El ‘Pibe’ Valderrama: la leyenda nacional – REVISTA BOCAS – Cultura


Cuando el capitán histórico de la selección Colombia cumplió 50 años, BOCAS logró una notable entrevista con quien fuera el símbolo del combinado nacional en tres Mundiales: 1990, 1994 y 1998. Entre muchos otros temas, Carlos Alberto «El Pibe» Valderrama habló de las intimidades de la tricolor, de sus penas y sus glorias, de las malas decisiones, de su responsabilidad como ídolo y del talante de sus compañeros: René Higuita, Leonel Álvarez, Arnoldo Iguarán, Freddy Rincón, «El Tren» Valencia y «El Tino» Asprilla, entre otros. Este es un fragmento de la entrevista publicada en noviembre de 2011.

Siempre se enfrentaban. Cuando tenían ocho años, eran los mejores en las calles destapadas de Pescaíto. De las 24 horas del día, 25 estaban con el “coco” puesto en la pelota. Los “picaditos” que jugaban, con dos piedras a cada lado de la cuadra y representantes de la calle Quinta contra lo mejorcito de la calle Cuarta –cuatro contra cuatro, o tres contra tres, o dos contra dos–, siempre terminaban en el duelo personal entre Carlitos y Juanito.

Los dos samarios batallaban en un torneo aparte, uno contra uno, que consistía en hacer la mayor cantidad de toques en “la pinola” –lo que en el centro del país se llama “la 21”–. Y por uno o dos puntos, “el Pibe” siempre perdía. Se jugaban el honor tratando de meterla de un arco al otro con el pie izquierdo. Y “el Mono” volvía a perder.

Carlitos, un niño flaco, altivo y orgulloso, regresaba a su casa tan encabronado que
no se sentaba a comer y se ponía a ensayar frente a la pared del patio de su casa el
arte de ”la pinola”, la caricia con la zurda, la dormida en pecho y la pisada (todo para
superar a Juanito), hasta que el grito de su mamá le ponía punto final a su obsesión.

Pero de esta manera, Carlos Alberto Valderrama Palacio (Santa Marta, sep. 2 de
1961) depuró una técnica que con el tiempo le valdría para ser reconocido como el
“10” de la selección del Magdalena, de los clubes Unión Magdalena, Millonarios, Cali,
Montpellier, Valladolid, DIM, Junior, Tampa, Miami, Colorado y Selección Colombia, así
como para ser elegido dos veces el Mejor Jugador de América. (Juanito, por su parte,
el gran Juan Olivar, es hoy un funcionario de carga en el puerto de Santa Marta.
¡Grande Juan!).

Todo empezó allí, en Pescaíto, el barrio de los pescadores en Santa Marta, en el seno
de dos familias futboleras: los Valderrama y los Palacio, donde o eran cracks, o eran
“patas-brava”. “Mi papá, Jaricho Valderrama, era un back central más bien pegador
y mi tío, Toto Valderrama, un ‘calidoso’ puntero izquierdo. De esa rama vienen
Roland y Alan, mis hermanos, también pegadorcitos, y yo, que fui el fino… De ahí
también vienen mis primos Didí, un verdadero crack, y Pablo, más bien bueno para
dar zapato. Luego están mis tíos maternos, los Palacio: Justo, un volante ofensivo muy
técnico, y Aurelio, un marcador derecho ‘con sangre en el ojo’. De esa rama salen
los hermanos González Palacios: Miguel, al que le decían ‘el Fercho’, Edison el ‘Robapollos’ y Julián, todos defensas de buen pegar”, anota “el Pibe” de media distancia.

Jaricho, su viejo, fue su primer director técnico en el colegio Celedón y el maestro
que le dio la gran lección de su vida: “Para llegar hay que ser disciplinado, no hay de
otra”. Y llegó muy lejos.

Si uno mete un gol en La Castellana (la cancha de su niñez) y se vuelve loco, ¿cómo cree se vuelve uno en un Mundial…? De verdad que uno piensa en Colombia, en la bandera,en que sople duro

Mucho, ayuda a la técnica. El asunto va así: la bola se hace con papel periódico, se amarra fuertemente con cabuya para que no pierda la forma, se le echa pegamento para fijar los trapos, hasta que quede la forma redondita, y “pa’lante”. Al principio es difícil de manejar, pero uno le va cogiendo el tiro; y como no rebota, uno tiene que
hacer todo el esfuerzo para levantarla, para dominarla: ahí está “la vuelta”. Dominio y técnica.

