El día que Álvaro Uribe habló sobre sus tres huevitos y el poder – Política


Entrevistar al expresidente Uribe es una tarea muy complicada: habla muy largo, contesta lo quequiere y responde a algunas preguntas con respuestas que nada tienen que ver con lo que se le preguntó.

Después de una larga cacería, aceptó hablar conmigo una hora. Nos vimos en un hotel en el norte de Bogotá un lunes frío y lluvioso a las diez de la noche. Estaba rendido. Llevaba cinco días de correrías por pueblos, ciudades y veredas en los Santanderes, en plena campaña electoral para las elecciones que acaban de finalizar y en las que no le fue bien.

No pudimos volver a vernos, traté de enviarle algunas preguntas más, pero él decidió ceñirse a un comunicado oficial en el que felicitó a Gustavo Petro y a los demás ganadores y en el que anunció que seguiría luchando con el Partido
de la U. La Presidencia envejece a los presidentes y Uribe no es una excepción. Tiene el pelo completamente blanco y esa noche tenía los ojos rojos.

No había comido nada y mientras nos saludábamos y se acomodaba la corbata y el saco, se comió una manotada de maní –es adicto al maní y a los quesos que a veces termina comprando él mismo en cualquier mercado de la ciudad– y se tomó rápidamente un sorbo de agua. No quiso comer nada más y aunque era muy tarde, nuestra entrevista no era su última cita y al otro día salía muy temprano para Nueva York. Yo estaba en una encrucijada: usar los sesenta minutos para hablar de lo que siempre habla –Agro Ingreso Seguro, falsos positivos, zonas francas, notarías, Yidispolítica o estupefacientes– o tratar de averiguar algo más de la vida del hombre que manejó el país ocho años y que lleva casi año y medio ejerciendo de expresidente. Preferí lo segundo.

Durante los años de la Presidencia, jocosamente decía que cuando yo nací una enfermera me mostró a mi padre y él me quitó el piñón del miedo. Yo tengo mucha gratitud con las Fuerzas Armadas y tengo confianza en ellas. También le pido protección a Dios. Confieso que rezo. Soy un pecador que reza. Y rezo sobre todo por la mañana y cuando veo que se me está disparando este temperamento. Recuerdo a mi médica Elsa Lucía y digo: Dios mío, dame paz.

No. Me siento muy honrado de estar cerca de los militares. Mi casa está en Rionegro, mi finca es el Ubérrimo y mi casa en Bogotá es en la Escuela de Carabineros…

Claro. Y estoy muy preocupado. La finca sufrió mucho en las inundaciones. Tuvimos un problema muy delicado. Fui a ver eso y quedé muy mortificado. Pero apenas vi tantas casas de ciudadanos pobres en mi patria destruidas, concluí que todo esto que me pasó es grave, pero no es nada. No nos quejamos. Vamos a recuperarnos. Ha habido un proceso de trabajo interno de recuperación muy a distancia, porque prácticamente en ese invierno se perdió una tercera parte de la empresa. Pero ahí estamos haciendo el esfuerzo de recuperarla. Y frente a lo que han sufrido tantos colombianos pobres, eso no es nada.

Salí de la Presidencia el 7 de agosto, sábado, y me fui con Lina en Avianca al aeropuerto de Rionegro y al otro día me puse a separar cajas de cartón en la casa y el lunes salí a primera hora para Nueva York a asumir la responsabilidad de participar en el panel sobre Israel y Turquía, que apenas terminó el 2 de septiembre. He tenido compromisos universitarios y además estoy empeñado en la defensa de mi gobierno, la acción política para la defensa de estas tesis, las elecciones de octubre… , todo eso exige mucha dedicación.

A mí me gusta mucho la interlocución con mis compatriotas. Amo eso.

Los diálogos con el terrorismo son inútiles y es utópico pensar que hay la posibilidad de una victoria militar total

Este año he tenido que alfabetizarme en WiFi, he tenido que alfabetizarme en las nuevas
modalidades de los correos electrónicos, me hadado mucha dificultad un power point nuevo, hacerle un ‘backing’ (sic) de un color o de otro. Medesatraso y leo. Ahora estoy leyendo el magnífico libro del historiador mexicano Enrique Krause: ‘Redentores; ideas y poder en América Latina’. Ya he leído al uruguayo José Enrique Rodó, al cubano José Martí, al peruano José Carlos Mariátegui, al mexicano José Vasconcelosy estoy leyendo el capítulo sobre Octavio Paz.

