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En el lugar equivocado | Opinión por: Finito

por Redacción BL
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El viernes pasado se cumplieron 212 años de la fundación del periódico La Bagatela, que Antonio Nariño, basado en sus principios, creó en 1811 para defender las ideas centralistas contra las federalistas, pues consideraba que la Primera República de la Nueva Granada debería estar compacta para contrarrestar a los españoles, si estos querían volver. 

En 1793, cuando el Reino de Nueva Granada estaba bajo el dominio español, Nariño, además, realizó la traducción de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, lo que le trajo múltiples problemas, pero también fue la semilla de la independencia de Colombia. El país hoy necesita Nariños, y el Quindío aún más.

Es que la realidad política en el Quindío bien podría resumirse en un dilema: los buenos contra los malos; los primeros, representados por una nueva forma de ejercer el liderazgo, y los segundos, por los viejos vicios que tanto daño le han hecho al departamento, entre ellos las amenazas y la intimidación.

Nombro en mis columnas a los jugadores, a los que se meten al campo de juego sin ninguna prerrogativa, es decir, sin ventaja alguna o un tiquete dorado que los haga merecedores de un trato preferencial o que impida hacer mención de sus nombres.

Por ello he escrito letra por letra el de Luz Piedad Valencia Franco, referenciándola, por necesario contexto, como una (lo dice una sentencia judicial) mujer que defraudó a Armenia con el proyecto de Valorización, apoderándose del erario, lo que la llevó a estar tras las rejas, al aceptar su culpa, siendo hoy cobijada por el beneficio de libertad condicional.

Y no se menciona porque sí, se hace porque decidió volver a jugar, se metió de nuevo al terreno; solo se hace por eso, porque es cierto que al que está quieto se deja quieto, pero también lo es que quien se mueve en los terrenos de la política se convierte en protagonista, en el foco de la atención, por una razón sencilla, está en el campo de lo público

También es necesario decir que antes fue una líder política, histórica y respetada en el liberalismo quindiano, que es amada por muchos en el departamento y que está en curso de rehabilitarse y volverle a ser útil a la sociedad. 

Es que tiene derecho a ello, a resurgir de sus cenizas, pero lastimosamente para ella, aún arde, porque todavía no ha limpiado su nombre y solo la impaciencia la llevó a volver al ruedo liberal, y si está en él, ha de ser nombrada, sin faltar a la verdad. Cercana al director nacional del partido, César Gaviria, jugó recientemente un papel fundamental en la entrega del aval al precandidato Atilano Giraldo (de Cambio Radical) para que aspire a la gobernación.

También volvió a los titulares la inhabilitada Sandra Paola Hurtado Palacio, la belicosa exgobernadora del Quindío (2012-2015) que en su periodo dividió aún más al departamento y que ahora salió del rincón del olvido para apoyar la candidatura de Jorge Ricardo Parra a la gobernación.  

Igualmente, está bajo os focos de atención César Augusto Pareja, a quien todos le dicen Toto, líder del grupo que llevó a José Manuel Ríos Morales a la alcaldía de Armenia y que hoy impulsa las precandidaturas de James Padilla, a la alcaldía, y de Jorge Ricardo Parra, a la gobernación.

Él es la cabeza de una corriente, es un protagonista, un líder del partido de la U y hombre cercano a Cambio Radical; por muchos es referenciado como el poder en la sombra; y aunque guarda silencio, se aleja de los medios de comunicación y no da entrevistas, eso no lo vuelve invisible. 

En definitiva, ellos y todo el que sea protagonista de la política debe estar bajo la lupa del periodismo. Los políticos deben definirse entre el servicio al pueblo o las conductas conminatorias y los periodistas deben dejar de lado el miedo. 

Aunque sería fácil empuñarlas, mis armas no son la Beretta, el 38 largo o alguna de las hechizas que alquilan en cualquier olla del Quindío. Y no lo son, aunque soy hecho en La Mariela, que junto a Génesis, Las Colinas y Simón Bolívar, por nombrar algunos barrios de la reconstrucción, fue uno de esos laboratorios de violencia creados por el corrupto Forec, en los que nos acostumbramos a las peleas a cuchillo, a machete y al estruendo de las balas. A la fuerza, también nos acostumbramos a la muerte, porque, enriqueciéndose en el proceso, ellos nos entregaron unas casas a medio construir, pero no les importó para nada el tejido social.

Los delincuentes nos amenazaban para que nos fuéramos; pero en defensa de lo nuestro, resistimos; y, en mi caso, entre dos opciones, descarté, aunque era lo más cercano, el bandidaje, las armas y el delito y decidí colgarme una canana de letras, esas que hacen más estruendo que las balas. De esa época, me quedó lo precavido; de allí que, como periodista, me acostumbré a blindarme: grabo mis llamadas, tomo pantallazos, guardo fotos y sumo pruebas para hacer escritos que son misiles de alta precisión y que siempre están listos para ser disparados. 

Sin que yo lo supiera, esas experiencias me prepararon para el periodismo, profesión en la que muchos se autocensuran porque sienten un tufillo amenazante cuando les preguntan si no les da miedo escribir algunos nombres. Y yo les pregunto a quienes tienen la duda: ¿miedo de qué?, pues si alguien está en lo público y no quiere ser nombrado es fácilmente deducible que está en el lugar equivocado, y si lo suyo solo es corromper, matar, amenazar e infundir miedo, nunca dejarán de ser simples bagatelas.

GS Oliver

Comunicador social – periodista

Director www.finito.pro

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