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El revelador testimonio de un exmiembro de las Farc que da pistas sobre el crimen de A. Gómez – Proceso de Paz – Política

El revelador testimonio de un exmiembro de las Farc que da pistas sobre el crimen de A. Gómez - Proceso de Paz - Política


La primera vez que un grupo de miembros de las antiguas Farc habló abiertamente del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado fue en un campamento que se llamaba La cachamera, un paradisíaco escenario natural de selvas húmedas, bosques y matorrales, en el Caguán. Era mayo del año 2000.

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El punto formaba parte de la Zona de Distensión, un área desmilitarizada de 42.000 kilómetros cuadrados, que había entrado en vigencia en enero de 1999, por orden del presidente Andrés Pastrana para adelantar un proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc-EP) con la intención de ponerle punto final al conflicto armado colombiano.

Con semejante extensión -conformada por los municipios de La Uribe, Mesetas, La Macarena y Vista Hermosa en el departamento del Meta, y por San Vicente del Caguán en el departamento del Caquetá- de la noche a la mañana, se vieron miles de guerrilleros fuertemente armados, con uniformes nuevos y los brazaletes de la organización.

Esa amenaza que intimidaba a los colombianos de un momento a otro copó las pantallas de la televisión. Mientras en público, todos los miembros del Secretariado sostenían reuniones con la delegación del gobierno, en grupos más pequeños los guerrilleros de base se reunían para “como dicen las señoras adelantar cuaderno”.

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La expresión es de un miembro de las Farc que habló con EL TIEMPO y que prefiere mantener su nombre en reserva. Su identidad, sin embargo, fue confirmada por fuentes absolutamente fiables de este diario y que han estudiado a fondo a esta guerrilla.

El hombre cuenta que él venía de combatir en puntos muy distantes de la geografía: El páramo de Sumapaz, en la cordillera del altiplano cundiboyacense; las selvas del Chocó, en la manigua de El Catatumbo, la Sierra Nevada de Santa Marta y en Urabá, en Antioquia.

Se sentó con antiguos camaradas, entre ellos estaban algunos militantes curtidos en el combate urbano. “Estaba Javier Paz o Daniel Bejuco encargado de la Escuela de Bachilleres y miembro de la Dirección del Frente Urbano; `Oscar’ o ‘Fernando Grillo’,  ‘Danilo Chagualo’ y ‘Cristobal’ todos miembros en ese momento de la Dirección del Frente Urbano”.

La capacidad militar de las Farc había dado un salto enorme pues apenas unos años atrás era la Red Urbana Antonio Nariño y ahora había escalado al Frente Urbano Antonio Nariño. Este operaba en Bogotá, y obedecía a Carlos Antonio Lozada cuyo nombre real es Julián Gallo Cubillos y quien hoy ostenta la condición de senador por la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, partido político que surgió de la firma de los acuerdos de paz de La Habana.

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En esa conversación se lamentó la muerte de ‘Juan Carlos Urbano’, ‘Chayan’ o ‘el negro Mario’; y de ‘Roque’ o ‘Mono Chiquito’. Todos habían muerto en lo que se conoce como la masacre de Mondoñedo.

«Fue una charla que se dio de manera espontánea entre compañeros que no nos veíamos hace años», dice. Era como un diario oral de esos días de cruenta guerra.

La información del hombre que prefiere guardar el anonimato coincide con otro hecho de las páginas de violencia del país.

Entre ellos hay dos a quienes conocíamos como Mario y Roque, quienes mataron a Gómez Hurtado

El fin de semana del 6 y 7 de septiembre de 1996 un grupo de agentes de la Dijín secuestró a los estudiantes de la Universidad Distrital Jenner Alfonso Mora Moncaleano, Vladimir Zambrano Pinzón, Juan Carlos Palacios Gómez y Arquímedes Moreno Moreno.

Los llevó a la hacienda Fute, ubicada en un sitio conocido como el Alto de Mondoñedo, en la vía que conduce de Mosquera a Soacha y a La Mesa (en Cundinamarca), donde fueron torturados y después asesinados con arma de fuego. Los cuerpos fueron incinerados y arrojados al relleno sanitario de Mondoñedo.

También se supo que otros policías, por las mismas fechas, en Bogotá, asesinaron a los estudiantes Federico Quesada y Martín Alonso Valdivieso Barrera, de la misma universidad. Los seis habían sido señalados por un miliciano, asesinado años después, de ser miembros de la red urbana Antonio Nariño, responsable de ataques, en 1995, a la estación de Policía de Kennedy, donde murieron tres uniformados.