No: si ve los últimos, ya los mando con fotografías. Ayer, por ejemplo, mandé 14.

He dormido más, pero estas últimas semanas lo mismo de poquito que antes, he tenido que combinar unos compromisos internacionales intensos con los deberes de campaña. He dormido en los últimos días tres o cuatro horas. A mí no me hace falta la comida, me hace falta el sueño… me da muy duro! Pero también le confieso, ¿sabe cómo me desquito? Cuando puedo dormir en la finca me acuesto a las siete de la noche. El primer día me levanto tarde y cansado, como a las seis de la mañana. El segundo día también. Cuando ya llevo tres días, me despierto a las tres de la mañana con la cabeza fresca.

Sí, claro. Este último año me he levantado generalmente preocupado en donde haya dormido –he vivido entre un avión y un hotel–. En donde esté, me levanto, prendo ese teléfono celular y veo algo malo contra nuestro gobierno y paso preocupado todo el día, pero cuando hago una revisión y defiendo y racionalizo, ya puedo dormir tranquilo.

De pronto. Me gustan esos bananitos pequeños pecosos del Quindío, preferiblemente con una lechita recién ordeñada.

Muy bien, sigo haciendo ejercicio, aunque he hecho poco estos días porque tuve un espasmo muscular y la campaña me ha llevado a tener jornadas muy largas. Termino muy tarde en la noche y empiezo muy temprano en la madrugada. Pero hay que retomar toda la disciplina del ejercicio.

Sí. Y quiero a los caballos y de pronto leo poemas.

Me dicen que todavía necesita dos meses a ver si se le sella la pelvis. Le están haciendo terapia a ver si es capaz de parar la colita permanentemente. La semana pasada me pasó una cosa: fui apenas un día a la casa y una yegua a la que quería mucho, en la que aprendieron a galopar mis hijos, me estaba esperando. Ya estaba vieja. Me pareció que dijo: “Este hombre que me ha querido tanto no va a estar aquí sino unas horas y me voy a morir en su presencia”. Estuve unas horitas y se me murió la yegua. Se me murió ahí. Me dio mucho dolor y me fui a consentir a otra nueva a la que llamo Sor Menudita y la quiero mucho. ¡Yo quiero mucho esos animales! Pienso en ellos. Algún símil tienen con la política: el caballo exige mucho equilibrio, no permite que lo maltrates, ni que le digas mi cuchicuchi. Me dio mucha tristeza de la vieja querida, donde aprendieron a montar mis hijos y que yo disfruté mucho. Yo la ponía a galopar alrededor de una persona de pie y yo galopaba alrededor de esa persona en esa yegua y ponía mis manos sobre la cabeza de esa persona: ¡imagínate lo buena galopera que era! La gocé enormemente. Me impresionó mucho porque parece que adivinó que yo iba ese par de horitas…

Les hablo, los quiero y los pienso. Y me desvelo mucho por ellos. Por ejemplo, cuando estoy adiestrando a un caballo, me desvelo pensando cómo le corrijo un vicio, cómo le cambio el freno, qué le estoy haciendo mal… No se me salen de la cabeza.

Lo importante es el largo plazo de las ideas que le convienen al país. Yo siempre he hablado de mirar las ideas más que a los ejecutores. No voy a contestar eso. Voy a contestar como le contesté a sus colegas periodistas en ese último año de
gobierno cuando todos los días en las diferentes emisoras me preguntaban “¿qué opina del referendo reeleccionista?”. Yo les decía: mire, a mí me preocupa perpetuarme como presidente, creo que eso le hace daño a la democracia, pero me preocupa que abandonen estas ideas que yo coloquialmente he llamado los tres huevitos: la seguridad democrática, la confianza inversionista y la política social.

Yo he sido sumamente respetuoso con el gobierno. No quiero ser el expresidente que esté molestando al gobierno. He hablado ocasionalmente con algunos ministros. Por ejemplo, tuve un buen diálogo hace unos meses, en compañía de Alberto Carrasquilla y de Óscar Iván Zuluaga, con el ministro Juan Carlos Echeverry. Dos o tres veces me llamó el ministro Rodrigo Rivera y le di mis impresiones sobre el asunto de la seguridad, muy al principio del gobierno; el ministro Restrepo Salazar me propuso el tema de la ley de tierras y le hice dos o tres comentarios, pero he procurado ser sumamente respetuoso con el gabinete.