Mi papá arreglaba balones en el barrio y los que llegaban destrozados se quedaban en la casa. A punta de aguja e hilo, mi papá hizo aparecer mi primera pelota, eso si, más cocida (sic) que un sancocho.

Cuando yo jugué allá, era un peladero. Luego, cuando me hice grande, siguió siendo un peladero. Este año decidí, con el apoyo de varias empresas, arreglar la casa. Espero que los muchachos tengan mejores condiciones que las que yo tuve.

Siempre, desde niño. Eso fue innato.

La gente cree que no quise, pero la verdad es que, cuando volví del fútbol gringo, en 2003, ningún equipo me llamó. Ninguno ¿Puede creer? Y yo no estaba para hacer llamadas. Tampoco…

No hicieron la estatua del “Pibe” con las medias abajo y con la actitud “bacana” que siempre me caracterizó. La del “man” relajado. Nada de eso, quedé estresado…

El día que, siendo mánager del Junior, le saqué el billete al Cacharrito Ruiz. El cuento es así: en un tiro de esquina –ojo, un tiro de esquina donde todo pasa, donde a mí hasta me cogieron los huevos, hablo de un tiro de esquina tan alto que la pelota todavía no ha aterrizado en Pescaíto–, al man le da por pitar penalti a favor del América porque dizque empujaron a cualquiera. Todos saben que esa jugada se la inventó Ruiz y, claro, yo le dije de todo. Me clavaron 11 fechas. Pero no me arrepiento, ni por el putas.

Los primeros seis meses sí jugué, hasta que llegó un 10 con cartel: Silvano Espíndola. Me tocó salir. Yo quería jugar y estaba chévere en Bogotá, pero apareció el Cali y entendí que era la oportunidad.

Sus inicios en el fútbol fueron en las calles humildes del barrio Pescaíto, en Santa Marta.

Cuando clasifiqué al primer Mundial en Tel Aviv (1989), lloré del bus al hotel como un niño. Todavía me emociono porque sabía que había pasado el examen, que estaba graduado

Yo llegué y formé un combo que siempre recito de memoria: Gato Fernández, el Jet Polo, el Flaco Murillo, el Polaco Escobar, Jorge Ambuila, el Cenizo Núñez, Bernardo Redín, mi persona, Piripi Osma, Gambeta Estrada y Checho Angulo. Luego llegó Buenaventura Ferreira y luego Miguel González, un equipazo. Y respondo así, lo más
lindo es que la gente todavía recuerda ese Cali porque jugábamos bien en casa y por fuera. Ese es nuestro título de honor, más allá de que todo era para el América. Porque nosotros jugábamos mejor. Luego se vino a saber todo lo del “Diablo”.

Peor. Me puyaba con agujas, me metía trompadas, me cogía el culo, me decía “tu mujer te pega cachos”, “tú eres marica”, “tu mamá no sé qué…”, de todo…

Sí, no hay duda. Después, seguramente, Freddy Rincón, dos lindas sociedades.

Porque fue el club que se interesó.

En su época fue un billete largo. Todo bien…

No. Julio César, el brasileño que jugaba allá, me dijo: “No te desesperes que te va a llegar la oportunidad”.

Pasear. Cogía el carro, un Renault 21, creo, y me iba a conocer lugares preciosos. La Costa Azul, y la playa y el paseo… “mamando gallo”, esperando el chance. Y comí rico. Había una pasta con mariscos, bien bacana. No sé si era el aceite o qué, pero tenía magia.

El Piripi Osma, en el Cali. Andábamos por la vía de la U. del Valle y, aun cuando el man era tranquilo, me hacía parar para refrescarnos con un champús. Por eso me quedé de conductor “lentejo”, voy suave y tranquilo. Y por eso siempre salgo temprano…

Cuando ganamos la Copa Francia. En la semifinal hice un partido increíble contra el Saint Etienne, en su cancha: cayó un aguacero histórico y esa tarde, lo juro, no me la quitaban ni con soga. En el partido de vuelta me expulsaron faltando cinco minutos para terminar, por una plancha lo más de tonta que tiré. Así que no pude jugar la
final en París que ganamos 3-1. Eso siempre me dolió. Ha sido el único título del Montpellier en su historia.

(Le puede interesar otra entrevista BOCAS: ¡James, el recontracrack!)

Valderrama vivió intensos momentos de dolor y gloria con la selección de fútbol más recordada de Colombia, como el histórico 5-0 frente a Argentina en 1994.