Años después, los agentes José Albeiro Carrillo Montiel, José Ignacio Pérez Díaz y Carlos Ferlein Alfonso Pineda fueron sentenciados, el 31 de enero del 2003, cada uno, a 40 años. El capitán Héctor Édisson Castro, fue sentenciado a 40 años en diciembre del 2013.

Según su versión, los integrantes de esa célula urbana no solo habían atacado a la policías sino que habrían estado involucrados en las muertes de Gómez Hurtado (2 noviembre 1995) y, además, del exnegociador de paz, politólogo y economista Jesús Antonio Bejarano (15 de septiembre de 1999); y del exgeneral y exministro de defensa Fernando Landazábal Reyes (12 de mayo de 1998).

“Entre ellos hay dos a quienes conocíamos como Mario y Roque, quienes mataron a Gómez Hurtado”, dijo la fuente que habló con EL TIEMPO.

Pero, ¿por qué? ¿Qué llevó, según esta tesis, a las Farc a asesinar al expresidente de la Asamblea Nacional Constituyente? “Sobre Álvaro Gómez se dijo allí que había sido una deuda vieja por lo de Marquetalia, que era un enemigo de clase que había incidido en la agresión y la guerra”.

En la memoria de Marulanda estaba el papel de Gómez Hurtado, cuando a inicios de la década de 1960, en su condición de senador pidió la intervención de las fuerzas militares sobre los territorios que él calificó como «repúblicas independientes», las cuales no estaban bajo el control del Estado sino de organizaciones campesina. Tras los bombardeos, éstos se levantaron en armas y fundaron las Farc.

Además, según la misma fuente, el análisis hecho por Marulanda fue el de “aprovechar una situación táctica para convertirla en hecho estratégico: puso a la oligarquía a discutir y a entrar en contradicciones para sacar relucir las pugnas en las propias entrañas del poder”.

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“Marulanda supo leer el momento y sin proponérselo las Farc desencuadernaron lo que había luego del Frente Nacional con todos sus odios y mezquindades políticas”, argumenta.

¿Y sobre Bejarano? “Lo de Bejarano lo citaron como un caso táctico, no como un hecho político relevante”, dice.

En el caso del general Landazábal la explicación que da la enmarca como un hecho natural de la confrontación armada y él mejor que nadie representaban al otro bando.

Dice que el tema se quedó allí y no se volvió a hablar porque el proceso de paz explotó en mil jirones y el país entró en una nueva y muy dura guerra. Al poder llegó el presidente Álvaro Uribe Vélez que los combatió sin tregua hasta debilitarlos a un extremo tal que los obligó de nuevo a sentarse en la mesa de conversaciones.

Luego vino el gobierno de Juan Manuel Santos con el que se negoció el acuerdo de paz.

Pero, ¿por qué solo hasta ahora se vuelve a hablar del tema? “Yo creo que en este momento ellos –los antiguos miembros del Secretariado- se vieron presionados por las «amenazas» de Piedad Córdoba y quisieron salir adelante de manera apresurada y no tenían el paquete completo y ahora les toca hacer el ejercicio de recaudar para probar”.

Pero, ¿entonces no tienen todos los elementos para corroborar que esta versión es verdad? La fuente responde que sí y señala a Carlos Antonio Lozada, responsable militar de la FUAN en Bogotá y hoy congresita . “El debe tener la pruebas, Carlos Antonio era y es juicioso en lo táctico”, dice.

¿Cómo valora usted el momento que vive el país? ¿Todo estas páginas de horror que ahora está en boca de todos los colombianos?

Es positivo si se logra mostrar que el proceso de paz sirvió y que lo que salió de allí como la JEP es útil para la reconciliación y no para la guerra

“Es positivo si se logra mostrar que el proceso de paz sirvió y que lo que salió de allí como la JEP es útil para la reconciliación y no para la guerra”, dice. “La idea es ayudar a calmar y no dar elementos para seguir en ‘agudizar las contradicciones’ como siempre quiso Marulanda, Alfonso Cano, Jorge Briceño y toda el ala radical, eso sería hacerle el juego a los guerreristas”, argumenta. “Llegó el momento de la verdad”, dice.

Se trata de una versión que ahora las autoridades tendrán que evaluar y contrastar. La clave, en conclusión, la tiene Carlos Antonio Lozada.

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