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Él sacrificó el empleo que amaba para seguir su pasión. Hoy está devolviendo las áreas verdes a las ciudades

Él sacrificó el empleo que amaba para seguir su pasión. Hoy está devolviendo las áreas verdes a las ciudades


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Cuando Diego Gómez-Bilbao era niño le gustaba leer las enciclopedias Time Life de su casa. Había tres capítulos que solía revisar una y otra vez. Era un pequeño que usaba lentes al que le costaba trabajo que le costaba distinguir figuras, pero esos tomos tenían imágenes que le llamaban la atención: peces, insectos y el último, plantas. 

En esos libros el pequeño Diego estudiaba los colores, texturas y colores de los seres vivos pues no podía creer las formas tan raras que existían en el mundo. Ahí le nació un amor por la naturaleza que se vio impulsado por su familia de manera casi predestinada. 

Sus abuelos, de ascendencia asiática, tenían una casa en Cuernavaca y el pequeño Diego veía que todos los días se levantaban temprano para cuidar su jardín. “Ahí entendí que no hay buena o mala mano para las plantas, simplemente dedicación”, señala. 

Ya siendo un adulto joven, Diego dejó su pasión por las plantas de lado y se dedicó por completo a llevar una carrera corporativa como consultor de ventas para una empresa asiática de tecnología. Su trabajo lo llevó a vivir a Venezuela y a viajar por toda América Latina. Sin embargo, era una vida un tanto solitaria y muchas veces se quedaba en los restaurantes de los hoteles a ver las plantas y las macetas de los edificios. 

“Le preguntaba a la gente que trabajaba en esos lugares los nombres de las plantas que me llamaban la atención y las empresas que hacían macetas y las anotaba en una libretita negra”, recuerda para Entrepreneur en Español

Desafortunadamente, las condiciones en Caracas cambiaron y por seguridad, la empresa en la que trabajaba Diego lo saca del país. Esto provoca que le empiece a sobrar mucho tiempo porque sus clientes y sus contactos estaban en el cono sur y en cada viaje que hacía a América del Sur debía conectar con diversos países a la vez para reducir los gastos de viaje. En los tiempos muertos que su agenda permitía, Diego comenzaba a buscar macetas y plantas para armar una terraza en su casa. 

“Hice la inauguración de mi terraza y la gente comenzó a preguntarme por las plantas y macetas que tenía. Mi suegra me pidió que le consiguiera una planta, luego las amigas de mi hermana, mi cuñada, etc. Mi casa se había convertido en un showroom”, dice Gómez-Bilbao. 

Diego Gómez-Bilbao / Imagen: Cortesía Huatan

El día que “El Chino” dejó su oficina en Montes Urales

Fue entonces que Diego decidió aprovechar los contactos que había hecho mientras vivía y viajaba a Sudamérica para convertirse en distribuidor de plantas y macetas. 

“Resultó que el fabricante de las macetas que yo había visto en otro país era de Guadalajara y toda su producción la exportaba porque creía que no había mercado para México porque en ese entonces, los años 2000, la gente solo consumía macetas de barro”, señala Diego. “Ahora la fibra de vidrio ya es muy común, pero en ese entonces no existía”. 

Su sorpresa fue mayúscula cuando en las primeras dos semanas logró colocar 100 potes. Se dio cuenta de que había una oportunidad de negocio donde podría tener contacto directo con el tomador de decisiones. 

“Yo venía del mundo corporativo donde había que escalar al director general y una serie de ejecutivos para cerrar una venta de software. En este mundo la venta era directa. Curiosamente, el director al que le vendía programación, me compraba macetas para su casa”. 

Diego entonces abrió una pequeña empresa de paisajismo urbano llamada Huatan, cuyo nombre en chino significa “Terraza con plantas” porque quería recordar como “El Chino”, apodo que se le quedó a Diego desde la infancia por sus ojos ligeramente rasgados, arrancó un negocio con plantas en su casa. 

Mientras su negocio arrancaba, Diego seguía trabajando para la empresa tecnológica desde sus oficinas en Montes Urales. Pero entre más avanzaba y crecía la venta de sus productos, se dio cuenta de que tarde o temprano tendría que cortar el cordón umbilical. 

Imagen: Cortesía Huatan

Según sus propias palabras, Diego era un afortunado pues con apenas 25 años ganaba en dólares, le pagaban un departamento y era director de ventas de varios países. “Tenía una posición privilegiada y me costó mucho trabajo tomar la decisión”, señala. 

La inspiración para tomar la decisión definitiva de aventarse a emprender llegó cuando entendió que para él la tranquilidad que un sueldo le podía ofrecer, esa estabilidad con ese cordón umbilical es genial, pero esa dependencia solo se iba a hacer más grande con el tiempo. 

