El pulso de los hogares /Editorial/ Francisco Miranda | Editorial | Opinión

La semana pasada el Departamento Nacional de Estadística (Dane) publicó la encuesta de Pulso Social correspondiente al pasado mes de septiembre.

Con esta medición y el apoyo técnico de Unicef, el ente estadístico nacional busca conseguir más información sobre el impacto de la pandemia de la covid-19 sobre los hogares de las 23 ciudades capitales del país. Así como otras encuestas apuntan a medirle el pulso a las perspectivas y al estado de las empresas, Pulso Social se concentra en los hogares.

La fotografía que revela en esta reciente versión muestra que, a pesar de una recuperación de la confianza, la incertidumbre ante la situación actual y el temor al futuro dominan los sentimientos de los colombianos en sus casas.

Por ejemplo, por encima del 68 por ciento de los hogares sienten que están “peor y mucho peor”. En el caso de Florencia, Riohacha, Valledupar, Sincelejo y el área metropolitana de Cúcuta, este porcentaje sube a más del 80 por ciento.

Aunque hay optimismo mayoritario ante la situación en el futuro cercano, en Sincelejo, Popayán e Ibagué más del 40 por ciento de los encuestados creen que estarán “peor y mucho peor” en 12 meses.

Ante la magnitud de la crisis y su impacto en el empleo, no sorprende a nadie que los hogares estén pesimistas y golpeados en sus ingresos. De acuerdo a Anif, en agosto, la pérdida en ingresos laborales de los hogares colombianos ascendió 2,6 billones de pesos.

No obstante, es valioso cuantificar, por ejemplo, que más del 78 por ciento no tiene mayores posibilidades de comprar ropa, zapatos, alimentos y que solo el 23,5 por ciento- casi una cuarta parte- reporta no tener ingresos.

De hecho, en Sincelejo, Cúcuta y Cartagena aproximadamente la mitad de los hogares reportan no tener ingresos. Esto constituye un verdadero llamado de alarma a los gobiernos de estas ciudades.

Los impactos de la crisis del coronavirus en los hogares urbanos del país no son solo económicos. Más de una tercera parte están preocupados por contagiarse de esta enfermedad mientras que el 11,2 por ciento suspendió tratamientos médicos por la cuarentena.

A los sentimientos de soledad y tristeza se suman la cuarta parte en todo el territorio nacional que no tiene los dispositivos para el estudio remoto de los niños y otra cuarta parte, sin conexión a internet. En Bogotá, la economía local más grande del país, el 51,5 por ciento de hogares no pudo pagar la pensión por la reducción de ingresos a raíz de la crisis de la covid-19.

Y el más desesperanzador indicador de todos: el hambre. En Colombia la pandemia redujo en 18 puntos porcentuales los hogares que consumen tres comidas al días. En las capitales de la Costa Caribe como Barranquilla y Cartagena, este porcentaje de hogares cayó a la mitad.

La reapertura de la mayoría de sectores productivos ha inevitablemente girado la discusión de la crisis de la pandemia hacia los indicadores de actividad económica. Es innegable que esta decisión de abrir se ha traducido en mejoras en producción, confianza comercial e industrial, incluso los niveles de ocupación.

A pesar de ese bienvenido ritmo en la reactivación económica, no hay que olvidar que los hogares, al igual que las empresas, requieren de una estrategia para su recuperación- y no solo en materia de ingresos.

Este impacto de la pandemia en múltiples frentes como el sicológico, el de salud, los ingresos y la seguridad alimentaria, ratifica que la reactivación económica debe ir de la mano de la reactivación social como su hermana gemela e inseparable.

Ponerle la lupa a cómo los hogares están asumiendo este choque de ingresos, de empleo y de perspectivas de futuro es solo el primer paso. Diseñar políticas para ellos es el siguiente.

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