En el Valladolid nos decían “los pelucones”, por el pelo de los tres colombianos, y que no nos fue bien en ningún aspecto: ni deportivo, ni económico. La tocada de Michel fue en un tiro de esquina. La primera vez que me tocó, literalmente, no le paré bolas. La segunda, pensé:“Estas son ‘maricadas’ de este güevón”. La tercera, me le paré y le dije:“¿Tú eres maricona…?, si quieres yo te meto aquí la ver…”. Y el man apenas me miraba. Y ya. Por la noche íbamos en bus de vuelta a Valladolid y, cuando paramos a comer, vimos en el restaurante el programa Estudio Fútbol en el que el tema era
ese. Maturana me dijo:“¿Y ahí qué pasó?”. Hoy es el día en el que todavía me joden con eso.

La gran mayoría de los defensas tienen esa bendita maña.

El peor está entre Ricardo el Chicho Pérez y Eduardo Pimentel. No, mentiras, Pimentel fue el más h.p. de todos los h.p.s.

Tuve la oportunidad de ir al Valencia F.C. pero yo tomé la decisión de volver a Colombia por que me “emputé” con lo del pago en el Valladolid. Y cuando me “emputo”, me “emputo”. Me arrepiento porque tenía para jugar más, porque estaba en mi momento… Mi mujer si me decía:“Quedémonos”, y yo le respondía: “Yo me voy de esta ‘mondá’”.

Carlos Castro y el Ferry Zambrano corriendo arriba, y yo en mi salsa metiendo balones… Esa fue una de las temporadas más lindas de mi carrera. Pero todos se empezaron a lesionar y no llegamos.

Amor incondicional. Más que un combo bacano –el Niche Guerrero, el Gordo Valenciano,“Pachequito”, el Nene Mackenzie y todos volando–, éramos una gran familia. Y campeones. Y dos veces. El ambiente que logramos crear en la ciudad es algo que nunca vi. Por eso el aficionado quiso tanto a ese equipo.

Hermano, si hasta íbamos a comer todos, cada vez que podíamos, a El Tremendo Guandú a gozar del propio golpe “costeñol”. Luego, en el entreno, a bajar la grasita.

Accidentes del fútbol. Botamos el penalti decisivo contra el Vélez de Chilavert. Era el último penal, el que nos llevaba a la final y Méndez, que nunca pelaba uno, , ese día lo botó. Y ellos fueron campeones…

¡Cheverísimo! Hice historia: tres veces el mejor jugador de la liga, récord de asistencias en un torneo (114), calorcito, latinos, todo bien…

Un día hacía un sol como el de Pescaíto y me fui con mi familia al centro comercial a pasar el día, a comer helado y nos dio por entrar a cine. Cuando salimos, ¡no jooooda!, la nieve tapaba a todos los carros en el parqueadero. Duramos como dos horas para encontrar el auto. No lo podía creer.

Este es el templo del fútbol y puedes ver que no hay ni un solo hueco. Si tú saliste de La Castellana, que tiene 20.000 huecos, me imagino que aquí no te vas a dejar quitar la pelota, ¿no?”. Y así fue

(Le sugerimos: ‘Como cualquier ser humano, llegué a llorar’: Falcao García)

La nueva generación comenzó con la base de Nacional: René Higuita, Luis Carlos Perea, el Chonto Herrera, el Chicho Pérez, Alexis García, Leonel Álvarez, el Andino Galeano; los de Millos: Norberto Molina, la Gambeta Estrada, el Guájaro Iguarán y Rubencho Hernández; los del Cali: Bernardo Redín, el Flaco Hoyos y yo, más el Pitufo de Ávila, el aporte del América. Para la Copa América del 87, donde nos fue
muy bien y jugamos bacano, se empezó a armar ese combo bravo.

Maturana me dijo algo importantísimo en Wembley:“Como si estuvieras en Pescaíto,
igualito juega aquí, que así le ganamos a cualquiera. No vayas a cambiar nada, tira un túnel o un taco, lo que quieras. Este es el templo del fútbol y puedes ver que no hay ni un solo hueco. Si tú saliste de La Castellana, que tiene 20.000 huecos, me imagino que aquí no te vas a dejar quitar la pelota, ¿no?”. Y así fue.

Pierre Mosca, en el Montpellier.

El“Profe” Comesaña me decía:“A usted no le dieron esa banda de capitán por la pinta, se la dieron porque es tremendo jugador. Así que organice ese equipo como usted sabe. Pero no de pinta, no sea ‘güevón”’.

Allá renunciaron el Checho Angulo y Alexis García porque no jugaban. Luego todo se jodió.

Meterlo preso y dejarlo preso. Tanto que se jodió uno para ponerse la bandera y después botarla por “maricadas”. ¡No jooooda!

