El largo trecho entre el PIB y la economía del hogar | Economía

‘La economía se está recuperando’ es una frase que con ímpetu repiten economistas, estadistas, académicos, y el gobierno. Una expansión de 10,7% del producto interno bruto (PIB), “el mayor crecimiento de su historia”, es uno de los datos con los que el expresidente Iván Duque evidenciaba los resultados de la reactivación. “Se han recuperado más de 95% de los empleos que nos arrebató la pandemia; hemos logrado una reducción de más del 16% en la pobreza multidimensional en las intervenciones que hicimos en el 2021 (…) Todo esto está ocurriendo”, aseguró el exprimer mandatario hace un par de meses, antes de dejar la Casa de Nariño.

(Cómo afecta la inflación de 10,21 % a las clases alta, media y baja). 

Y si bien es cierto, todo esto está ocurriendo en Colombia, para los 19,6 millones de pobres que hay en el país, el 39,3% de la población, estas cifras y esa bonanza económica parecen tener otro significado. Para cuatro de cada diez colombianos, la realidad al cierre de 2021 era vivir con menos de $354.031 por mes, lo que en un hogar de cuatro personas representa ingresos mensuales totales por $1.416.124, según las líneas de pobreza que define el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane).

Colombia está catalogado internacionalmente como un país de ingreso medio alto según el Banco Mundial, grupo que componen las economías en las que la renta nacional bruta per cápita estuvo entre US$4.096 y US$12.695 en 2020. A plata de hoy en pesos colombianos entre alrededor de $16,9 millones y $52,4 millones.

El choque de la pandemia por covid-19 llevó a la economía nacional a caer a -7% en 2020 en su PIB, elevó las tasas de desempleo a máximos de 21,4%, e hizo caer a 3,5 millones de personas en condición de pobreza, con lo que se llegó a 21,0 millones de ciudadanos a esta situación. Pero con la recuperación de 2021 gracias a la reactivación de la economía, la reapertura de los sectores y las empresas, el mercado laboral ha ido retomando sus condiciones y con ello también buena parte de los ingresos de las familias.

Durante el 2021, de hecho, el indicador de pobreza monetaria, aquel que mide si una persona es pobre o no según sus ingresos, pasó de un 42,5% de la población en 2020 a 39,3%, una reducción de 3,2 puntos porcentuales (pps). Sin embargo, aún se tiene una deuda con 2,15 millones de personas que continúan en la pobreza y que no lo estaban antes de la emergencia por covid-19.

LOS SUBSIDIOS, ¿EL SALVAVIDAS?

Según el Dane, la autoridad estadística nacional, un elemento fundamental en la recuperación de las familias fueron las transferencias monetarias del gobierno. Tan solo por medio del programa Ingreso Solidario el Estado ha inyectado casi $14,4 billones, un giro mensual de $200.000 que cobija actualmente a 4 millones de hogares. Este programa nació como un subsidio de apoyo para las familias en condición de pobreza, pobreza extrema o vulnerabilidad, y que no estuvieran cobijadas por otros subsidios como Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Colombia Mayor y la compensación del IVA a los hogares de menores ingresos.

(El 24% de los pequeños empresarios en Latinoamérica viven en pobreza). 

“Si en 2021 hubiéramos asumido, hipotéticamente, la ausencia de todos los esquemas de ayudas institucionales, hubiéramos pasado de un 42,5% a un 42,9%, un incremento de 40 puntos básicos (0,4 pps), lo cual no sucedió”, sostuvo el exdirector del Dane, Juan Daniel Oviedo, cuando se oficializaron las últimas cifras de pobreza, a finales de abril.

Según las estadísticas oficiales, en Colombia actualmente el 31% de la población (15,5 millones) se cataloga como vulnerable, aquellos que no están en condición de pobreza, pero cuyo ingreso per cápita se ubica entre la línea de pobreza y $690.524 mensuales.

Pobreza en Colombia.