Cuando estaba ponderando dejar la empresa que amaba para dedicarse a Huatan, Diego se acercó a su mentor que no era otra persona que el director general que lo había contratado años atrás y le dijo “Tengo esta discrepancia en mi vida. Por un lado amo lo que hago aquí y por otro disfruto de vender macetas”. Diego fue buscando que lo convenciera de quedarse, pero su mentor le dijo “Daniel, persigue las plantas. Si te llama la atención, persíguelo. Pero decídelo y decídelo ya”. 

“Nunca se me va a olvidar lo que me dijo, – por algo es mi mentor-, porque me hizo entender que cuando algo te apasiona, las cosas se te dan y cuanto más las buscas, más te llegan”. 

El despacho de arquitectura de paisaje que ahora viste a la Ciudad de México

Después de este proceso de desprendimiento, Diego lanzó en toda forma Huatan en 2006 y lleva 15 años de trabajo haciendo paisajismo con la creación, ambientación, cuidado y conservación de más de 500 espacios verdes sustentables que permiten el reencuentro con la naturaleza.

Su despacho se dedica a vestir a edificios corporativos, cadenas comerciales y espacios residenciales con diseño, ejecución y mantenimiento de espacios verdes. 

“Han pasado 15 años desde que empecé, pero fue muy difícil. Hubo momentos en que no tenía ni para pagar la colegiatura de mis hijos. El emprendedor tiene que entender que primero está la empresa antes que el empresario”, advierte Gómez-Bilbao.  

Diego se enfrentó con la realidad de que tenía que aprender si de verdad quería triunfar en una industria novedoso, pero muy complicado. Ingeniero industrial de formación, decidió entrar a trabajar a un vivero para entender el mercado. 

Y no es un mercado pequeño. De acuerdo con Statista, la industria de la jardinería y el paisajismo en Estados Unidos es de 99 billones de dólares anuales. Dicho de otra manera, una casa con jardín gasta alrededor de 500 dólares al año y se espera que el mercado alcance un valor de 30 billones de dólares para 2030 solo en la Unión Americana. 

Huatan es la primera empresa mexicana que espera participar en esta industria y, por qué no, – como dice Gómez-Bilbao-, asociarse con Elon Musk y llevar plantas latinas a Marte.

Entre los trabajos que Huatan ha hecho se encuentran una intervención de la mano de los grafiteros Orgullo Bravo en el jardín botánico de Chapultepec durante el Festival de las Flores y Jardines de la Ciudad de México, jardines verticales y diseño de interiores verdes para restaurantes de alta gama como Aromas Cotidianos y Blanco Bistró y eventos como el Millesime. 

Para los siguientes años, Huatan asegura tener un par de proyectos en puerta en los Emiratos Árabes y Texas, pero Gómez-Bilbao espera poder entrar próximamente a California, Florida y España.

Imagen: Cortesía Huatan

Opciones verdes para la “nueva normalidad”

El trabajo que hace Huatan ha adquirido una nueva dimensión con las medidas de restricción sanitarias por la pandemia de COVID-19, ya sea porque se necesitan más espacios al aire libre en las ciudades para hacer frente al confinamiento o porque la jardinería urbana ha adquirido mayor importancia entre las personas que buscan producir alimentos orgánicos. 

Por ejemplo, los restaurantes que antes podían ignorar la importancia de tener espacios abiertos, se han visto obligados a adaptar áreas previamente desaprovechadas para tener dónde dar servicio a los comensales y cumplir con las medidas de sanidad. 

“La pandemia nos alejó de otros seres humanos y de la naturaleza”, señaló Gómez-Bilbao al destacar que las áreas verdes ayudan a ofrecer un servicio extra a los comensales al darles la oportunidad de estar en contacto con plantas y espacios naturales a través de experiencias gastronómicas verdes.

Sin embargo, no solo se trata de una tendencia para hacer frente a la pandemia. La arquitectura biofílica, aquella que considera los espacios verdes como parte central de su diseño, está ganando terreno. Un ejemplo muy claro es la nueva sede de Amazon (en la que la marca quiere invertir 5 mil millones de dólares) o el Aeropuerto de Singapur Jewel Changi.  

Imagen: Cortesía Huatan

Por otro lado, la misión de Huatan es ayudar a traer los espacios verdes a las ciudades y para eso también ofrecen dos huertos urbanos prearmados para que las personas puedan instalar y sembrar: Uno tipo Invernadero con una cubierta de malla sombra y plástico que genera su propio microclima y uno tipo Tutor, con una estructura para ayudar al correcto crecimiento de las plantas y hortalizas. 

“Todos somos jardineros”, señala Gómez-Bilbao, “Toda la vida hemos tenido plantas en las azoteas, bambús en los escritorios, especias en las cocinas, vaya, hasta hemos sembrado frijoles en algodoncitos. Solo tenemos que volver a conectarnos con las plantas”. 

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