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EL OBISPO ROJO

EL OBISPO ROJO | Noticias de Buenaventura, Colombia y el Mundo
Monseñor Gerardo Valencia Cano. Foto sacada del portal www.evangelizadorasdelosapostoles.wordpress.com

El pasado jueves 21 de enero se cumplieron 49 años del fallecimiento de Monseñor Gerardo Valencia Cano, obispo de Buenaventura, llamado en el puerto cariñosamente por su gente como Moncho, El Hermano Mayor y el Obispo de los Pobres; mientras que sectores poderosos que se oponían a su trabajo pastoral y por la reivindicación del negro del Pacífico, lo tildaban de comunista llamándolo “El Obispo Rojo”.

Monseñor nació en 1917 en la población antioqueña de Santo Domingo y fue elegido como el primer obispo de Buenaventura en el año 1953. Desde su llegada al puerto, se comprometió a trabajar por los bonaverenses, en especial por la inmensa comunidad negra que componía el 90% de su población.

Valencia Cano hizo mucho más por Buenaventura de lo que habían hecho los gobiernos nacionales. Históricamente el estado colombiano ha olvidado a la región del Pacífico, una de las más pobres del país. La dirigencia de Colombia sólo ha mirado hacia el Pacífico porque allí se encuentra Buenaventura, el principal puerto marítimo de todo el país, pero no le ha importado la suerte de sus habitantes. Un estado con una conducta racista, de no importarle las comunidades negras e indígenas que habitan el Litoral Pacífico.

Para Monseñor la educación fue algo esencial y fundó varias instituciones educativas como La Normal Superior Juan de Ladrilleros, el hoy conocido Instituto Técnico Industrial, pero que tuvo como base La Escuela de Artes y Oficios San José, fundada por Monseñor en 1956, a escasos tres años de haber llegado al puerto; también fundó la Escuela de Artesanías del Pacífico, el Instituto Matía Mulumba, el Hogar de Jesús Adolescente y el Orfanato San Vicente de Paúl, entre otras instituciones.

Pero Monseñor no se quedó sólo en la labor de hacer escuelas y colegios, también alzó la voz para defender al negro del puerto tanto del casco urbano como de la inmensa área rural que compone el municipio de Buenaventura. Y fue precisamente eso lo que no le gustó a cierto sector de la dirigencia vallecaucana, que veía en Monseñor un peligro para sus intereses. Por ejemplo, Valencia Cano criticó la manera como se hacía la explotación de los recursos naturales del Pacífico y siempre abogó para que las empresas dieran un trabajo digno a los habitantes del Litoral y los hiciera partícipe de sus ganancias. Pero esto nunca pasó. Las riquezas naturales históricamente se han explotado, pero nada le ha quedado al habitante del Pacífico, sólo más pobreza.

Monseñor fue partícipe del Concilio Vaticano Segundo entre 1962 y 1965, el cual transformó la iglesia Católica Romana, cuyo dogma fue impactado por una de las conclusiones más importantes y revolucionarias de este Concilio como fue la opción de la iglesia por los pobres. Desde el Vaticano, el Papa Pablo VI, le ordenó a todos los clérigos trabajar por el bienestar de los más necesitados. Monseñor Gerardo Valencia Cano creyó en la liberación del pobre y del yugo de la pobreza a la que había sido sometida históricamente la población negra del Pacífico.

Moncho sufrió y peleó por su gente, un ejemplo de ello fue su oposición férrea a mediados de la década del 60 al dragado de varios barrios de bajamar. El gobierno nacional de la época en cabeza del presidente Guillermo León Valencia tuvo el proyecto de ampliar el terminal marítimo y construir una zona franca, pero para ello necesitaba desalojar barrios enteros entre los que se encontraban Cristo Rey y Balboa, en ese sector también quedaba la legendaria Cancha Baraya. Monseñor criticó esta medida porque nunca se hicieron proyectos de vivienda para reubicar a la gente. Sus pobladores fueron lanzados a la calle y Monseñor, como uno más, ayudó a cargar colchones y enseres en el mismo momento en el que la draga iba sepultando los barrios con lodo y arena.