Sí, yo sé lo dije tiempo después, y no ahí, porque él se voló de allá sin decir nada. Recuerdo que “el Bolillo” nos hizo una reunión y nos dijo: “Asprilla está fuera de la Selección” y punto. Con “Fausto” siempre fuimos buenos amigos y alguna vez él me dijo:“Nadie sabe ni sabrá por qué hice eso”. ¿Y ahí qué puede decir uno?

La graduación del futbolista.

Yo pensé en Colombia.Después de tanto sacrificio, yo sólo pensé en Colombia.

De larga distancia, papá… Si uno mete un gol en La Castellana (la cancha de su niñez) y se vuelve loco, ¿cómo cree se vuelve uno en un Mundial…? De verdad que uno piensa en Colombia, en la bandera, en tirarla para adelante, en que sople duro…

Arnoldo Iguarán. Se jodió en un entreno, jugando al“bobito”. ¿Quién sabe a dónde hubiéramos llegado…?

Nunca.Doloroso y triste es morir, pero lindo morir en la de uno. ¿Cuántas veces nos motivó René?, ¿cuántas veces nos agrandó?, ¿cuántos balones sacó? ¿Ah…?

No.

Dos veces, una vez con la selección del Magdalena, cuando nos eliminó Cesar (1979) y la otra cuando clasifiqué al primer Mundial en Tel Aviv (1989). Lloré del bus al hotel como un niño. Todavía me emociono porque sabía que había pasado el examen, que estaba graduado.

¿Qué pasó antes del 5-0? La respuesta: nos reventaron los vidrios del bus y luego nadie durmió. ¿Por qué? Las barras bravas nos jodieron toda la noche, hasta que el sol salió, con una bulla increíble. Al otro día estábamos todos amanecidos.

Por la mañana dije:“¿Nos vamos a devolver porque no pudimos dormir? No seamos tan maricas”. Luego, en la cancha, todos dijimos: “¡Hoy ganamos!, ¡hoy clasificamos!”

El primero. Por el enganche corto hacia afuera de Freddy Rincón. Es increíble

(No deje de leer en BOCAS: ‘Yo soy René Higuita, un ser humano perfectamente imperfecto’)

El gran ‘Pibe’ dice que prefiere gozar de sus años de retiro desde la banca, en tranquilidad, y no como director técnico de algún equipo de fútbol nacional.

Es la foto más linda de mi carrera. El que no guardó esa foto, se jodió. Una imagen que
representa, en sí, la cumbre del fútbol colombiano.

Y quién se va a cansar de eso.

Y sí. En el hotel hasta el amanecer y en el avión que venía a Bogotá, el Gordo Valenciano nos levantó a whisky puro. Luego, ¿cuánto nos demoramos del aeropuerto a el Campín? Una eternidad… Y todos “piados…” y secos… Entonces yo le dije a Maturana: “¿Y qué, profe?, ¿nos vas a dejar morir? ¡Manda aunque sea por una botella, hey…!”

Por fútbol, el que ganó las eliminatorias del 94. Ese equipo no se vuelve a repetir “más
nunca”

Y cómo para qué nos íbamos a vender. La única verdad es que, queriendo ganar, no
pudimos. Nada nos salió.

El amor de la gente y el reconocimiento a haber jugado bien al fútbol. Luego, que lo
reconozcan a uno por la pinta. Pero para sostenerla hay que ser “calidoso”, je…

Diego. Me identifico más con él.

Que la gente se tatúe su rostro en el cuerpo. El día de su despedida, en la Bombonera, vi a miles tatuados y eso, sólo eso, me pareció impresionante.

Maradona, porque solito hizo grande al Nápoles, mientras que Messi está rodeado de
unos tigres. Además, técnicamente fue más Maradona porque también tenía gol con el tiro libre. Y Messi no. Ahí gana “el Pelusa”.

Brasil de 1982 y el Barcelona de hoy.

Ir al hotel antes del partido y amarrarlos a todos para que no se presenten. Nadie le ha encontrado la vuelta.

El mejor loco que conocí en el fútbol. Cuando hizo el escorpión en el Wembley me di cuenta de que era realmente un distinto. Yo siempre digo, la “verga” ser un “man” distinto y él hacía todo distinto. Un genio.

René Higuita fue el mejor loco que conocí en el fútbol. Cuando hizo el escorpión en el Wembley me di cuenta de que era realmente un distinto. Un genio

Uno de los grandes amigos del fútbol. En Escocia (1988), “Leo” vio que me estaban levantando a zapato y me dijo: “Mono”, no te vayas a hacer expulsar nunca, h.p. El que te joda, tú me dices que yo respondo. ¡Pilas pues…!”. Luego me dijo: “Ya le cogí las placas al h.p.”. A los cinco minutos vi al escocés tirado en el suelo. “Leo” ya lo había atendido. Siempre me sentí respaldado.