Archivo EL TIEMPO

Mientras que en la clase media se encuentra el 27,8% de los colombianos (13,89 millones), grupo que se compone por aquéllos a quienes corresponde como ingreso per cápita al interior del hogar entre $690.524 y $3.718.204 al mes. Solo 1,8% de la población, 921.000 personas, hacen parte de la clase alta del país, todos aquellos que tienen un ingreso per cápita de más de $3.718.204 al mes. «El gobierno no me colaboró en nada, no tuve ayudas. Yo trabajaba vendiendo tintos en un parque. Con toda la gente encerrada quién iba a salir a jugar, se acabaron los partidos, yo tampoco tenía como trabajar y no conseguía para la comida. Los vecinos me ayudaron con cualquier libra de arroz o $2.000, así fue que me pude sostener», dice María Victoria Rodríguez, quien con 55 años vela por sus tres hermanos mayores y sus dos hijos.

María Victoria asegura que, pese a que ha pasado ya lo más fuerte de la pandemia y las cosas han vuelto a ser como eran antes, no ha recuperado su nivel de vida.

“Otra vez estoy vendiendo dulces, cigarrillos, tintos, no me falta la comida, pero para lo que tenía antes, que tenía las tres comidas, ahora es prácticamente solo una. Todo ha subido de precio. Antes había para desayuno, almuerzo y comida, ahora solo para el almuerzo. Antes podía comprar un pedazo de carne, pero ya no. Acá mis hijos han buscado trabajo, no les dan y si les dan es por un mes. Trabajo no hay. Y eso de que se está arreglando la situación, no lo creo”.

Antes del inicio de la cuarentena en 2020 eran alrededor de 7,6 millones los hogares que consumían las tres raciones de comida al día. En la actualidad solo 6,35 millones pueden hacerlo. Pese a esas cifras, sí hay un mejor panorama que el de hace un año, cuando se profundizaron los efectos de la crisis. Pero todo se agrava al mirar los hogares que no comen ni siquiera tres veces al día. El 22,6% del total de familias del país solo consume dos comidas, lo que significa 1,8 millones de hogares. Si pasamos a hablar de quienes únicamente acceden a un alimento al día, en Colombia todos los días 89.750 hogares solamente alcanzan a poner un plato de comida en su mesa.

LA INFLACIÓN, EL IMPUESTO INVISIBLE 

Las condiciones de vida de muchas familias ya están presionadas por su baja disponibilidad de ingresos, y el aumento de precios en los últimos meses ha supuesto un reto aún mayor, producto de un fenómeno inflacionario global derivado de complicaciones en las cadenas de suministro, y más recientemente, por la guerra en Ucrania tras la invasión rusa, que ha trastocado el precio de los commodities y de diversos insumos agropecuarios a nivel internacional.

Esto ha terminado por traducirse en un alza en el índice de precios al consumidor (IPC) que en julio llegó a 10,21%, marcada particularmente por una alta inflación en el componente de alimentos. Entre los productos que más han incrementado sus precios frente a los de hace un año está la papa, que llegó a acumular una inflación de 110% en marzo pasado, aunque en los últimos meses se ha relajado gracias a las nuevas cosechas. Al igual que los aceites, la cebolla, los huevos, la carne de aves y de res, así como las frutas frescas, todos han subido de precio.

Y justamente es esta categoría, la de alimentos y bebidas no alcohólicas, uno de los rubros que más pesa en la canasta familiar de los hogares de menores ingresos. Esto, según César Tamayo, decano de la escuela de Economía, Finanzas y Gobierno de la Universidad Eafit, tiene que ver con que “la inflación tiende a tener un impacto desproporcionado sobre las personas de ingresos más bajos, pues en su canasta de vida los alimentos y el transporte público ocupan un mayor porcentaje del ingreso, y por eso la inflación los afecta más”.

Camilo Balaguera, un comerciante de aparatos electrónicos de Bogotá, reconoce que en los últimos dos años, y tras la crisis sanitaria, su poder adquisitivo ‘se redujo considerablemente’. “Las personas le dan prioridad a lo que es alimento y techo, las cosas electrónicas no son de primera necesidad, por eso se bajó bastante el trabajo”.

Camilo dice que desde entonces ha tenido que racionalizar lo que compra y buscar opciones más económicas. “Todo está mucho más caro, el peso se ha devaluado terriblemente, yo compro mucho en dólares, y hay cosas que hoy están 50% o 40% más caras. De pronto sí se ha estabilizado un poco la economía, pero que uno diga que ha mejorado, no, todo tiende al alza”.

(Estos serían los ingresos de la clase alta en el país). 