Otro ejemplo fue el barrio La Transformación, un proyecto del gobierno nacional pensado desde el interior, pero que no tuvo en cuenta al habitante del puerto. Una de las necesidades más grandes era de viviendas dignas. La adjudicación de éstas no se hizo en forma justa y fue entonces cuando Monseñor bloqueó la entrada del barrio para que las fuerzas del orden no desalojaran a quienes ya se habían tomado algunas de las casas. Había muchos necesitados de un techo digno y Monseñor ayudó a la gente para que pudieran tomar posesión de las unidades de vivienda.

Y así son muchas las historias de Monseñor Gerardo Valencia Cano, ese Obispo de los Pobres. Tengo recuerdos muy vagos de mi niñez cuando iba de la mano de mi mamá y nos topamos con Monseñor, tendría yo unos 5 años. Recuerdo que se detuvo y nos dio la mano. También cuando de la mano de mi papá, fui a ver pasar el cortejo fúnebre con los restos de Monseñor. Tenía yo 6 años. Recuerdo mucha gente a cada lado de la avenida. Nos ubicamos en La Curva. Cuando pasó el carro de bomberos con el ataúd arriba, la gente le lanzaba flores de todos los lados. La gente lloraba, mi papá también.

A enero de 1972, el mes de su muerte, Monseñor Gerardo Valencia Cano tenía ya muchos enemigos poderosos dentro de la dirigencia política, empresarial y la misma jerarquía católica. Por eso, una de las teorías de su muerte es que el siniestro aéreo donde falleció no fue accidente sino que fue provocado. Los restos del aeroplano fueron buscados por varios días por organismos oficiales de rescate hasta que el gobierno suspendió la búsqueda, fue entonces cuando un cura amigo de Monseñor se internó en el área montañosa y selvática entre Antioquia y Chocó y encontró los restos de la aeronave y de Valencia Cano. Deja mucho que pensar la actitud de los organismos oficiales de búsqueda al declarar el avión como desaparecido, es como si se hubiera querido que nunca se hallara el cuerpo de Monseñor.

Todavía queda el recuerdo de Monseñor Gerardo Valencia Cano sobre todo en la población mayor de Buenaventura, incluso, en muchas casas conservan fotos enmarcadas de Monseñor. Mis padres también tuvieron una en su habitación. Monseñor fue sepultado en un costado del altar de la Catedral de Buenaventura. Se construyó una capilla que se convirtió en un sitio de peregrinación para los habitantes del Puerto. Hoy, hasta la dirigencia de la iglesia ha querido borrar cualquier vestigio del Obispo de los Pobres y en una remodelación de la catedral, le quitaron solemnidad a la capilla donde descansan sus restos.

Me gustaría terminar esta columna con unas palabras que mostraban la esencia de su pensamiento y su mirada hacia el oprimido y el pobre en la conclusión del Sínodo de Obispos de 1971 en cabeza de Monseñor:

“Percibimos al mismo tiempo un movimiento íntimo que impulsa al mundo desde abajo. En efecto, no faltan hechos que constituyen una contribución a la promoción de la justicia. Nace en los grupos humanos y en los mismos pueblos una conciencia nueva que los sacude contra la resignación al fatalismo y los impulsa a su liberación y a la responsabilidad de su propia suerte. Aparecen movimientos humanos que reflejan la esperanza de un mundo mejor y la voluntad de cambiar todo aquello que ya no se puede tolerar.”

«Escuchando el clamor de quienes sufren violencia y se ven oprimidos por sistemas y mecanismos injustos; y escuchando también los interrogantes de un mundo que con su perversidad contradice el plan del Creador, tenemos conciencia unánime de la vocación de la Iglesia a estar presente en el corazón del mundo predicando la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los oprimidos y la alegría a los afligidos. La esperanza y el impulso que animan profundamente al mundo no son ajenos al dinamismo del Evangelio, que por virtud del Espíritu Santo libera a los hombres del pecado personal y de sus consecuencias en la vida social.” *

  • Cita entre comillas y cursivas sacada del ensayo del profesor e historiador, Santiago Arboleda Quiñónez: “Gerardo Valencia Cano: Memorias de resistencia en la construccion de Pensamiento Afrocolombiano

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