sobrinos, tíos e hijos de amigos – han fallecido por culpa de esta pandemia.

Ha sido una tragedia para todo el mundo porque quien no se ha enfermado o muerto, ha sido afectado porque ha perdido su trabajo, como le ha pasado a algunos de mis amigos tanto acá en los Estados Unidos como en Colombia. Esa otra tragedia se vive más fuertemente en Colombia, donde no hay las ayudas suficientes para que la gente pueda estar tranquila económicamente.

Otro efecto de la pandemia ha sido el cierre de los países y sus fronteras. La imposibilidad de movernos, de viajar y de poder ir a visitar a nuestros seres queridos, se ha hecho imposible. Sólo ahora se han podido reactivar algunos vuelos internacionales, aunque los viajes se hacen con todo el estrés que implican los protocolos que exigen las diferentes naciones. En septiembre enfermó mi hermano Diego en Cali. No pude irlo a visitar. Murió el 18 de ese mes. Un dolor que me tocó vivir solo en Nueva York, sin el consuelo de la familia, sin poder despedirme de mi hermano, sin ir a su funeral, sin vivir los duelos. Todo por la pandemia.

La verdad es que todo sigue siendo muy incierto y nadie sabe hasta cuándo vamos a estar amenazados por el Covid-19 , que continúa dejando su estela de muerte por el mundo. Ya son casi 62’000.000 de personas infectadas en todo el planeta y casi 1’500.000 de muertes. En el caso de Colombia, es el país número 10 en el ranking mundial con mayores infecciones: 1’300.000 personas que han contraído el Covid-19 y desafortunadamente cerca de 37.000 han sido las víctimas fatales de este virus. Toca seguir tomando las medidas preventivas siendo las más importantes el uso del tapabocas y evitar las aglomeraciones. Estamos en la etapa de la responsabilidad individual y el futuro de esta pandemia dependerá también de nuestro compromiso por cumplir los protocolos básicos para frenar el contagio. Somos los responsables de mantenernos alejados de este peligroso enemigo invisible.

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