Lo llamé y le dije: “Te llamo pero no para que te vengas a cruzar
el cerco, sino para darte la buena noticia de que nuestro ejército, en una operación impecable, ha rescatado a la doctora Íngrid

Sigue siendo: “Trabajar, trabajar y trabajar”.

He procurado insistir en que los partidos políticos tienen que tener vigencia histórica.
No pueden crearse por frivolidades, durar lo que dura una flor y desaparecer rápidamente. Ahí hay una gran responsabilidad para que los partidos tengan larga vida. En esta pedagogía política en que trabajamos, he insistido mucho en que no puede ser un partido de cuadros, de trabajadores, sino de opinión, que tiene que hacer un enorme esfuerzo para posicionarse más profundamente en la mente de los colombianos,
que no puede dejarse seducir por la izquierda o la derecha, que tiene que estar en el puro centro democrático y ese puro centro democrático es el equilibrio entre la seguridad, la inversión y la política social. Que tiene que ser un partido no de agitación banderista (sic), no de sectarismo banderista; tiene que ser un partido patriótico, como su nombre lo dice: Partido de Unidad Nacional Social. En esa tarea estamos. Trabajando
por todo el país y por supuesto en los talleres democráticos que han ayudado muchísimo para construir en diálogo con la comunidad cómo aplicar estas tesis en gobiernos municipales y en gobiernos departamentales. Comprometer por primera vez a un conjunto de alcaldes y gobernadores de Colombia a que se responsabilicen de la seguridad, a que sean conscientes de ese gran equilibrio que se necesita entre la
seguridad y la promoción de la inversión y la política social. Esta es una tarea de todos los días y que nunca se acaba.

No necesito hacerme cargo. Ayudaré. Les he propuesto que después de las elecciones de octubre nuestra fundación Primero Colombia debe citar a unos seminarios para definir las líneas de acción de gobiernos locales y departamentales. Más adelante les he propuesto a muchos compañeros del Partido de Unión Nacional Social que hay que hacer unos seminarios para también hacer rendición de cuentas.

Yo creo lo siguiente: los diálogos con el terrorismo son inútiles y es utópico pensar que hay la posibilidad de una victoria militar total. El camino en el que yo he creído es el de la desarticulación. Que tiene tres elementos: el combate denodado a los cabecillas, la generosidad con los desertores y la política social para evitar nuevos reclutamientos. Para mí ese camino es el fundamental y además me parece grave que algunos sectores –me dicen que el presidente Santos no, por fortuna–, algunos sectores muy cercanos al gobierno y de la prensa hablan a toda hora de un nuevo diálogo con las Farc. Entonces, el país asiste hoy a unos deterioros de la seguridad evidentes, a unas masacres de estos bandidos…, ojalá el gobierno corrija. Tenemos fe en que corrija el deterioro en seguridad que se siente. Hoy vengo de Norte de Santander y allá hay muchas preocupaciones de secuestros, extorsiones, voladuras, la guerrilla que está en Venezuela viene a Colombia, hace daño y regresa. Hoy me decían los carboneros que su situación es cada día más estrecha. Me preocupa mucho que la gran inversión petrolera en el llano –en algunos momentos– esté amenazada por sectores armados que aparentan estar presentando pliegos sindicales. Hay que tener fe en que el gobierno responda. También he conocido que algunos integrantes de la fuerza pública dicen: “Bueno, pero para qué nos vamos a exponer, si aquí lo que quieren ahora es llegar a un nuevo diálogo con las Farc”. Entonces es desorientador para una política eficaz de seguridad que algunos sectores cercanos al gobierno estén dando la sensación de que se va para un diálogo con las Farc. El gobierno debería poner mucho cuidado y el Parlamento también. En la nueva reforma constitucional que quieren aprobar, quieren introducir una facultad para que el gobierno pueda, en aras de un proceso de paz, tomar la decisión de cesar procedimientos contra personas que se sometan a ese proceso. Eso puede ser un camino para el indulto y la amnistía de delitos atroces. Sería un camino muy grave para el país. Un camino para que personas que hayan asesinado o secuestrado paguen una pena alternativa sustancialmente inferior a la pena ordinaria y una vez hayan pagado la pena alternativa puedan presentarse para elección a cargos populares. Esta propuesta de ahora la deben revisar. El Congreso y el gobierno deben evitar que el cese de procedimientos pueda beneficiar a aquellos que estén inmersos en hechos constitutivos de delitos atroces y yo doy una serie de razones sobre la inconveniencia de utilizar una ley noble, como la ley de reparación de víctimas, de la venganza criminal cuando criminales interesados en vengarse de mi gobierno falsificaron la firma de mi abogado Jaime Lombana y con esa firma le pidieron al Das que hiciera seguimientos. Eso sí parece que no importara.



