Las reuniones con el FMI están programadas para comenzar la próxima semana, pero el ministro de Finanzas, Basil Rajapaksa, el hermano del presidente, renunció el domingo por la noche junto con casi todo el gabinete.
El país aún no tiene reemplazo, y su sucesor renunció después de solo un día en el cargo.
La ira pública está en su punto álgido, con multitudes que intentan asaltar las casas de varias figuras del gobierno y exigen la renuncia del presidente Rajapaksa.
Las fuerzas de seguridad han dispersado las manifestaciones con gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de goma, y decenas han sido detenidas, muchas de las cuales afirman haber sido torturadas bajo custodia policial.
Los partidos de oposición han rechazado la oferta del presidente de formar una administración de unidad y se unieron a los llamados para que renuncie.
Pero el líder del gobierno, Johnston Fernando, reiteró el jueves que Rajapaksa permanecería en el cargo para sacar al país de la crisis.
El gobierno ha perdido su mayoría en el parlamento, pero hasta ahora no ha habido señales claras de que los legisladores de la oposición intentarán una moción de censura para derrocar a la administración.
Una escasez crítica de divisas ha dejado a Sri Lanka luchando por importar bienes esenciales, con la pandemia torpedeando los ingresos vitales del turismo y las remesas.
Las agencias de calificación han advertido sobre un posible incumplimiento de pago de la deuda externa de Sri Lanka por valor de 51.000 millones de dólares, y las autoridades no pueden obtener más préstamos comerciales debido a las rebajas de calificación crediticia.
Los economistas dicen que la crisis se ha visto exacerbada por la mala gestión del gobierno, años de endeudamiento acumulado y recortes de impuestos desacertados.