“La Joya”. Creo que es el delantero que mejor me entendió. Yo me moría de la risa con él… se la tiraba allá, y allá llegaba; se la tiraba arriba y le pegaba más duro con la cabeza que con el pie… ¡Qué grande! Me hubiera gustado haberlo tenido mucho más tiempo a mi lado. Calladito, trabajador, sin problemas. Hasta le decíamos “el mudo”. Un “bacán”.

“El Trencho” era especial. Noble, sencillo, querido, vacilador, tremendo mamador de
gallo… Tenía una apuesta eterna con “el Tino” a ver cuál era el que más goles hacía con la Selección. Nunca supimos quién ganó porque eso fue muy parejo. De hecho, el día de 5-0, “el Tino” ya llevaba dos y “el Tren” le rogaba a Freddy: “Paisano, falta el mío, no sea así”. Luego me miraba a mí y me decía: “Falta el mío, Monito”. Y mire cómo son las cosas, el que se lo puso fue el mismísimo “Tino” y anotó.

“El Palomín” era un niño bacano. Nunca hizo caso táctico. Era de los que le decía al “profe”: “no me complique con órdenes; que me den la pelota que yo solito arreglo esta recocha”. Uno de los grandes delanteros de la historia del fútbol colombiano. Su enganche, su freno, su remate… Un crack.

Mi gran hermano, pero como los buenos hermanos, nos peleábamos mucho en la cancha. Yo lo “putiaba” y él me “putiaba”. Luego, el agua de la ducha le bajaba el volumen a todo y éramos los más llaves. De hecho, había un problema en el grupo, y éramos los dos los que hablábamos. Además, él era el que velaba por el billete de todos, siempre decía: “Hay que cobrar ahora porque los directivos luego
se roban la plata y esos h.p.s nunca juegan”.

Pudo ser el mejor del mundo y no quiso, siempre lo digo. El más grande de nosotros.
Era distinto, pateaba con las dos, la gambeta era increíble, saltaba más que Michael Jordan, ¡no jooooda!, era un fuera de serie… Cuando él estaba en Italia yo me desvelaba por verlo jugar en el Parma. Con eso lo digo todo.

¡Uyyyy!, de lejos, Harold el Betún Lozano… Ese man sí sabía de eso.

El Bolillo Gómez, también de lejos. ¡Qué tronco!

No… yo ya cogí mi camino. Con lo del Junior me bastó. Uno trabaja toda una semana y
un árbitro le puede cambiar a uno todo en un segundo. Así que, para evitarme problemas y sufrimientos, decidí irme de esta vaina. Quiero vivir bacano.

(Puede gustarle leer: Las mil y una noches de ‘Pacho’ Maturana)

Sí. Siempre ha estado. De hecho antes era peor. Cuando empecé estábamos llenos de
mafia. Hoy es más disimulado.

Un tipo lleno de carácter para dirigir. Además, su fútbol es directo, profundo y juega sabroso. Yo personalmente estoy entusiasmado

Ambos, pero no juntos. El que esté mejor.

Contra Israel. Jugué sabroso. La pedí mil veces y la entregué dos mil.

Contra los gringos en U.S.A. 94, por todo lo que significó: la salida del Mundial y luego la muerte de Andrés Escobar.

¡No jooooda…! Veinte veces. Una carrera deliciosa.

Me volví un producto.

Clara Iveth Galván, una guajira que conocí en Pescaíto desde “pelao”, ha sido mi mano
derecha y mi estabilidad. Y ojo que ella es tres años mayor que yo. Me ayudó a la disciplina, a hacer las cosas bien. Logré hacer un buen “matri” del que quedaron seis pelaos chéveres: Alan (26 años), Jenny (22), Carlos (17), otro Carlos (15), Stefi (14) y Carla (13).

Noooo… Yo no me meto en eso ni de vainas…

El mayor se lesionó, el otro está en el equipo de la Autónoma y los otros, pues ahí van. Uno nunca sabe. Si a mí se me dio…

(Más en Revista BOCAS: Los golpes de Garbiñe Muguruza)

POR: MAURICIO SILVA GUZMÁN
RETRATOS: HERNÁN PUENTES
FOTOS: GETTY IMÁGENES
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 3. NOVIEMBRE DE 2011

Fuente de la Noticia

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