Sobre su finca, su relación con los caballos, su familia y lo que le angustiaba entonces del país que dejaba, conversó el actual líder político del Centro Democrático con Bocas en 2011.

En Ortega y Gasset hay unas bellísimas lecturas sobre la fortaleza que se tiene que tener en aras de la dignidad. Era muy ya al final del gobierno. Me habían citado para una cumbre de países en México, en Cancún, para examinar el tema de unidad de los países, con la exclusión de Estados Unidos y Canadá. En una sesión en la tarde, después de medio día, pedí la palabra y dije que ya que estábamos hablando de la unidad de los países era necesario que el gobierno de Venezuela reconsiderara las decisiones que había tomado frente a Colombia. Lo decía con el mayor respeto. El presidente de  Venezuela se levantó, presentó muchas quejas, estaba sumamente ofuscado y cuando terminó dijo que se iba, que no me escuchaba. Le dije “por favor, no se vaya presidente. Estas reuniones son para examinar estos temas…”. Insistió en que se iba. “Esto no se resuelve con usted insultándome a tres mil kilómetros, camine, miremos…, esto hay que resolverlo”. Cuando insistió en que se iba, procedí yo: le di a la mesa y le dije: “Sea varón y no se vaya”. Me determinó mucho en ese momento Ortega y Gasset. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, tuvo una afirmación descompuesta contra Colombia y le dije: “Usted respete también, y algo le dije a Raúl Castro”.

Sí. Hubo una agitación grande originada por el gobierno de Venezuela que llevó a que tuviéramos unas dificultades diplomáticas. En alguna forma no me sorprendieron. Le cuento que me llamó un personaje de la política colombiana y me dijo que era necesario que yo echara al comandante de la Fuerza Aérea para evitar los problemas diplomáticos. Le dije que de ninguna manera. El único responsable de este operativo era yo. Asumí todas las responsabilidades. El mérito del operativo lo tiene la Fuerza Aérea y si
yo echo al comandante para evitar problemas, también voy a echar a la borda la confianza que se requiere en las FF. AA. de Colombia para que el país se libere de la pesadilla del terrorismo.

Creo que cuando uno es presidente tiene que ejercer un liderazgo, hay que procurar sentar ejemplos y precedentes. Algo que me parece muy importante es permitir que los coequiperos reclamen los créditos y estar uno en la retaguardia para enfrentar las dificultades.  Por ejemplo, en la operación Jaque había un riesgo: que la guerrilla descubriera la operación e impidiera que Íngrid Betancourt y los demás secuestrados abordaran el helicóptero. Una de las tesis que se discutió fue que entonces, en ese evento, permitiéramos que se fugaran. Yo dije que no. Por eso tuvimos un plan B de unos
helicópteros con personal suficientemente preparado cuya misión era un rodeo humanitario al grupo para evitar que se escaparan, pero mantener el cerco. No entrar a hacer contacto, pero cercarlos. Incluso, días antes, sin contarle el santo, llamé al canciller francés con quien tuve una excelente amistad pero no le pude aceptar su propuesta de revivir una mediación del presidente de Venezuela, le dije: “Canciller,
debes estar listo porque de pronto vamos a tener un cerco humanitario y entonces en ese momento es muy importante que tú te vengas a Colombia, cruces ese cerco y te vengas a hablar con las Farc para que liberen a Íngrid”. No le dije más, hasta ahí. Él me dijo: “Me llama ahí mismo”. E incluso me dio el teléfono de su residencia en París. Cuando se liberó a Íngrid lo llamé y le dije: “Te llamo pero no para que te vengas a cruzar
el cerco, sino para darte la buena noticia de que nuestro ejército, en una operación impecable, ha rescatado a la doctora Íngrid”.