De hecho, según la encuesta Pulso Social del Dane, aún el 46,6% de los hogares considera que su situación hoy está peor que a como estaba hace un año; el 63,1% de ellos dice que tiene menor posibilidad de adquirir artículos de primera necesidad, como ropa, zapatos o alimentos. Para junio de 2022 el 76,9% de los hogares reportó no contar con posibilidades de ahorrar y, aún más grave, el 7,7% indica no tener si quiera ingresos.

Para algunos expertos, como Iván Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, la reactivación no ha sido lo suficientemente satisfactoria, y por eso los hogares no parecen sentirla.

“Esa recuperación de la economía es un efecto rebote, como entramos en recesión en 2020 y 2021 es natural en el ciclo económico, mientras que en el empleo es más un asunto de ocupación que de trabajo decente. La inflación es una de las medidas más regresivas que hay entre las variables económicas, es hoy un tema global, y esa recuperación de la economía no le llega a los hogares por la inflación, que no se ha podido controlar, y porque en empleo vemos también una presión muy fuerte de la informalidad”, analiza Jaramillo. En Colombia la tasa de informalidad está en 58%, cifra que remarca dicha presión.

Y muchos colombianos lo ven así. Aunque Nidia Castro ya es pensionada y tiene un ingreso, su situación tampoco ha sido sencilla. «La economía de nuestro hogar, al igual que la de toda la familia, está mal. La falta de empleo y de oportunidades para el trabajo, tanto para los jóvenes, como para personas que como yo que a nuestra edad no logramos un trabajo digno, sí incide en la economía de nuestro país».

¿REALIDADES PRIVILEGIADAS?

Pese a esta percepción, la explicación detrás del crecimiento y el desempeño de la economía está en el consumo privado, y en particular el de los hogares. En el PIB del primer trimestre este último creció 12,2%.

Incluso, durante mayo de 2022, según cifras de la firma Raddar, el gasto de los hogares colombianos aumentó 8,8%, lo que significó un consumo de $73,8 billones a nivel nacional y llevó al acumulado de los cinco primeros meses del año a los $362,6 billones.

Esto, sin embargo, estaría especialmente apalancado por los hogares de ingresos altos según Raddar, mientras que las familias de ingresos medios y bajos estarían aportando en mayor medida vía crédito o gracias a una leve recuperación en sus ingresos laborales.

“Hubo dos tipos de hogares, aquellos que durante la pandemia pudieron ahorrar, y otros que no. Lo que ha ocurrido es que buena parte de esos hogares no han reconstituido esos niveles de ahorro. Y es algo que se siente, hubo gente que no recibió transferencias de Ingreso Solidario a pesar de ser candidatos idóneos para ello. Son personas que se vieron afectadas durante dos años, que están mejorando sus ingresos, pero siguen con condiciones precarias. Aunque hay algo que incluso llama un poco la atención el nivel de gasto que reporta la economía, teniendo presente la inflación actual. Y creo que tiene que ver con que algunos hogares tuvieron la oportunidad de ahorrar porque trabajan en empresas formales y tenían cierta solvencia”, asegura Andrés Langebaek, director ejecutivo de investigaciones económicas de Grupo Bolívar-Davivienda.

Tal es el caso de Amalia Mendivelso, quien trabaja en un call center, y a diferencia de muchos, siente que su situación es más beneficiosa hoy. “Económicamente no me afectó la pandemia, continué con mi empleo normal. Me dejaron en casa, el sueldo era el mismo, lo que me ayudó fue justamente con el transporte y el tiempo. Nos dieron el subsidio de conectividad. La empresa nos dijo que ya no volvemos, y que el contrato queda para trabajar en casa y así estoy hoy”.

A pesar de esto, son muchos los casos en que las familias colombianas no perciben ese repunte en las estadísticas, y que pareciera que las tasas de crecimiento que refleja el PIB, las cuentas macroeconómicas y las cifras de entidades internacionales son más otra medición de economistas y académicos, que de las finanzas reales de las familias en su día a día y hasta de lo que pueden o no comer.

LAURA LUCÍA BECERRA ELEJALDE

Fuente de la Noticia

Related posts

Análisis de los problemas de caja que enfrenta el Ministerio de Hacienda | Economía

FMI bajó previsiones de crecimiento económico para América Latina: razones de la decisión | Economía

Esta es la empresa que llegó al país con robots para el agro | Agro | Economía