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El día que Ernesto Hernández se agigantó para clasificar al Deportivo Cali a la final

por Redacción BL
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El día que Ernesto Hernández se agigantó para clasificar al Deportivo Cali a la final


Mayo 31, 2020 – 04:55 p. m.
Por:

Jhon Montenegro, reportero de El País

El fútbol regala, cada tanto, momentos que se pueden rememorar con minucia. Resulta curioso pensar que un instante puede quedar guardado para siempre, como una foto, en la retina del hincha.

Justamente, un día como hoy, pero hace 5 años, un uruguayo le regaló a los seguidores del Deportivo Cali uno de los recuerdos más memorables del último título conseguido en 2015 y, quizá, del estadio del conjunto azucarero.

El equipo verde se jugaba el paso a la final, contra Millonarios. La serie, calientísima, empezó en Bogotá con una expulsión de Cristian Nasuti, un golazo descomunal de Andrés Pérez y, para añadirle un poco más de picante, la frase acuñada por el capitán: “Allá se mueren”, como abrebocas para la vuelta, tras un 3-2 en contra.

Ernesto Exequiel Hernández no presintió nada ese 31 de mayo, confesó. De hecho, pensaba que los penales no iban a ser necesarios, pero el gol de Mateo Cassierra no alcanzó. El global: 3-3. La sentencia era inevitable: definición desde el punto blanco. Suerte o verdad. Punto.

Arco sur. La cancha y la pelota ardían. Iniciaron los cobros, y el primer chance, para los dos equipos fue adentro; segundo penal para el Cali: de nuevo, al fondo de la red. Punto de quiebre: Carlos Andrés Ramírez, de Millonarios, golpeó el balón, pero, debajo de los tres palos, Hernández se lanzó y lo detuvo. La escuadra verde se iba arriba. La balanza empezaba a inclinarse, pero, acto seguido, Andrés Roa, que luego metió un gol que valió un título, la mandaba a las nubes, y el equipo azul retomaba la senda para empatar la serie. En los dos tiros posteriores no hubo vacilación. Todo igual. Un error y adiós.

“Dicen que sufriendo se goza más”, asegura sonriente Hernández, que vestía de amarillo en esa ocasión. De la tribuna le llovían cientos de alientos al unísono de: “¡Uruguayo, uruguayo!”.

Él agarró el balón, iba a cobrar. Sí, el último penal, en el que no había lugar para fallar. Los hinchas, en la tribuna, se miraban incrédulos, pero aguardaban con fe ciega.

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Fue Fernando ‘El Pecoso’ Castro, recuerda, el que dio el visto bueno “cuando le dije que tenía ganas de patear”. “Hasta que no la metí, los nervios me invadieron”, completó. Fue gol. Puño cerrado, y el Cali se acercaba a la clasificación.

Después, para el acto final, Luis Delgado, arquero de Millonarios, pensó, tal vez, que eso no se quedaba así, que el favor había que devolverlo. Cogió el esférico y se dispuso a patearlo.

El estadio entero aguardaba. Tandas de penales pasadas que le costaron títulos y clasificaciones al Cali, pesaban encima. La serie había sido un ir y venir en el que el cuadro verde solo estuvo arriba una vez y siempre tuvo que remar, pero el momento estaba dado, y Hernández, confiado. Imbatible.

“Cuando me pongo a ver las imágenes me palpita el corazón como si estuviera en ese mismo momento”, dice.

Delgado contra Hernández, una vez más. El guardameta embajador tomó distancia, y luego, alcanzó a dar una decena de pasos antes de su encuentro con el balón y lo golpeó. El lanzamiento fue al costado izquierdo, pero el hombre de amarillo también, y lo que antes era un murmullo de chiflidos, plegarias y temores, se convirtió en una euforia incontenible, en abrazos que terminaron en llanto y en gritos que acabaron con frustraciones guardadas.

“Creo que es el momento máximo, porque me sentí el artífice de lo que estaba pasando”, confesó el uruguayo.

En la fotografía que acompaña estas líneas, quedó inmortalizado el momento en que Hernández prolongó su cuerpo más allá de lo pensado. Se hizo gigante sin serlo. Bastaron sus poco más de 180 centímetros de estatura para escribir una página dorada de la historia reciente del Deportivo Cali.

“Emoción, orgullo. Un poco nostalgia también. Es un combo de sentimientos encontrados”, manifiesta el arquero charrúa, quien considera que “uno no toma dimensiones de esas cosas. Lo sé por el cariño de la gente que me lo recuerda año tras año”.



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