La conexión del bombardeo al cabecilla de las Farc Raúl Reyes fue clave para la liberación de Íngrid. Raúl Reyes mantenía desde la selva ecuatoriana un gran control sobre la doctora Íngrid, los tres americanos y los demás secuestrados. Cuando es abatido Raúl Reyes, inmediatamente se elimina esa intermediación y eso facilita que nuestro ejército suplante tanto a Briceño como al “Mono Jojoy” y a los guerrilleros que tenían a Íngrid en la selva y se logró adelantar esa acción de inteligencia que terminó con la
acción de la liberación de los secuestrados.

No, hombre, por Dios. No sé de dónde inventan tantas tonterías…, si Juanes es de allá, de mi tierra.

Tomás está en su segundo año en Stanford haciendo el MBA (Master Business Administration), Jerónimo terminó el máster de Economía en la Javeriana y se prepara para irse a hacer un MBA. Ya presentó el G Mat y le fue bien. Lo vi
estudiar mucho. El compromiso es que el papá les paga la matrícula, pero mientras el uno está allá, el otro tiene que trabajar aquí y girarle para que el otro viva, mientras Tomás ha estado allá, Jerónimo ha estado trabajando, el año entrante, con la ayuda de Dios, cambian. Jerónimo se va a estudiar y Tomás viene a trabajar y tiene que
estar produciendo aquí para girarle.

Son distintos. Nosotros éramos cinco hermanos y mi madre decía que era como los cinco dedos de la mano: de la misma mano, pero cada uno diferente de los otros cuatro. Jerónimo se me demora mucho para contestar, lo llamo, lo chateo… , en cambio a Tomás si no le chateo a todas horas, él lo hace. Tomás es intenso en la
comunicación conmigo. El otro es más difícil y le da menos importancia.

Cuando puedo sí. De niños se levantaban muy temprano en la finca y tenían que arreglar las pesebreras de los caballos. A mí me parecía muy importante formarlos como gentes de trabajo. La formación empieza en la primera edad. Lina protestaba, pero ella misma es muy trabajadora. Yo le he dicho a ella que es una oligarquita
con costumbres proletarias. Se levanta a las cinco de la mañana, se baña con agua fría, trabaja mucho. Protestaba mucho porque yo hacía trabajar a los hijos, pero eso es muy útil.

Bien. Ha sufrido, ha estado mucho en su casa, allá trabaja con los árboles, con el jardín y ha estado muy pendiente de su papá que ya tiene bastantes años y no son sino ella y su hermano Carlos Enrique.

Hay una gran amistad con el expresidente Bill Clinton y también con Bush… Le debo mucha gratitud al presidente Bush. Yo no conocía a nadie en Washington. Solo había pasado por Estados Unidos para ir a debates y cuando estudié viejo en la Universidad de Harvard. Hay ayudas de él que fueron muy útiles. Cuando aceptó que se estableciera en Colombia la interceptación aérea –al año siguiente prácticamente habían desaparecido del espacio aéreo colombiano los vuelos ilegales–, o cuando aceptó que a nuestro gobierno se le pudieran vender armas de precisión: ese fue un punto de quiebre a nuestro favor en la lucha contra el terrorismo. Yo le debo mucha gratitud.

Él no conocía Colombia y ha sido siempre muy amable conmigo. Tuve una reunión a primera hora con él, un desayuno, y estuvimos hablando mucho de Colombia… yo soy un propagandista de mi país.

No me dijo nada de eso. Ese señor con tantos canales… Le dije: “haga programas en Colombia y difúndalos en sus canales”. Esa es la sustancia de lo que yo le dije.

Le cuento una cosa de mi alma, seguramente no he tenido tiempo porque he vivido intensamente. Quien quiere a sus compatriotas, quien tiene la posibilidad de trabajar con ellos, quien se emociona mirando un árbol, quien es capaz de hablarle a un caballo, quien llora por la patria, quien tiene tantas cosas bellas en la vida y en
su alma, jamás piensa en el poder si no en el servicio con amor. ¡Chao, hija!

(También le puede interesar: Patricia Linares habla sobre los retos de la JEP)

MARÍA ELVIRA ARANGO
Revista Bocas
Fotografías: Alberto Newton

Fuente de la Noticia

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